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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



28.11.10

186. Réquiem por todos nosotros


          Siempre duele mirar atrás porque la mirada sólo nos enseña lo que va delante; otra absurda convención de la naturaleza: lo pasado no cuenta, sólo el presente y su futura proyección interesa a los hados. Pero el hombre persiste en su empeño de socavar el túnel del tiempo y conmemorar los hitos abstractos de los acontecimientos pasados. Sufrir el néctar de recuerdos inflamados por nuestra vanidad o desasosiego nos produce un tremendo placer que nos deja a su vez, el agridulce poder de la nostalgia. Como contrapartida, es esta nostalgia incesante la creadora del genio y la metáfora. Sin esta fuerza motriz que viene del pasado no veríamos el sinsentido natural, aunque hermoso, de la efímera libélula del lago, o el terror del estruendo salvaje y selvático del paquidermo en estampida. Somos lo que somos gracias a la ambivalencia que sentimos del pasado y al miedo que proyectamos hacia los acontecimientos futuros. Todo lo hasta aquí señalado sirve para explicar (para explicarme, para explicaros) el por qué camino como camino: siempre voy hacia atrás, mirando mi pasado cara a cara, dando la espalda al devenir de la vida. Nada veo que me asuste porque ya todo me es familiar y conocido. Nada proyecto porque nada puedo dirigir a mi futuro, y la nostalgia contraria revierte sobre sí misma y se inmola en una especie de simpática melancolía. Les aconsejo que prueben este método mío. Soy moderadamente feliz; en todo caso, más feliz que todos ustedes. Buenas noches.

25.11.10

185. La pesca del ampiflón


- ¿Me acerca la bandeja de petisúes, Baronesa?
- Debería alejársela, Conde. Me preocupa su peso.
- A mí me preocupa su simpleza de carácter y sus pelos, querida Baronesa.
- Su grosería marcha a la par que sus kilos, Conde.
- Y la pobreza de sus ralos cabellos es directamente proporcional al aumento de los pelos de su ya frondoso bigote.
- Es usted insoportable, no comprendo cómo lo puede aguantar la condesa.
- Probablemente por mi fortuna y porque de mí depende toda su familia.
- Ni por todo el oro del mundo viviría yo a su lado.
- Yo, ya ve usted, sí que viviría por dinero con usted; por mucho dinero, claro está; sería la única manera.
- De joven era usted mucho más contenido y elegante.
- Usted, querida Baronesa, en cambio, de joven era tan vieja como lo es ahora. Siempre fue usted una anciana.
- ¿Qué le hace a usted, Conde, ser tan cruel con todos los que le rodean?
- Quizás el hecho de que los veo a todos como moscas zumbando alrededor de un pastel que ni les pertenece ni jamás alcanzarán a probar. Forman un insoportable enjambre de mediocridad y monotonía exasperante.
- ¿Se considera usted mejor que todos ellos?
- Sin duda, Baronesa, sin duda. Y usted, ha de reconocer, prefiere mi compañía a la suya, aunque me cisque una por una en todas sus convenciones, en las suyas y en las de ellos, y desprecie la repugnante sociedad que han montado en esta agreste y bella región; bella hasta que aparecieron todos ustedes con su séquito de inanes saltimbanquis.

          (¿Continuará?)

21.11.10

184. La quiebra de Louis Vuitton


          El alma tiene cabida para muchos pecados originales. El más original, sin duda, es el cometido por nuestros primeros padres, Adana y Evo. El paraíso en el que holgaban, sito entre los dos grandes y bíblicos ríos, el Tifrautes y el Eugris, era un lugar ciertamente acondicionado para cometer originales y no tan originales pecados. El cometido por esta primigenia y singular pareja fue el de la desobediencia, en la figura simbólica de degustar los frutos prohibidos del árbol de la ciencia, también conocido como árbol del bien y del mal. Dios les prohibió que comieran de ese árbol, pero ellos decidieron ser libres, y la libertad les costó una eternidad de disgustos y calamidades. Adana cogió la pera, la serpiente embaucadora la convirtió en manzana, Evo se la dio a Dios para que se la comiera, Dios le dio la mitad a la serpiente, que la volvió a convertir en pera, y con esta forma se la dio a comer a Adana, que la rechazó en un gesto que la honraría de por vida. El bien, el mal y la ciencia se confundieron para siempre en una especie de enjambre espiritual aquilatado durante siglos en forma de palomo luminoso que volaba y volaba sobre las cabezas de los hebreos, judíos, israelitas y gentiles de Samaria. Esta historia, tan bien concatenada y mejor contada, es el germen fundador de nuestro emblemático y entrañable pecado original. Tenemos, claro está, otros muchos, pero ninguno con este nacimiento tan digno y concluyente.

20.11.10

183. Levitaciones en la antigua calle del Pino


          La elocuencia de Gaetano era conocida y admirada en toda la región de Lombardía. De natural discreto y apocado, ante el atril del ateneo o desde el púlpito de la iglesia de San Andrés de Mantua, su verbo se engrandecía y su aura de demiurgo de la palabra se derramaba sobre sus oyentes como un leve y sedoso manto de sabias y benéficas palabras. Un día que leía su breviario devocional por el claustro soleado del palacio del mercader Giovanni Boniforte, se le apareció San Andrés atado en aspa a una cruz de roble. Gaetano, aterrado, quiso huir, pero sus pies se hicieron de plomo y la huida fue imposible. San Andrés, desde la cruz de su martirio, intentó calmarle con dulces palabras y gestos faciales de luminosa ternura. Nada consiguió el santo apóstol de Cafarnaún; el elocuente mantuano reventaba en alaridos ante la ruda visión del anciano crucificado. Tras los ímprobos esfuerzos por darle sosiego, San Andrés no tuvo más remedio que desistir y se esfumó con la misma celeridad con la que hizo su aparición. Con la capacidad de deambular recuperada, Gaetano salió en estampida y no paró de correr hasta que llegó a la torre dell'Orologio, donde con resuello acezante y el vello del cuerpo erizado, apostató a voz en grito de más de once religiones, antes de volverse loco y tartamudo y de ser encarcelado de por vida de manera sumaria tras sus descabellados e interminables discursos a favor de la quema de todos los robledales de Lombardía.

17.11.10

182. Un día en la vida de Hugo Haas


          Traidores hay tantos como tontos, más o menos. Cada pueblo tiene su tonto y su traidor. Si hay dos tontos no por ello va a haber dos traidores en esa localidad. Pero si hay dos traidores, uno de ellos no será traidor, sino otro tonto disfrazado de traidor. Lo difícil será advertir cuál de ellos es el tonto y cuál el traidor, pues el tonto real, el tonto legítimo, puede ser confundido con el traidor tonto, al que también puede confundirse con el traidor real y legítimo, ya que el tonto que no lo es, está disfrazado de traidor. En las ciudades populosas, como Caracas o Sydney, los tontos y traidores se distribuyen por distritos y se amalgaman en cofradías, como los pescadores de A Coruña. En Caracas, por seguir con el ejemplo, hay censados a día de hoy 9555 tontos, igual número de traidores, y 6789 gallegos, de los cuales cuatro son tontos y traidores y nacidos en A Coruña. Esta anomalía genética, geográfica y ética es propia de la raza celta, muy dada a los matrimonios consanguíneos y a la ingesta inmoderada de lamprea y berros. La traición y la idiocia son características inherentes al contacto con mariscos y gaitas a la vez, no por separado. El contacto con marisco per se no provoca ni tendencia a la traición ni babas cantarinas; igual podemos decir del contacto con la gaita. Pero el roce o la cercanía de, por ejemplo, gaita y centolla, mina la moral del individuo, haciéndole taimado, a la vez que la estulticia se abre paso a través de sus meninges convirtiéndole en un idiota de pito y gamba.

