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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



6.6.10

149. París era una siesta


          En febrero de 1957 nació Mario Riquelme. Aquel invierno de heladas litúrgicas también nació Tomasito Posadas que, aunque sólo vivió once minutos, dejó una ingente cantidad de nada para repartir entre nadie. Mientras Mario nacía, moría Elia Cercedilla, la abuela de la Albufera, que a sus ciento ocho años bordaba todavía motivos valencianos en las trencas de sus bisnietos. Las personas, ya sean de orden o despojos sociales, nacen y mueren casi todos los días. No recordamos nuestro nacimiento, nadie lo recuerda, por lo que cabe la posibilidad de que sea camelo, de que a algún organismo internacional, ya sea de corte ecuménico o genocida, de carácter filántropo o totalitario, le interese que todos pensemos, sin posibilidad de alternativa, que hemos nacido, que hemos sido concebidos, y que nuestra madre se llama Rafaela, como es mi caso. Pero seguridad en ello no hay. Tampoco está claro eso de que todos morimos, nada sabemos de la muerte, conocemos la de los demás, pero no conocemos detalles de la nuestra. Así que he optado por considerarme eterno. Me sale barato, me evita la sumisión inhóspita a la desagradable nostalgia y me anula la incertidumbre y el miedo al punto final. El presente, como todos sabemos (quizás sea lo único que realmente sabemos), es una mierda soberana, pero con mi nueva condición de ser eterno, disfruto el presente (disfruto la mierda) de una manera distinta, de una manera, por qué no decirlo, divina.

          Buenas tardes.