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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



26.10.10

179. Gentilicios


          Nenúfar es una palabra que utilizo mucho más que cualquier otro pobre talabartero. Sarraceno es la que más utilizaba antes de la Primera Guerra Mundial, pero ya estamos en la Cuarta y ha quedado pasada de moda, e incluso obscena. Naturalmente, cuando se siente uno muy deshojado por la desidia de los demás, brotan de uno palabras algo más salobres, menos acogedoras y templadas. Los demás duelen mucho cuando no son ellos los que se duelen. E incluso cuando se duelen de ellos mismos, duelen a los que nos duelen los demás, por el simple hecho de no ser nosotros. Es doloroso a veces no ser los otros. Yo dispongo de lágrimas precisas, específicas, para esa pena de no ser ellos. Entristezco muchas veces durante la mañana, en la calle, por no ser las personas con las que me cruzo. No deseo parecerme a ellas, quiero ser ellas. Sé que sus palabras preferidas no son las mías, son otras, es posible que más llanas y hermosas. Ayer pasé junto a una vendedora de pétalos de dalias cuya palabra amada era trotamundos, y más tarde tropecé con un ciclista negro que sonreía pensando en el vocablo gnihmóo que en camerunés significa amores compartidos. Deambulo por las calles queriendo ser los otros y los otros deambulan por las palabras queriendo ser mis espejos. Ahora cada vez me ocurre menos, porque tengo un espejo lleno de palabras que me enseña pasadizos secretos por ciudades lacustres. El espejo que poseo es una mujer. Sabia. Eterna. Dorada, pero no me conoce.