29.10.10

181. El estadio de Balaídos


          Querido diario: hoy me he sorbido los mocos de pura rabia al ver cómo se llevaban a mis amigos cristianos a que los devoraran los leones. Yo no soy cristiano, soy hereje y heterodoxo, por eso me he salvado. Mi alma es negra como el betún de Judea y peco de manera uniforme, constante y numerosa. Peco en varias religiones monoteístas y en algunas politeístas. Contravengo todas las reglas morales de cualquier creencia religiosa que conozco. Cuando muera, será muy difícil saber a qué infierno de los muchos posibles seré enviado. Porque todas las religiones y todos los dioses son verdaderos. Y por tanto, todos los cielos y los infiernos igualmente lo son. Los cristianos devorados por los leones irán al cielo dentro de un rato, pero yo no iré nunca al cielo porque nací malo, de madre mala y padre malo. A mis abuelos, que eran escoceses, no los conocí, pero igualmente los aborrezco, porque yo aborrezco y odio a todo el mundo, incluso a los estultos cristianos devorados por los leones. Ser malo es como una pesadilla con final en Teherán, o como hartarse de higos y granadas frente al edificio de la bolsa de Detroit. Algo así. Ustedes no lo comprenderán, pero es que esto es un diario y ustedes no tienen derecho alguno a leer el diario de ninguna persona, por muy hereje y heterodoxa que ésta sea. Espero que todos lo que esto lean sean devorados por alguien o por algo alguna vez.

28.10.10

180. Un mundo multicolor y escaso


          Es un pueblo con gran desorden en su enorme agujero. En su interior nadean (esta palabra no existe, pero debería) gentes de color cobrizo y animales en fase embalsamada, translúcidos algunos, y semejantes a lucios de piedra, otros. Paso a su través con mi tienda trashumante de refrescos de zarzamora y peritas de San Juan. Conozco a las muchachas del pueblo que con gracia poco definida, enarbolan alfanjes oxidados cuando me ven pasar. Sus novios, mineros rojos en su mayoría, me disparan bengalas de colores diversos y llamativos. En la escuela de Artes y Oficios vendo mi material y marcho con pena contenida hacia parajes más hostiles, más agrestes en sus costumbres, más beligerantes con las gaseosas que despacho. Me llamo Gummo Marx, soy el quinto de los afamados hermanos newyorkinos; tengo ciento veintiséis años; canto tres canciones, las únicas que me sé, algo obscenas porque son del tiempo en que actuaba con mis cuatro hermanos en los más tirados bujíos de Coney Island (la palabra bujío tampoco existe, e igualmente debería). También toco algo el saxofón alto y el ukelele. Me separé de ellos durante la Segunda Gran Guerra, siguiendo a una mujer afgana de nombre impronunciable, a la que llamo cariñosamente Jgjhtzcjgb. Soy, además un adúltero incorregible pues la engaño con las chicas de los alfanjes oxidados, con los mineros rojos y con algún que otro animal embalsamado. Las gaseosas las hago yo mismo con cosas que me voy encontrando por esos andurriales de Dios.

26.10.10

179. Gentilicios


          Nenúfar es una palabra que utilizo mucho más que cualquier otro pobre talabartero. Sarraceno es la que más utilizaba antes de la Primera Guerra Mundial, pero ya estamos en la Cuarta y ha quedado pasada de moda, e incluso obscena. Naturalmente, cuando se siente uno muy deshojado por la desidia de los demás, brotan de uno palabras algo más salobres, menos acogedoras y templadas. Los demás duelen mucho cuando no son ellos los que se duelen. E incluso cuando se duelen de ellos mismos, duelen a los que nos duelen los demás, por el simple hecho de no ser nosotros. Es doloroso a veces no ser los otros. Yo dispongo de lágrimas precisas, específicas, para esa pena de no ser ellos. Entristezco muchas veces durante la mañana, en la calle, por no ser las personas con las que me cruzo. No deseo parecerme a ellas, quiero ser ellas. Sé que sus palabras preferidas no son las mías, son otras, es posible que más llanas y hermosas. Ayer pasé junto a una vendedora de pétalos de dalias cuya palabra amada era trotamundos, y más tarde tropecé con un ciclista negro que sonreía pensando en el vocablo gnihmóo que en camerunés significa amores compartidos. Deambulo por las calles queriendo ser los otros y los otros deambulan por las palabras queriendo ser mis espejos. Ahora cada vez me ocurre menos, porque tengo un espejo lleno de palabras que me enseña pasadizos secretos por ciudades lacustres. El espejo que poseo es una mujer. Sabia. Eterna. Dorada, pero no me conoce.

20.9.10

178. El hombre del sombreo oblongo


          Hooper pinta un cuadro esquinado y luminoso, y profundo y oscuro a la vez. Con líneas verticales y horizontales crea un damero asimétrico de luces vivas e hirientes. Hay cuatro personajes de esencia pisciforme inmersos en la urna de cristal que forma la cristalera de una cafetería, un acuario que los incomunica, sin puertas ni ventanas, de un exterior inhóspito, desierto, sin vida. El día está paralizado en un instante de la madrugada, de la noche, del atardecer, imposible de discernir. Es el tiempo de la profundidad marina, el tiempo del hombre-pez, de la mujer-pez. Tres hombres y una mujer ejercen de humanos en el interior de la ampolla cristalina y luminosa. Dos hombres y la mujer toman café sentados a la barra y miran al interior. No hablan. No se miran entre ellos. El camarero observa con asombro hacia fuera, la calle embrujada de soledad. Son ellos los supervivientes de la noche sin luna o los supervivientes del último día sin sol. Son víctimas de la luz o custodios de esa luz última de clamor urbano. Creo que saben que por el ángulo inferior izquierdo, por esa acera iluminada alguien ha de venir a salvarlos, o a matarlos. Alguien que no vive en la ciudad. Quizás algún gran pez extraviado.

13.9.10

177. No más hip-hop


          La abacería de Manolita, La Parva, está precintada por orden judicial. Manolita era de Almonaster la Real sin ella saberlo, porque de suyo, Manolita no sabía nada, ni tan siquiera sabía que era una mona de Gibraltar casada en segundas nupcias con el tercer corneta de la banda municipal de Ramala, un palestino malo de verdad que le hacía comer mondas de naranja mientras la tundía con la parte de la corneta que más hiere. Cuando tuvieron al Vicentico se trasladaron, él a Mieres y ella a La Línea, ciudad por la que sentía una lógica querencia. Vicentico enfermó de peste bubónica a los tres años y se hizo sacerdote mefítico de la orden de los mercuriales al año siguiente, entablando pugna debaticia con parte de la Conferencia Episcopal por su corta estatura, poca edad y cara de mono. El mal moro, padre deñ Vicentico, ("Moromalo" le llamaban en Asturias) resbaló en un chigre y quedó cuadrapléjico y melancólico hasta el turbante. Unos tunos de empresariales acabaron a bandurriazos con él. El tuno pandereta, de ascendencia almohade, denunció a sus compañeros de rondalla y acabaron todos en presidio. Fue cuando Manolita montó la abacería con dos monos de los alrededores de Algeciras, provincia de Cádiz. De Vicentico se supo que murió en Manila de las secuelas propias de la peste bubónica. ¿Por qué cerró el señor juez la abacería de Manolita, la Parva? Eso nadie lo sabe.

8.9.10

176. Bestiario 03


          BORMOG: Es homúnculo de la orden de los bombios. Es el más redondo de ellos, el más innecesario también. Es ser urbano, de metrópoli industrial, de ámbito factoril. Vive en polígonos industriales, grandes naves chatarreras, desmontes de deshechos fabriles. Su aspecto entroniza y se mimetiza a la perfección con su entorno natural. De lejos semeja un neumático de camioneta de reparto de los años cincuenta. Su movimiento giratorio, sin embargo, no lo realiza con la zona de aspecto recauchutado, sino con la zona central de aspecto metálico-herrumbroso. Vive del hurto de alambre y de bobinas de cobre. Suelen ir en parejas o tríos y emiten, al desplazarse, sonidos hirientes y recalcitrantes, muy desagradables para los obreros y operarios que se encuentran cerca de ellos. El bormog ejecuta ciertas danzas de apareamiento nocturno muy ricas en matices, casi se diría que tales sutilezas devienen paradójicas en un ser de tan baja prestancia estética. Su vida es longeva pero muy pobre en consecuencias beneficiosas para la Naturaleza. Sólo depreda material siderúrgico, nada más hace con su vida. No mantiene relación con ninguna otra bestia y su carácter, hosco y huraño, no lo tipifica como un ser redondo, pero sí como ente despreciable.

