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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
28.11.10
186. Réquiem por todos nosotros
25.11.10
185. La pesca del ampiflón
- Debería alejársela, Conde. Me preocupa su peso.
- A mí me preocupa su simpleza de carácter y sus pelos, querida Baronesa.
- Su grosería marcha a la par que sus kilos, Conde.
- Y la pobreza de sus ralos cabellos es directamente proporcional al aumento de los pelos de su ya frondoso bigote.
- Es usted insoportable, no comprendo cómo lo puede aguantar la condesa.
- Probablemente por mi fortuna y porque de mí depende toda su familia.
- Ni por todo el oro del mundo viviría yo a su lado.
- Yo, ya ve usted, sí que viviría por dinero con usted; por mucho dinero, claro está; sería la única manera.
- De joven era usted mucho más contenido y elegante.
- Usted, querida Baronesa, en cambio, de joven era tan vieja como lo es ahora. Siempre fue usted una anciana.
- ¿Qué le hace a usted, Conde, ser tan cruel con todos los que le rodean?
- Quizás el hecho de que los veo a todos como moscas zumbando alrededor de un pastel que ni les pertenece ni jamás alcanzarán a probar. Forman un insoportable enjambre de mediocridad y monotonía exasperante.
- ¿Se considera usted mejor que todos ellos?
- Sin duda, Baronesa, sin duda. Y usted, ha de reconocer, prefiere mi compañía a la suya, aunque me cisque una por una en todas sus convenciones, en las suyas y en las de ellos, y desprecie la repugnante sociedad que han montado en esta agreste y bella región; bella hasta que aparecieron todos ustedes con su séquito de inanes saltimbanquis.
(¿Continuará?)
21.11.10
184. La quiebra de Louis Vuitton
20.11.10
183. Levitaciones en la antigua calle del Pino
17.11.10
182. Un día en la vida de Hugo Haas
29.10.10
181. El estadio de Balaídos
28.10.10
180. Un mundo multicolor y escaso
26.10.10
179. Gentilicios
20.9.10
178. El hombre del sombreo oblongo
13.9.10
177. No más hip-hop
8.9.10
176. Bestiario 03
6.9.10
175. La falda blanca de Nelson Mönic
Los hilos de petróleo brotan por los poros. Es el oro negro del sufrimiento. La hez de la amargura inconcreta resbalando en guarismos de emoción tergiversada. La cara como continente maldito, apenas vibrante y pobre. Todo surge en esa faz. La catatonia inmensa de la voz se multiplica en cada hilo oscuro y aberrante que sale a pequeños borbotones sincopados. Es el sudor del infierno, el grumoso albañal que rebosa espontáneo, bituminoso y final. Se divisan las avenidas de tilos envenenadas que hacen recordar los dardos con los que la muerte no quiso vencer, los vapores exterminadores que no inspiraron los vencidos pulmones, esas vísceras difíciles de entender. Todo queda suspendido, todo queda desgarrado en la alambrada espinosa de la duda. Los futuros se dividen y sólo quedan partículas de tiempo en un mundo de espacios deshilachados. La melancolía lo invade todo desde atrás, desde abajo. Es una espuma negra y algodonosa que va tapizando el horizonte cercano, que nos va ensamblando a todos en las celdas del panal gelatinoso y aciago. Ya no se oye nada, sólo el estertor constante de los que van a desaparecer, ese estertor que nace con vocación de ser el último expirado por los pulmones, esas vísceras tan difíciles de entender.
1.9.10
174. El botón de nácar
29.8.10
173. Una estampa floral desvaída
28.8.10
172. El cancionero romaní (Extracto)
27.8.10
171. Tierna muerte, acude a mí
24.8.10
170. El mejor amigo de don Juan Carlos
Segunda parte del silogismo: la hulla galesa posee un poder calorífico muy superior a la hulla de la cuenca del Nervión. Aquí, en esta premisa, no tengo nada que añadir; las cosas son como son; para demagogias ya nos basta y nos sobra con Mosén Agustí.
La conclusión: la conclusión (se ve desde lejos) no será lógica sino paragógica, y la dejo en sus manos. Les daré una pista: hubo en Versalles un jardinero de nombre Maurice, que fumaba una mezcla de tabaco antillano y polvo de dinamita. Su cabeza rodó, como tantas otras, en la plaza de la Concordia. Si Jacques Derrida hubiera deambulado por las calles de París en los tiempos de la Comuna, no se hubiera derramado tanta sangre, o tal vez sí, pero de otra manera.
23.8.10
169. Todos somos estadounidenses
22.8.10
168. Voluptuosa Jennie
Diocles, auriga famosísimo en su tiempo, era nacido en Hispania. Ganó 1.462 carreras durante su larga trayectoria profesional, y se retiró en el año 146 d. C., cumplidos los 42 años. Su fortuna alcanzó la cifra de 35 millones de sestercios. Roma lo adoraba. Su dorado retiro en Marsilia, no obstante, duró algo menos de un año, pues el emperador Diocleciano le obligó a aceptar el cargo de procónsul en la región de Tracia. Diocles, sin ninguna experiencia en asuntos diplomáticos, consiguió sin proponérselo enemistar a las tribus de la costa con los clanes de la montaña, originando a la postre una guerra civil en el territorio tracio que diezmó la población y desestabilizó esa importante zona del Imperio. Llamado a Roma con premura, el emperador lo humilló frente al Senado, arrancándole personalmente los cingulae de la fibula y obligándole a volver no al circo en calidad de auriga, sino al anfiteatro en calidad de gladiador. En su primer combate perdió el ojo derecho y el brazo izquierdo. En su segundo y último combate perdió el ojo izquierdo y el brazo derecho. Manco y ciego, pero con su fortuna intacta, intentó volver a Marsilia, pero la tríada capitolina formada por Júpiter, Juno y Minerva, dispuso que una tempestad devorara la embarcación en que Diocles intentaba escapar de su negro destino. El desastre ocurrió al norte de la isla de Córcega, a cuatro millas marinas del cabo Orsini, cerca del pequeño puerto de Montecaffino, pueblecito donde diez siglos después nacería el insigne poeta corso Ariosto Ariani.
