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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



15.6.10

151. Incertidumbre en el Elíseo


          Tengo una pulga deletérea en el centro de mi pecho. Es de una vesania etíope y su crueldad para conmigo es inaudita. Su misma inconsistencia, su tamaño grotesco la hace más diabólica en sus efectos. Su mal es desolador por cuanto nace de algo cercano a la nada. No consigo ahuyentarla, cada día se enraíza con una fuerza mayor en lo más profundo de mis vísceras, y allí sé que se regodea en su insidia infinita. Pensamos que el mal es una masa negra, informe, aterradora en su tamaño oceánico, pero lejos de ello el mal es la punta del más agudo alfiler, la mota de polvo suspendida en el mínimo rayo lunar, es casi la invisibilidad de la más ligera de las sombras. En mi caso es este insecto ínfimo y saltarín que bloquea todo brote de bondad o luz en mi corazón, que cercena nada más nacer cualquier instante de felicidad, que no me deja un ápice de libertad para un pensamiento libre y generoso. Quiero desgarrarme entero con mis propias manos, y lo haría si tuviera la certeza de encontrarlo, aunque fuera entre las telas de mi corazón, que enferma con su presencia día a día, minuto a minuto, lágrima a lágrima. ¿Quién puso a la pulga en mi interior y con qué fin? ¿A qué dios agrada la condición que padezco? ¿Por qué sospecho que la muerte no solucionará nada?