6.9.10

175. La falda blanca de Nelson Mönic


          Los hilos de petróleo brotan por los poros. Es el oro negro del sufrimiento. La hez de la amargura inconcreta resbalando en guarismos de emoción tergiversada. La cara como continente maldito, apenas vibrante y pobre. Todo surge en esa faz. La catatonia inmensa de la voz se multiplica en cada hilo oscuro y aberrante que sale a pequeños borbotones sincopados. Es el sudor del infierno, el grumoso albañal que rebosa espontáneo, bituminoso y final. Se divisan las avenidas de tilos envenenadas que hacen recordar los dardos con los que la muerte no quiso vencer, los vapores exterminadores que no inspiraron los vencidos pulmones, esas vísceras difíciles de entender. Todo queda suspendido, todo queda desgarrado en la alambrada espinosa de la duda. Los futuros se dividen y sólo quedan partículas de tiempo en un mundo de espacios deshilachados. La melancolía lo invade todo desde atrás, desde abajo. Es una espuma negra y algodonosa que va tapizando el horizonte cercano, que nos va ensamblando a todos en las celdas del panal gelatinoso y aciago. Ya no se oye nada, sólo el estertor constante de los que van a desaparecer, ese estertor que nace con vocación de ser el último expirado por los pulmones, esas vísceras tan difíciles de entender.

1.9.10

174. El botón de nácar


          El ají de gallina, famosa receta peruana, es barato de hacer siempre y cuando el número de comensales sea inferior a dos y superior a cero. Es decir, es barata la receta si se hace para un comensal, si se hace para dos es el doble de caro y si se hace para yo no sé cuántos es yo no sé cuántas veces más caro. Primero diré los ingredientes: un celemín de aceite de onagra, 100 gramos de sémola tostada, un manojo de cañamí, dos decilitros de pisco añejo, un diente de ajo santeño, una pizca de mejunje bravo, 50 gramos de hierba berrea, y dos melones para decorar. La princesa Nessia, mi princesa, era una gran cocinera. Nunca cocinó nada; fue y será siempre una teórica de los fogones, una musa culinaria de la nouvelle cuisine, una gastrónoma abstracta y abstraída, enemiga de las vitrocerámicas y de los hornos microondas, una experta en cocina peruana, a la que odiaba con veneración y veneraba con un odio andino y garduño. Nessia, mi princesita inca, sólo comía los despojos de los sacrificios humanos, tan frecuentes en los alrededores de su bloque. Nessia es bajita como sus ancestros del norte y extremadamente obesa como sus descendientes del sur. Ella fue la creadora de la receta del ají de gallina en una época en la que en los Andes nada se sabía de la existencia de un Dios todopoderoso que hacía desaparecer a los calafates de ribera y los hacía aparecer de nuevo vestidos de croupiers en los barcos que surcaban el Mississippi o el Duero.

29.8.10

173. Una estampa floral desvaída


          Al fin deambulo por la caverna iluminada. El cuero de mis ataduras, endurecido por el tiempo y por el sudor de mis miembros, ha experimentado un cambio inusitado hacia la elasticidad, y ahora puedo desplazarme por la cueva, tocar sus paredes, absorber en mi piel sus humedades. Han sido treinta años de inmóvil desesperanza, acurrucado en el rincón más desolado y oscuro. Sé que sigo encarcelado, sucumbido, atrapado, pero siento que respiro un aire nuevo, renovado; ya no inspiro el agrio humo del rencor ni el denso aroma de esa lobreguez adusta de la desdicha. La distancia que alcanzo en mi nueva situación no me permite echar a volar a través de los gruesos barrotes del ventanuco, pero sí llegar hasta ellos, agarrarlos y elevarme para ver un bosque, un horizonte, un grupo de acacias que bordean un camino empedrado y soleado. Y todo esto ha ocurrido como ocurren los actos más negligentes de la naturaleza, con la espontaneidad del rayo, con el sordo espasmo del trueno, con el premioso temblor del seísmo. Nada y todo ha cambiado. Todo y nada.

28.8.10

172. El cancionero romaní (Extracto)


          Los truenos perturbaban intensamente a Nicephoro Phocas, un emperador de Bizancio poco conocido, quizás por su carácter atrabiliario y personalidad mechada y trufada de mediocridad. Mi madre solía decir, ya desde los tiempos en que nadaba en el líquido amniótico de su útero, que yo tenía una manera de ser bizantina. Fíjense ustedes en la clarividencia de la mama. Ya, en los primeros colegios de los que fui expulsado, los tutores exponían claramente entre las causas de la sanción mi bizantina propensión al exabrupto y a la violencia de género neutro. Mis continuas entradas y salidas de correccionales siempre fueron generadas por pequeños hurtos bizantinos (las entradas) y por bizantinas discusiones en las penas impuestas (las salidas). Bizancio y su corte siempre fueron mi norte en la vida. Los hechos vitales de Justiniano, Teodora, Valente, Basilio, incluso del amigo Nicephoro Phocas fueron las luminarias que iluminaron con su luminosa luz la oscuridad de los más oscuros años de mi oscura juventud. Carecer de contactos en Estambul, no tener antepasados en Constantinopla, no haberse extasiado en la contemplación del crepúsculo en el Bósforo, no haber establecido un principio de acercamiento con algún giróvago de Capadocia, en fin, no tener ni una ráfaga de Bizancio en la mirada es algo dramático para cualquier cristiano o para cualquier musulmán. En los envases de Phoskitos®, en la parte donde se consignan los valores energéticos de los diversos componentes del pastelito, se hallan las claves de la cuestión que estamos analizando. Si ha de haber un resurgimiento del Imperio Bizantino, es por ahí por donde hay que empezar. No lo duden.

27.8.10

171. Tierna muerte, acude a mí


          El torso acorazado de turbio mármol. La pétrea faz de emperador de vacuas pupilas mirando los confines de su imperio. Y la mosca verde en la punta de la nariz. Una mosca verde de museo, sabia en el estático arte estatuario, docta en gestas de terracota, en estampas de gestas heroicas. Ella pone, intermitente, los puntos orgánicos y efímeros sobre las íes de las piedras labradas, inorgánicas e imaginativas de los hombres. También pulsa y recorre los trazos y veladuras de pinceles remotos en telas multicolores de profunda bidimensionalidad. La mosca verde de museo es de mansa condición, y silenciosa, y respetuosa con los climas, con las luces y con las sombras, con las zonas atonales y secretas de las salas. Duerme siempre en los recovecos del yelmo de la armadura que nunca falta. Anida en las esquinas de los cálidos tapices. Y su corta vida la aprovecha en infinitos vuelos, en gozosas estaciones donde, poco a poco, va adquiriendo los conocimientos propios de su especie. La mosca verde de museo es muy difícil de ver. Yo tan sólo la he visto una vez. Fue en el museo del Hermitage de San Petersburgo una mañana muy fría de noviembre, en la sala dedicada a los prerrafaelitas. Observaba una pequeña tela de Tertius Minguenet titulada "Ondina embalsamada", cuando percibí que la parte central de la diadema de la bella ninfa fluvial vibraba y salía volando: esmeralda disipada, verdoso fulgor volatilizado en un instante mágico, irrepetible, inolvidable, eterno.

24.8.10

170. El mejor amigo de don Juan Carlos


          Primera parte del silogismo: el universo es algo asqueroso. Es lo más asqueroso que existe, ya que si es verdad lo que acabo de decir, si es verdad este aserto (es decir, la primera parte del silogismo, si es que consigo formular la segunda parte del mismo, ya que si no lo consigo no sería un silogismo, sería otra cosa, como, por ejemplo, una tautología imprecisa o un sofisma carencial), si es verdad, decía (que se me va el santo al cielo), que el universo es asqueroso, ello implicaría que sería "lo más asqueroso", porque, aunque cualitativamente hubiera algo más asqueroso, que seguro que lo hay (por ejemplo un agujero negro deshilachado o la nata fermentada en las comisuras de un buey de Kobe), el universo, al ser tan inimaginablemente grande, tan acumulativo en sus dimensiones, ganaría cuantitativamente la partida.
          Segunda parte del silogismo: la hulla galesa posee un poder calorífico muy superior a la hulla de la cuenca del Nervión. Aquí, en esta premisa, no tengo nada que añadir; las cosas son como son; para demagogias ya nos basta y nos sobra con Mosén Agustí.

          La conclusión: la conclusión (se ve desde lejos) no será lógica sino paragógica, y la dejo en sus manos. Les daré una pista: hubo en Versalles un jardinero de nombre Maurice, que fumaba una mezcla de tabaco antillano y polvo de dinamita. Su cabeza rodó, como tantas otras, en la plaza de la Concordia. Si Jacques Derrida hubiera deambulado por las calles de París en los tiempos de la Comuna, no se hubiera derramado tanta sangre, o tal vez sí, pero de otra manera.

