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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



28.10.10

180. Un mundo multicolor y escaso


          Es un pueblo con gran desorden en su enorme agujero. En su interior nadean (esta palabra no existe, pero debería) gentes de color cobrizo y animales en fase embalsamada, translúcidos algunos, y semejantes a lucios de piedra, otros. Paso a su través con mi tienda trashumante de refrescos de zarzamora y peritas de San Juan. Conozco a las muchachas del pueblo que con gracia poco definida, enarbolan alfanjes oxidados cuando me ven pasar. Sus novios, mineros rojos en su mayoría, me disparan bengalas de colores diversos y llamativos. En la escuela de Artes y Oficios vendo mi material y marcho con pena contenida hacia parajes más hostiles, más agrestes en sus costumbres, más beligerantes con las gaseosas que despacho. Me llamo Gummo Marx, soy el quinto de los afamados hermanos newyorkinos; tengo ciento veintiséis años; canto tres canciones, las únicas que me sé, algo obscenas porque son del tiempo en que actuaba con mis cuatro hermanos en los más tirados bujíos de Coney Island (la palabra bujío tampoco existe, e igualmente debería). También toco algo el saxofón alto y el ukelele. Me separé de ellos durante la Segunda Gran Guerra, siguiendo a una mujer afgana de nombre impronunciable, a la que llamo cariñosamente Jgjhtzcjgb. Soy, además un adúltero incorregible pues la engaño con las chicas de los alfanjes oxidados, con los mineros rojos y con algún que otro animal embalsamado. Las gaseosas las hago yo mismo con cosas que me voy encontrando por esos andurriales de Dios.