18.8.10
167. El ciervo y la gusana
Un beso muy gordo, te quiero:
Mari Puri.
28.7.10
166. Helado de leña
Ettore Majorana, físico italiano desaparecido en 1938, tenía una hermana sordomuda de nacimiento que le ayudaba en los quehaceres del laboratorio. Se rumoreó que fue ella la verdadera artífice de la famosa "Teoría del protón austero" y de la no menos famosa "Ecuación de Mejorana", proceso matemático que ponía patas arriba los hallazgos de Huymann en el campo de los grupos moleculares convexos. Dado a las bebidas blancas de alta graduación alcohólica, Ettore no estaba casi nunca para nada y es probable que los rumores de su apocrifia sean ciertos, o al menos, altamente probables. La diletante sordomuda, de nombre Silvana, también bebía, pero sólo bebidas gaseosas, con cuantas más burbujas mejor. Se profesaban un amor fraternal y un respeto mutuo, pero no todos los días, ocurriendo que los fines de semana aparecía en su relación un odio fraterno poco respetuoso, en ocasiones feroz y con violentas consecuencias físicas para ambos. Quedaron huérfanos muy pronto y fueron criados por unas monjas mendicantes de Sorrento, las Hermanas Capuchinas Humilladas. Posteriormente fueron puestos en venta por las hermanas una vez adiestrados y aseados, acabando ambos en el castillo de Francesco Pianolla, donde fueron educados en las artes de la física él, y en las del amor galante ella. Otro día, quizás, continuaremos la historia de Ettore y Silvana, pero es que tengo que ir inmediatamente, con gran premura, diría yo, a hacer de vientre.
26.7.10
165. Maltrecha simiente, además de venenosa
23.7.10
164. Un ramito de biznaga
19.7.10
163. Mucho mejor con moño
16.7.10
162. Bestiario 02
15.7.10
161. Impresiones de un vencejo
14.7.10
160. Toros en el Magreb
Todo lo que acabo de referir es cierto, aunque no soy cristiano viejo ni tomo jamás yogur, si acaso tomo alguna vez una mousaka bendecida en el almuerzo, pero sólo de vez en cuando.
9.7.10
159. La samba como excusa
Palabra de Dios..."
6.7.10
158. ¡Por fin, ya tengo el iZot!
2.7.10
157. Los horrores de la copla
29.6.10
156. La realidad catalana
Hiérome la palma de la mano con el tallo de la rosa.
Su puta madre.
28.6.10
155. Hasta aquí hemos llegado, María Pilar
23.6.10
154. Óperas inacabadas
21.6.10
153. Ensayos testiculares
18.6.10
152. Bestiario 01
15.6.10
151. Incertidumbre en el Elíseo
150. All tomorrow's parties
6.6.10
149. París era una siesta
Buenas tardes.
25.5.10
148. Dulces recuerdos de Veracruz
El burro se llama Platero, es peludo, pequeño y suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón.
¡Sus muertos!
21.5.10
147. Festival de cositas amenas
19.5.10
146. ¿Qué hay detrás de la tos?
17.5.10
145. Termodinámica básica para novilleros
15.5.10
144. Diálogo de sepias
12.5.10
143. Contoneos sindicales
10.5.10
142. Ritchie Montesinos conquista Nashville
Pocos herejes en África tan oscuros como Sabelio. Nacido en libia a mediados del siglo III, se sabe que su madre era nubia, y de su padre sólo se conoce su afición por la leche de camella, de la que bebía grandes cantidades directamente de la ubre del animal; este hecho le hacía muy popular por los alrededores de la que hoy conocemos como Trípoli y que en aquella época se llamaba Oea. Sabelio creció feliz, aunque ligeramente avergonzado por la extraña conducta alimenticia de su padre. Pero su madre le llenó de amor y supo inculcarle los tres valores fundamentales que los nubios establecen prioritarios para alcanzar la perfección del cuerpo y del alma: a) Procura que los que te rodean no te amenacen con lanzas; b) Sé tú, en todo caso, el de la lanza; y c) No mezcles los dátiles con el adobo de ñu. Sabelio nunca olvidó los tres preceptos maternos, y marchó a Roma a ciscarse en el misterio de la Santísima Trinidad, algo que no gustó en las catacumbas, donde seguían reuniéndose por costumbre y tradición los cristianos hermanos en Cristo. Y el primero de los papas Calixtos, es decir, Calixto, le persiguió todo lo que pudo. Posteriores ciscadores Trinitarios le hicieron sombra. Hasta hubo algún heresiarca que preconizó que la Santísima Trinidad constaba de nueve elementos, tres elementos divinos, tres humanos y tres adimensionales. Pero en fin, Sabelio, excomulgado y pobre como una rata volvió a Oea. Allí se enteró de la muerte de su madre. A los pocos días y con un hambre insoportable encontró a su padre que gustoso le ofreció una de las ubres de la camella bajo la que se encontraba. Y Sabelio mamó, y ya para siempre, de las solícitas y plácidas camellas del desierto libio.
8.5.10
141. Érase una nuez
Espero que de segundo haya algo consistente. Sé que de postre hay natillas con galleta.
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