23.8.10

169. Todos somos estadounidenses


          A mí es que las especies en vías de extinción (EVE de aquí en adelante) se me importan una higa, mayormente. Si las EVE se hallan en tal situación será porque la madre o la tía naturaleza así lo cree oportuno, ¿no? Además, si existen las EVE es porque seguro que existen las EVP (especies en vías de progreso). Qué afán, el del ser humano, de interrumpir el curso natural de las cosas. El topo arlequín peruano (Topus peruanensis) desapareció en 1902 sin que el ecosistema andino sufriera una merma perceptible. Lo mismo ocurrió con otras especies, que ya sólo habitan en el recuerdo de algún nostálgico zoólogo: la medusa lapa, el vencejo ojizarco, el ciempiés turdetano, el pez sifón, la culebra dulce o la ballena mosca. Todas estas fueron EVE hasta que pasaron a ser EE (especies extinguidas). ¿Y qué? Lorrie Moore, en una de sus novelas, propone la idea de la creación de establecimientos de restauración especializados en recetas de EVE. Si la clientela sale satisfecha tras degustar una rica mousse de oso panda o una contundente caldereta de manatí, la demanda generaría una conducta social proteccionista hacia esas EVE con la consiguiente asignación presupuestaria por parte del estado para la creación de departamentos encargados de la protección y conservación de estas ricas y nutritivas especies. Con todo ello se concluye, por tanto, que las EVE hay que comérselas por su propio bien, aunque a mí todo esto me la trae al pairo, como ustedes comprenderán.

22.8.10

168. Voluptuosa Jennie


          Diocles, auriga famosísimo en su tiempo, era nacido en Hispania. Ganó 1.462 carreras durante su larga trayectoria profesional, y se retiró en el año 146 d. C., cumplidos los 42 años. Su fortuna alcanzó la cifra de 35 millones de sestercios. Roma lo adoraba. Su dorado retiro en Marsilia, no obstante, duró algo menos de un año, pues el emperador Diocleciano le obligó a aceptar el cargo de procónsul en la región de Tracia. Diocles, sin ninguna experiencia en asuntos diplomáticos, consiguió sin proponérselo enemistar a las tribus de la costa con los clanes de la montaña, originando a la postre una guerra civil en el territorio tracio que diezmó la población y desestabilizó esa importante zona del Imperio. Llamado a Roma con premura, el emperador lo humilló frente al Senado, arrancándole personalmente los cingulae de la fibula y obligándole a volver no al circo en calidad de auriga, sino al anfiteatro en calidad de gladiador. En su primer combate perdió el ojo derecho y el brazo izquierdo. En su segundo y último combate perdió el ojo izquierdo y el brazo derecho. Manco y ciego, pero con su fortuna intacta, intentó volver a Marsilia, pero la tríada capitolina formada por Júpiter, Juno y Minerva, dispuso que una tempestad devorara la embarcación en que Diocles intentaba escapar de su negro destino. El desastre ocurrió al norte de la isla de Córcega, a cuatro millas marinas del cabo Orsini, cerca del pequeño puerto de Montecaffino, pueblecito donde diez siglos después nacería el insigne poeta corso Ariosto Ariani.

18.8.10

167. El ciervo y la gusana


          Precisemos con concreción prusiana el lugar exacto de la colina en el que ubicaremos el estandarte. No vale cualquier punto. Ha de ser un punto que equidiste de otros puntos. La estrategia y la logística de armamentos establecen las reglas canónicas que nunca se deben vulnerar. En la batalla de Aquatteri, el dogo Ulpiano Casavetti consintió en el desabastecimiento de grano en la ciudad de Venecia durante seis meses a cambio de poder disponer del flujo necesario de estraperlo de pólvora polaca en los puntos claves de almacenamiento en el Adriático. Esto salvó, a pesar de la hambruna, el errático predominio político y militar de las pocas ciudades-estado todavía sobrevivientes a finales del siglo XVII. Gismondo Trotti, en un ejercicio de prepotencia equivocada, no se atuvo a regla alguna en el asedio de Capua y enarboló la enseña de la opción equivocada. El Papa lo castigó con justeza y con justicia y acabó sus días en las mazmorras del castillo Maroni, apartado como si fuera un apestado de los círculos de poder. Por tanto, pensemos con serenidad el lugar exacto donde colocaremos nuestro estandarte; en ello nos va no sólo la vida, también nos va el honor y la gloria.

          Un beso muy gordo, te quiero:

          Mari Puri.

28.7.10

166. Helado de leña


          Ettore Majorana, físico italiano desaparecido en 1938, tenía una hermana sordomuda de nacimiento que le ayudaba en los quehaceres del laboratorio. Se rumoreó que fue ella la verdadera artífice de la famosa "Teoría del protón austero" y de la no menos famosa "Ecuación de Mejorana", proceso matemático que ponía patas arriba los hallazgos de Huymann en el campo de los grupos moleculares convexos. Dado a las bebidas blancas de alta graduación alcohólica, Ettore no estaba casi nunca para nada y es probable que los rumores de su apocrifia sean ciertos, o al menos, altamente probables. La diletante sordomuda, de nombre Silvana, también bebía, pero sólo bebidas gaseosas, con cuantas más burbujas mejor. Se profesaban un amor fraternal y un respeto mutuo, pero no todos los días, ocurriendo que los fines de semana aparecía en su relación un odio fraterno poco respetuoso, en ocasiones feroz y con violentas consecuencias físicas para ambos. Quedaron huérfanos muy pronto y fueron criados por unas monjas mendicantes de Sorrento, las Hermanas Capuchinas Humilladas. Posteriormente fueron puestos en venta por las hermanas una vez adiestrados y aseados, acabando ambos en el castillo de Francesco Pianolla, donde fueron educados en las artes de la física él, y en las del amor galante ella. Otro día, quizás, continuaremos la historia de Ettore y Silvana, pero es que tengo que ir inmediatamente, con gran premura, diría yo, a hacer de vientre.

26.7.10

165. Maltrecha simiente, además de venenosa


          Estoy sumido, muy sumido en el pantano de no querer seguir siendo. No así, como soy ahora, sino "siendo" en la totalidad. Otro modo me es no imaginado a fuerza de no haberlo sido. No es irme, sino no estar o no haber venido por no ser ni esperado ni tan siquiera intuido. Para adolecer hay que sentirse carente y eso es lo que desearía de pleno: la carencia absoluta para no ser ni en un atisbo, ni por asomo, para nada y para nadie, la abolición no necesaria, pues abolir lo inabolible es lo que me pertenece y a lo que tiendo. Ser un no-pensamiento en la mente de un ser inaprensible e inexistente. Situación al margen de un proyecto de realidad, del lado oscuro o luminoso de un tremendo vacío, cubierto de oquedad inimaginada. No ser en todo el espacio-tiempo de una ausencia. El deseo que empaña mi energía yacente es contrario al deseo del verbo. He de estar fuera del camino de Dios, marginado de su boceto, intrascendente a su halo y a su sino. La huida precoz, el fin sin fin porque no hay principio. Regalo los efectos, los dono al éter confuso de las vicisitudes vitales de algo o de alguien. No los quiero. Mucho menos quiero ser causa. La cedo también a los coleccionistas de locuras enquistadas en la materia que tanto aprecian. Quiero ser sólo el adiós, aunque sé que la nada también se halla arañada, incomprensiblemente, de odios y esperanzas.

23.7.10

164. Un ramito de biznaga


          Los catalanes de Lekeitio, vizcaínos adoptivos, y los vascos de Terrassa, barceloneses de adopción, son mil seiscientos treinta y uno, todos con cara de refugiados políticos, todos con clavículas prominentes, todos con ancestros emigrados a Cuba, todos sabedores de un secreto mitad geográfico mitad sacrílego que deja a sus hermanos en muy mal lugar. Las breñas del Lekeitazgo y las frondas mediterráneas del Terrassol delimitan zonas climáticas de ozono enriquecido debido a las fermentaciones cúpricas de la flora autóctona y a la putrefacción troncular de los animalillos del bosque bajo. Este ámbito ecológico, según etólogos afamados como Niko Timbergen, es único en el mundo, lo que no significa que sea interesante. Sólo su unicidad, su solvencia como solitario ecosistema, le da su carta identitaria, nada más, porque por lo demás, posee el mismo interés que pudiera tener el tic nervioso del sacristán de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Alfalfa Florida de la localidad murciana de Totana. Mis agria simpatía por estos ciudadanos y su entorno me hace recordar aquella cancioncilla de Pablito Brines que decía así: "Brumas de cieno, mi alma / cohabitan sobre la aurora / mientras los carabineros / abren su pecho condecorado. / ¡Qué vivan las madreperlas, / qué mueran las grapadoras!".

19.7.10

163. Mucho mejor con moño


          Tantos años sin ver negros por las calles..., tantos años viendo chinos en cinemascope..., y ahora, chinos y negros por todos lados. En mi esquina limosnera les pido a negros y a chinos monedas para ir a San Juan de Puerto Rico en un barquito de vela, y ellos no me dan nada porque son pobres y avaros. El amarillo y el negro son colores que se obstaculizan en las calles. Comprueben y verán que jamás caminan un chino y un negro en el mismo tramo de una avenida. Cosa curiosa, sin duda. Se anulan entre sí. Los chinos, si fueran negros, emigrarían al sur, los muy bobos, y si el negro, ya luenga la coleta y rasgados sus ojillos algodoneros, emigra, lo haría al este, el muy estúpido. Yo sigo pidiéndoles los óbolos que necesito en mi esquinita limosnera y ellos siguen sin mirarme siquiera, porque chinos y negros son poco conmiserativos y todo lo que tienen de poco lenguaraces lo tienen de sibilinos y displicentes para con los más miserables que ellos. Por eso no saben ni siquiera regresar a su tierra natal una vez emigrados. No tienen miras, y para ambos (negro y chino / chino y negro) el futuro es casi inexistente. Cuando llegue a San Juan de Puerto Rico me haré cónsul y aboliré la pena de suerte. Me casaré con la hija miope de un rico hacendado y escribiré la Historia General de las Migraciones en América Latina. Tendré hijos miopes y ricos, y amantes chinas y negras por todas partes de la isla.

16.7.10

162. Bestiario 02


          TRIPHONÉ: Trasgo de la subespecie silvana, bailarín irredento, mordaz en su lenguaje, procaz con las jóvenes vírgenes del valle y borracho permanente e inmanente, Triphoné presenta una morfología golosa y atrayente: su cuerpo es una especie de guirlache translúcido que deja ver sus albos huesos como almendras y avellanas inmersos en ámbar almibarado. Su cráneo emite un halo que fosforece con la luz de luna y su crespo pelo crepita como el maíz tostado. Sus dientes protruyentes y equinos no dejan de rumiar y rechinar en un estridente roce metálico, casi industrial. No tiene brazos, pero sí dos fuertes extremidades inferiores, con unos formidables pies de seis largos dedos prensiles. No tiene enemigos y es amigo de lo inanimado, sobre todo de las rocas de basalto, a las que venera y adora. Vive cómodo y trashumante en terreno selvático o muy boscoso, y tan sólo abandona el verdor de la fronda para lamer las piedras rugosas, que son su pasión confesa. Los Huilös, malvados seres ululantes del bosque, se desternillan de risa cuando ven a Triphoné con sus rocas lame que te lame, pero es que los Huilös ríen por cualquier cosa, ya se sabe. Triphoné siente a veces la soledad, o algo parecido, pero no sabe qué es eso, porque a casi nada le ha puesto nombre, y ya sabemos que lo que no tiene nombre no existe.

15.7.10

161. Impresiones de un vencejo


          Ayer me encontré con un imbécil. Amigo, buena persona, pero imbécil. Mientras tomábamos una taza de café, vertió una serie de opiniones sobre diversos temas: políticos, sociales, ciudadanos, incluso deportivos y taurinos. Mis alarmas fueron gradualmente disparándose al comprobar que su discurso, su enfoque al analizar ciertas cuestiones más o menos enjundiosas, su toma de posición frente a ciertos temas coincidía plenamente con mi discurso, con mi análisis, con mi enfoque y mi posición frente a esos mismos problemas. Era como si el imbécil repitiera todos y cada uno de mis pensamientos, de mis opiniones, de mis querencias, filias y fobias intelectuales. Una vez que se hubo marchado me quedé perplejo y asustado. Como en un espejo me había sentido reflejado, me había visto a mí mismo exponer mi pensamiento de una manera inequívoca y llana. Era el discurso que me definía, que me representaba ante los demás, pero la persona que lo había expuesto no era yo, sino un soberano imbécil. ¿Qué nefasta consecuencia debía sacar de este encuentro? Por más ecuaciones que diseñé para definir el suceso el resultado final siempre era que a = b, siendo a yo y b el imbécil. Así que desde ayer soy miembro numerario del selecto club de los imbéciles, para servir a Dios y a todos ustedes.

14.7.10

160. Toros en el Magreb


          Los órdenes arquitectónicos griegos, los arquitectos griegos ordenados, la arquitectura ordenada griega y las órdenes de arquitectos griegos son todo la misma cosa. La columna protodórica, el friso mesojónico y las metopas tardocorintias son la misma cosa. Los fustes de los elementos sustentantes, con su variable número de acanaladuras y su diferente profundidad, la mesura singular de los triglifos y la riqueza plástica de sus tímpanos son todo ello la misma cosa. En conjunto y en sus partes la Hélade, el concepto histórico del Peloponeso, las ciudades-estados de genealogía micénica y un ágora encendida de proteicos discursos son todo la misma cosa. Provenimos de "la cosa" y nos dirigimos a "otra cosa" muy alejada en el tiempo y en el espacio de la "cosa primigenia". La Biblia se diferencia de lo griego en que es "muchas cosas", no "la cosa". La Biblia es: prepucios desgarrados, batallas de hombres contra hombres-insecto, genealogía de algunos ríos, hombres locos, llanto eterno, cruces curiosas, cruces curiosos y mucha muerte. La Biblia nos separa del tiempo griego y de la tierra griega, con todo lo que ello supuso y supone.

          Todo lo que acabo de referir es cierto, aunque no soy cristiano viejo ni tomo jamás yogur, si acaso tomo alguna vez una mousaka bendecida en el almuerzo, pero sólo de vez en cuando.

9.7.10

159. La samba como excusa


          "Pervirtamos el sentimiento y demos alas al enojo. Se nos insta de continuo al abordaje de naves desconocidas y a la conquista de islas ignotas. El griterío nos embravece y nos estimula en el fragor del asalto. Las hormonas guerreras nos dejan sin aliento gran parte de nuestra capacidad de pensamiento racional. Ha de ser así, si hacemos caso de lo que nos dicen nuestros estrategas y adalides. No pensar es el arma más deletérea del guerrero, y los generales lo saben, y le incitan a dejar su mente en blanco, nieve dura y espesa sobre la que erigen el palacio del poder y la gloria efímera de la batalla. Pervirtamos, pues, el sentimiento, y dispersemos nuestro enojo sobre el yermo de la llanura que humea aún tras la quema de rastrojos, tras el exterminio de nuestras preguntas sin respuestas. El enojo será nuestra punta de lanza invertida, regresaremos de nuestras batidas, de nuestras cargas contra el débil enemigo, de nuestras montaraces razzias, y de nuevo en el punto de partida dominaremos el futuro cuestionándonos el pasado y gozando de un presente más limpio, bruñido y acrisolado...

          Palabra de Dios..."

6.7.10

158. ¡Por fin, ya tengo el iZot!


          Voy desinteresadamente a darles un dato que desconocen. Si miran en su biblioteca, observarán que la mayoría de los libros que, ordenada o desordenadamente, descansan en los anaqueles tiene 342 páginas. En mis observaciones por bibliotecas de medio mundo he llegado a esta conclusión numérica: de cada 100 libros, 74 tienen 342 páginas. Mi afición por los libros viene de mi afición por las bibliotecarias. Estas mujeres son muy especiales para mí. Suelen ser gordas sin excesos y muy blandas de carnes,  flaciditas, como si su tejido subcutáneo fuera de la consistencia del flan chino Mandarín®. En la cama son pasivas y risueñas, y a todas les salen hoyuelos en los sitios más insospechados cuando ríen. Suelen tener hermanos deficientes mentales y son muy aficionadas a los gatos. Bibliotecarias fueron mis dos primeras novias, también lo fueron mi primera y mi segunda mujer, y mi amante actual. Incluso mi única experiencia homosexual fue con el actual encargado de préstamos en la biblioteca de Coimbra, el gordito Melho.

2.7.10

157. Los horrores de la copla


          Jacinto Amaya Amorós nació en Moraleda de Zafayona, provincia de Granada. Nadie lo sabe, pero fue el primer traductor al caló del Finnegans Wake de James Joyce. No le reportó un ochavo ni le abrió las puertas de ninguna cátedra, pero sí le dio el espíritu necesario para poner un bar literario en Albolote y una casa de niñas en Atarfe. A los dos años de abierto, entró el primer cliente en el bar de Albolote, que no era otro que el chino Huan, premio Nobel de jardinería y asesor de la Santa Sede para asuntos de corsetería antigua. En realidad entró confundido, pensando que había llegado a la casa de lenocinio de Atarfe. Jacinto cerró el negocio literario, traspasó el lupanar de Atarfe y se fue con el chino Huan a Palamós, donde fundaron una iglesia zen de raíces cuáqueras: Los Hermanos de la Quinta Mazorca. La unión de los fundadores, Jacinto y Huan, con dos apoderados del Banco Bilbao-Vizcaya de Palamós, dio origen al consorcio ASTROLABIO de tan amplia implantación en toda la zona Mediterránea. Al poco tiempo, Huan murió y se hizo cargo del 25% del negocio su hermana Tránsito, casada con el pretor Spitero. De aquí a la invención del Calisay® tan sólo fue dar un pequeño paso.

29.6.10

156. La realidad catalana


          Sepamos lo que sepamos de la rosa nunca conoceremos lo que piensa y sufre en primavera. Particularmente me importa una higa lo que piensa y sufre una rosa en primavera; una rosa o un melón, claro está. Es más, estoy convencido de que las rosas (o los melones) no experimentan exactamente lo que nosotros denominamos "pensamientos". Aunque adoro la poesía, abomino de los poetas. He asesinado muy poco, apenas nada durante los años que llevo de vida (cincuenta y tres), pero mis víctimas han sido siempre poetas. Hay cosas que deberían de existir sin causa ni origen, ser eternas, quedar al margen de las ciencias inquisitivas que investigan su génesis, y la poesía sería una de estas cosas. Me gusta la idea de una rosa pensante (o de un melón pensante), me la suda el pensamiento en sí. Y aborrezco al miserable que lo plasma en un papiro. El arte en general debería carecer de progenitores. Picasso era un cubo de basura ideológica; Dante, el único cursi de la Baja Edad Media; Lorca, un modelo para anuncios de brillantina; Byron, un cojo bribón; Cervantes, un técnico en bestsellers amanerado; Botero, un tontolculo con glaucomas; Mozart, un niño moña mortecino...

          Hiérome la palma de la mano con el tallo de la rosa.

          Su puta madre.

28.6.10

155. Hasta aquí hemos llegado, María Pilar


          A todo el mundo hoy le ha dado por hablar del liberalismo económico (ya saben: Malthus, Adam Smith, Stuart Mills...). Quizá se deba a que los almendros han florecido o a que los leguleyos castellanos abandonan sus despachos y covachuelas para unir sus destinos a los de La Mesta. Todos hablan hoy de si intervencionismo sí o intervencionismo no, si hay que poner velas al proteccionismo o sumirlo en el albañal del olvido. Yo creo que todo esto se debe al cambio cismático o al calentamiento tribal en el que nos sumen la clase política y sus denostadas biografías. En economía domino varias materias. Soy autor de numerosas recensiones en las mejores revistas profesionales. Tengo columna propia diaria en The Economist y en el Episcopalian Commercial Journal, y he escrito numerosos libros de cuentos infantiles para los hijos de profesores de economía comparada de las principales universidades norteamericanas y canadienses. Soy comisionado de la U.N.E.S.C.O. para las actividades de proselitismo financiero en el Cono Sur, y me ha sido concedida la Medalla del Congreso Norteamericano con distintivo azul por mis servicios desinteresados en la consecución de la supresión de anomalías en los nuevos recortes presupuestarios para las escuelas de niños deficientes afroamericanos de Chicago. Mi nombre es David Ricardo y nací en el condado de Forgainsex, cerca de Bristol.

23.6.10

154. Óperas inacabadas


          Los nombres intercambiables de las flores, de la mayoría de los animales y de los astros. París bien valía haberse llamado Persépolis. Los nombres de los santos. El nombre de los vientos, sus dioses y los templos que los acogen. Nunca el rosario en las manos de mi madre, siempre los granos de luz en el cendal de la bruja joven y seductora. Los nombres, siempre ellos. La madeja (pétalo de Samoa) se devana entre vergas de bambú ("bambú" sí es "bambú", como "sangre" también lo es). Dios nombra como abomina. Somos y tenemos que ser algo, porque alguien escondido en la vorágine de lodo así lo dispuso. Pero el árbol es el horizonte y la niebla acude con presteza a otros nombres no por conocidos menos verdaderos (cadalso, pez, luna...). Gramáticos no faltan en este vergel de letras, si acaso sobran a millares. Nos faltan dioses con gramáticas verdaderas que sólo crean en el sustantivo, que no quieran ser verbo y que desprecien los adjetivos en general y "turbulento" en particular. Iletrados que somos y seremos, pero que acaso no fuimos. El nombre de nuestros pueblos, el nombre de nuestras metas (palabra del diablo, mejor "desfile"). En el infierno, todo bien denominado, dispuesto con corrección, sólo se observa lo nombrable. Súcubos e íncubos, perfectos en su esencia y discretísimos sabedores de todo.

21.6.10

153. Ensayos testiculares


          En la esquina oriental de la plaza se veía el almacén de sextantes de Mr. Pitt. Lleno de sextantes el escaparate y los estantes de la tienda-almacén. Lleno de sextantes el sótano y los altillos de la tienda-almacén. Los sextantes de Mr. Pitt se podría decir, sin faltar a la elegante y aconsejable virtud de la verdad, eran los mejores de la ciudad, e incluso los mejores de todo el condado de Cork. Él mismo los fabricaba utilizando materias primas de primer orden: cedros del Líbano, cobre de Priego, vidrio esloveno, cachemira de mongolia y cuernas de cebú de aquí, del autóctono. Empezó utilizando cebú criollo pero las mediciones de los sextantes demediaban algún gradito de latitud. Su mujer, la primera, de soltera Uganda Kincade (su padre fue el descubridor del río Nbuzúu, afluente del Zambeze, de ahí el nombre de la niña), su primera mujer, decía, fue la que le advirtió de la desviación de los aparatitos y la que le sugirió que utilizara el cebú irlandés, el de toda la vida. Había días de otoño que Mr. Pitt vendía medio millón de sextantes, y eso que no abría por las tardes ni tampoco los fines de semana, tiempo que empleaba en hacer manualmente los aparatos (los sextantes, claro; a estas alturas del relato ya deberían saberlo) y en dar goce carnal a Uganda al principio, y posteriormente a Priscilla, su segunda esposa, de soltera Priscilla Vaughan, hija de Sir Peter Vaughan, archidiácono de Blumbest y lector junior en el Trinity College de Dublín.

18.6.10

152. Bestiario 01


          ZOLIC: Es el estercolero de los Nhutos, pueblo de raigambre selvática y señores de los pantanos. Su aspecto es el de un asno antropomórfico con duras escamas y ojos protuberantes. La ferocidad que lo caracteriza es emblemática pero falsa. Por tanto su victimario es inexistente, lo que no le impide hacerse fuerte en su fama literaria y acordarse con otros homúnculos ciertamente crueles y lesivos, como los Triscos y los Siringos. Su maldad, como veremos es impuesta por las circunstancias, no por imperativo categórico. Recoge el estiércol de las aldeas próximas a los pantanos y zonas lacustres limítrofes y lo deposita bajo los fresnos sagrados del bosque, donde los Nhutos lo devoran al amanecer. Se aloja en el hueco de árboles calcinados y su salmodia flemosa y gorjeante acompaña su sueño inquieto. Cohabita rara vez con ejemplares de su especie, haciéndolo a menudo con aves carroñeras a las que primero decapita y después de la coyunda ingiere. Se cubre en invierno con las plumas de dichas aves y en verano se sumerge en el cieno bituminoso que lo protege del magma de insectos que le rodea. Los Nhutos pagan sus servicios ofreciéndole una doncella en la estación de las anémonas. Zolic se empluma para la ocasión. La doncella fallece antes de llegar a la morada de Zolic, lo que excita sobradamente al estercolero y le hace cometer actos de tal sevicia y venalidad que su descripción rebasa el carácter moral y didáctico de esta obra.

15.6.10

151. Incertidumbre en el Elíseo


          Tengo una pulga deletérea en el centro de mi pecho. Es de una vesania etíope y su crueldad para conmigo es inaudita. Su misma inconsistencia, su tamaño grotesco la hace más diabólica en sus efectos. Su mal es desolador por cuanto nace de algo cercano a la nada. No consigo ahuyentarla, cada día se enraíza con una fuerza mayor en lo más profundo de mis vísceras, y allí sé que se regodea en su insidia infinita. Pensamos que el mal es una masa negra, informe, aterradora en su tamaño oceánico, pero lejos de ello el mal es la punta del más agudo alfiler, la mota de polvo suspendida en el mínimo rayo lunar, es casi la invisibilidad de la más ligera de las sombras. En mi caso es este insecto ínfimo y saltarín que bloquea todo brote de bondad o luz en mi corazón, que cercena nada más nacer cualquier instante de felicidad, que no me deja un ápice de libertad para un pensamiento libre y generoso. Quiero desgarrarme entero con mis propias manos, y lo haría si tuviera la certeza de encontrarlo, aunque fuera entre las telas de mi corazón, que enferma con su presencia día a día, minuto a minuto, lágrima a lágrima. ¿Quién puso a la pulga en mi interior y con qué fin? ¿A qué dios agrada la condición que padezco? ¿Por qué sospecho que la muerte no solucionará nada?

150. All tomorrow's parties


          Jamás me pude enterar por qué me llamo Macedonio. Preguntados mis padres por tal ocurrencia no supieron darme una respuesta. Ellos tampoco recordaban qué circunstancias especiales (porque tuvieron que ser especiales o mínimamente singulares) condujeron a mi inscripción en el Registro Civil con ese nombre. Ningún Macedonio constaba en ninguna de las ramas ya fueran cercanas o remotas de mi árbol genealógico. Mi nacimiento no coincidía con la festividad de san Macedonio Magnus (31 de abril). No teníamos antepasados helenos, y las tendencias religiosas familiares distaban mucho de las profesadas por el patriarca de Constantinopla Makedonios (342-370), practicante de un arrianismo radical y fundador de la secta de los neumatómacos. Tampoco nos gustan a los miembros de mi familia la mezcolanza de trocitos de fruta almibarada. Tan sólo conozco a un Macedonio, de apellido Fernández, escritor uruguayo o argentino, no recuerdo en este momento. Detesto mi nombre. Me gustaría haberme llamado César o Gaetano o Blasillo o Lisípides o Francesc o Malcom o Curzio o Arístides, pero nunca Macedonio, nunca.

6.6.10

149. París era una siesta


          En febrero de 1957 nació Mario Riquelme. Aquel invierno de heladas litúrgicas también nació Tomasito Posadas que, aunque sólo vivió once minutos, dejó una ingente cantidad de nada para repartir entre nadie. Mientras Mario nacía, moría Elia Cercedilla, la abuela de la Albufera, que a sus ciento ocho años bordaba todavía motivos valencianos en las trencas de sus bisnietos. Las personas, ya sean de orden o despojos sociales, nacen y mueren casi todos los días. No recordamos nuestro nacimiento, nadie lo recuerda, por lo que cabe la posibilidad de que sea camelo, de que a algún organismo internacional, ya sea de corte ecuménico o genocida, de carácter filántropo o totalitario, le interese que todos pensemos, sin posibilidad de alternativa, que hemos nacido, que hemos sido concebidos, y que nuestra madre se llama Rafaela, como es mi caso. Pero seguridad en ello no hay. Tampoco está claro eso de que todos morimos, nada sabemos de la muerte, conocemos la de los demás, pero no conocemos detalles de la nuestra. Así que he optado por considerarme eterno. Me sale barato, me evita la sumisión inhóspita a la desagradable nostalgia y me anula la incertidumbre y el miedo al punto final. El presente, como todos sabemos (quizás sea lo único que realmente sabemos), es una mierda soberana, pero con mi nueva condición de ser eterno, disfruto el presente (disfruto la mierda) de una manera distinta, de una manera, por qué no decirlo, divina.

          Buenas tardes.

25.5.10

148. Dulces recuerdos de Veracruz


          Oigo el deleznable rebuzno, sonido atroz, miserable y de largo reverbero, que me persigue en casa, y en el trabajo, y en el protésico, y en la mancebía de la esquina. Tengo un burro metido en mi interior, entre las entretelas de mi corazón sereno y dadivoso, en lo más recóndito de mi alma saducea. Lo tengo explayado, disuelto, tengo al burro espolvoreado en los poros y recovecos de mi piel gitana. Nazco cada mañana con el insoportable olor a burro hambriento. Me cocea de dentro afuera como si quisiera escapar de donde yo no lo retengo. ¡Que se vaya el burro asqueroso de mí!, ¡Que proceda a la migración, a la transubstanciación, a la metempsicosis, pero que salga de mí! Me sé burro y siento al burro inmanente en mí. Yo, que sólo he creído en la filosofía pragmática; yo, que he amado hasta la ternura las ideas situacionistas; yo, que he amamantado en mi academia a los últimos restos de jóvenes rebeldes, a los últimos e irreductibles soldados del pensamiento posmoderno... Y aquí yazgo yo, en la sumisión al burro interior, sodomizado desde dentro por un asno belicoso y nocivo, que aturde las vísceras y las glándulas y los órganos que no le pertenecen y de los que se ha apoderado como un colono loco e insaciable.

          El burro se llama Platero, es peludo, pequeño y suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón.

          ¡Sus muertos!

21.5.10

147. Festival de cositas amenas


          El gen causante de la dilatación de nuestro iris se encuentra en el cromosoma 17 (también llamado cromosoma argentino o simplemente cromosoma Ernesto). Por eso, a los habitantes de Kiosmo, pequeño islote del archipiélago Imohn, al noroeste de la ciudad costera de Dafos, en el Adriático, por eso, decía, a los habitantes de este islote, provenientes en un 85% de una familia o tronco común con múltiples uniones endogámicas a lo largo de los siglos, por eso decía, a estos isleños endogámicos del mar adriático, todos ellos con el mismo apellido, Vassiliadis, a todos ellos, decía, les falta la capacidad de dilatar el iris de sus bellos ojos griegos. ¿Y por qué? Pues porque carecen del gen dilatador del iris que se encuentra en el cromosoma 17, ya saben, el argentino, el cromosoma Ernesto, ¿recuerdan? Pues bien, estos hombres y mujeres no dilatan sus iris en ninguna de las tres circunstancias clásicas o canónicas en que se dilata el iris en general: a) mirando amaneceres con el pensamiento puesto en  atardeceres casi olvidados; b) observando con detenimiento a tu propia mujer, es decir a cualquier mujer; o c) siendo sorprendidos por un relámpago otoñal mientras se practican buenas acciones sin ser conscientes de casi nada. Estos isleños son trabajadores haraganes, doctores en estulticia y personas de un serio carácter risueño y soñoliento. Amo su isla, pero solo porque está cerca de otra, casi pegada a ella, y que todos ustedes ya saben seguro a qué isla me estoy refiriendo.

19.5.10

146. ¿Qué hay detrás de la tos?


          Las tumbas de los poetas (si no han visto alguna no sigan leyendo) se destacan de las demás por cuatro características primordiales: 1) Tienden a lo octogonal (octogonalidad); 2) Les crecen, cercanas, flores pequeñas, como la Tricophilia; 3) Huelen a chalina, levita y a cabritilla rancia; y 4) Se oye alrededor el trino de pájaros inexistentes. Comprueben lo que digo el próximo domingo: lleven a su esposa o a su marido y a sus hijos a pasear por el cementerio de su ciudad y dirijan sus pasos hacia los restos mortales inhumados de los numerosos poetas que a buen seguro residieron en sus calles. Es natural que para acercarse al mundo de la poesía haya que ser un poco poeta. A veces alguien se cree dotado con el arte de Calíope o de Erato, pero no es un verdadero poeta. Para comprobarlo, sólo tiene que morir y solicitar a un deudo que acuda a su tumba. Si el amigo percibe una cierta rectangularidad de la losa, si atisba alrededor de la fosa tierra seca o arbustos desmedidos, si sólo percibe el aroma de la soledad y el viento, y si cruzan frente a ella vencejos desaforados y ríspidos, entonces debe humildemente hacer encallar el velero de la veleidad artística  de su amigo muerto y suspirar por el bien que hubiera sido, pero que desgraciadamente sólo fue una falsa esperanza.

17.5.10

145. Termodinámica básica para novilleros


          Me hallo muy impactado por el conocimiento al que he tenido hace poco acceso sobre el calendario de fiestas judías. El rabino Mashrack, el más viejo de todos los rabinos del Medio Oeste norteamericano, me hizo partícipe (algo inaudito para un gentil como yo) de los orígenes de las 33 fiestas de carácter sagrado que posee la religión judaica. A continuación expondré pormenorizadamente cada una de ellas: El día era tan lluvioso que me enteré demasiado tarde. "Pas-de-zephyr" es un complicadísimo paso de ballet del que dudo de su existencia real. También dudo de la existencia real del ave sudamericana "tinamú". Los neo-paganos que no querían a Akón III de Noruega, en vez de echarlo del país, lo tostaron en piedras volcánicas para dar ejemplo a los elfos y a los enanitos del bosque. Ombú, blenda y monacato son las palabras menos visitadas en el Diccionario Enciclopédico de la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford. Y tú, Candelita, deja de sorberte los mocos como una cualquiera. Parece mentira que te hayas educado en Suiza con las hijas de las cortesanas más decentes de Europa. El primo Leopoldo, que vendrá mañana, traerá deditos de San Gil, y pezoncillos de Santa Tania Nonata que tanto te gustan. Ayer, precisamente me enteré leyendo El Pionero, que hubo un gran aforista norteamericano que a la sazón fue un gran jugador de béisbol; tenía un nombre muy curioso: Yogi Berra, precisamente como la fiesta judía del 22 de enero que conmemora cuando las tropas de Ananías le practicaron la circuncisión, quieras que no, a más de 20.000 filisteos prisioneros.

15.5.10

144. Diálogo de sepias


          Esta mañana me he levantado muy temprano, y tras abonar el terruño con guindas en aguardiente, me he arrellanado en el sillón orejero y me he dispuesto a escuchar el Concierto para Doscientos Metrónomos de Ligeti. A mitad de la pieza me entró un ansia inesperada e inaplazable de conocer a una meretriz. Así que me dirigí con gran presteza al Palacio Arzobispal donde su titular, amigo desde la infancia allá en el Colegio de los Hermanos Carmelitanos de Éibar, me permitió el acceso a los Libros Negros Censitarios de Mujeres Perdidas. Lilian Morales, "la Cimarrona" fue la elegida al azar. Sus señas eran: Avda. Plutarco Elías, 29 (Club "La Chacharita") 84200 Agua Prieta, Sonora. México. Monseñor, en un gesto que le honra, puso a mi disposición su jet privado, y tras doce horas de vuelo he llegado a mi destino. La Chacharita todavía estará abierta, supongo. Tras acicalarme llego al local de alterne. Pregunto por ella a un enano zambo con sombrero tejano y me indica que se halla en la parte de atrás. Allí me dirijo con él. Me señala con su dedo ensortijado a una enana zamba con sombrero mejicano. Me presento y pone cara de enana zamba exasperada. Dice estar hasta sus partes de Ligeti. Odia la música clásica contemporánea en general y a Ligeti en particular. Docenas de visitantes de todos los países del mundo vienen a asediarla tras la audición de no sé qué vaina de música de metrónomos. Así que me ha mandado a chingar a mi madre.

12.5.10

143. Contoneos sindicales


          Me escuecen las uñas de vergüenza cuando la veo pasar por la vereda. Con su cántara de mimbre y su canasto de loza, tan risueña y grácil como un calamar de pozo, con su toquilla de graba y su mandilito de musgo fresco. Me muero de la vergüenza porque recuerdo cuando le agredí con mis palabras de burdo jornalero calabrés. Yo la requebré de amores y ella bajó su mirada de virgen sarda y corrió a la cueva de La Negrilla para restañar las heridas a su honor por mí infringidas. Ella es tan débil y frágil como una semilla de gladiolo azucarada, como el aceite que destilan las castañas en Basora. Allí la veo en el recodo del camino. Su trenza se bambolea como un incensario gallego aromando las zarzas de los campos, y sus caderas crean la música para el baile de la primavera. Y mi cara enrojece como la manzana de la bruja mala y me resbalan dos lagrimones sucios por los surcos de mi cara campesina, cara de vergüenza, cara de mineral antiguo. El cura me absuelve pero mi pensamiento quema y mis vellos se encrespan como crestas de gallo cuando la veo. Voy a comprarle un vestido para la romería, un vestido sencillo de piqué, en tonos lavanda, con mangas evasé, fruncidito al talle, escote a la caja y con un poquito de vuelo, algo a la vez elegante y muy ponible. Yo creo que le quedará bien.

10.5.10

142. Ritchie Montesinos conquista Nashville


          Pocos herejes en África tan oscuros como Sabelio. Nacido en libia a mediados del siglo III, se sabe que su madre era nubia, y de su padre sólo se conoce su afición por la leche de camella, de la que bebía grandes cantidades directamente de la ubre del animal; este hecho le hacía muy popular por los alrededores de la que hoy conocemos como Trípoli y que en aquella época se llamaba Oea. Sabelio creció feliz, aunque ligeramente avergonzado por la extraña conducta alimenticia de su padre. Pero su madre le llenó de amor y supo inculcarle los tres valores fundamentales que los nubios establecen prioritarios para alcanzar la perfección del cuerpo y del alma: a) Procura que los que te rodean no te amenacen con lanzas; b) Sé tú, en todo caso, el de la lanza; y c) No mezcles los dátiles con el adobo de ñu. Sabelio nunca olvidó los tres preceptos maternos, y marchó a Roma a ciscarse en el misterio de la Santísima Trinidad, algo que no gustó en las catacumbas, donde seguían reuniéndose por costumbre y tradición los cristianos hermanos en Cristo. Y el primero de los papas Calixtos, es decir, Calixto, le persiguió todo lo que pudo. Posteriores ciscadores Trinitarios le hicieron sombra. Hasta hubo algún heresiarca que preconizó que la Santísima Trinidad constaba de nueve elementos, tres elementos divinos, tres humanos y tres adimensionales. Pero en fin, Sabelio, excomulgado y pobre como una rata volvió a Oea. Allí se enteró de la muerte de su madre. A los pocos días y con un hambre insoportable encontró a su padre que gustoso le ofreció una de las ubres de la camella bajo la que se encontraba. Y Sabelio mamó, y ya para siempre, de las solícitas y plácidas camellas del desierto libio.

8.5.10

141. Érase una nuez


          Tengo delante un plato de lentejas. Todas están boca arriba o boca abajo, ninguna de lado. Si alguna lo estuviera conformaría alguna elipse, pero en mi plato no hay elipse alguna, sólo circunferencias planas de 2,5 mm de diámetro. Ya sé que las lentejas no son planas, son estructuras lenticulares, pero desde mi disposición de comensal, y ya que mi disertación no aborda problemas geométricos sino metafísicos, importa bien poco tal particular. Mis lentejas tienen un aspecto expectante, las que están boca arriba me miran. Deduzco por algo intangible en sus miradas que la causa de su estado expectante no lo constituye el hecho de que en breve van a ser ingeridas y digeridas, sino que su curiosidad esperanzada se halla en la perspectiva de que haga con ellas algo diferente. Y pronto deduzco que ellas saben que yo lo sé. Entonces se agitan un poco al comunicárselo unas a otras (las que están boca arriba a las que están boca abajo, y éstas a las que están en capas inferiores). Así que no me las comeré. He pensado que a cincuenta y cuatro de ellas les haré un trajecito regional correspondiente a las cincuenta y cuatro provincias españolas. A veinticuatro de las más perspicaces las enviaré al extranjero por valija diplomática. A treinta las inscribiré en la Escuela Andaluza de Idiomas para Legumbres, y al resto, unas doscientas, las mandaré a predicar a la zona del Juijui, en la amazonía venezolana.

          Espero que de segundo haya algo consistente. Sé que de postre hay natillas con galleta.