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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



20.11.10

183. Levitaciones en la antigua calle del Pino


          La elocuencia de Gaetano era conocida y admirada en toda la región de Lombardía. De natural discreto y apocado, ante el atril del ateneo o desde el púlpito de la iglesia de San Andrés de Mantua, su verbo se engrandecía y su aura de demiurgo de la palabra se derramaba sobre sus oyentes como un leve y sedoso manto de sabias y benéficas palabras. Un día que leía su breviario devocional por el claustro soleado del palacio del mercader Giovanni Boniforte, se le apareció San Andrés atado en aspa a una cruz de roble. Gaetano, aterrado, quiso huir, pero sus pies se hicieron de plomo y la huida fue imposible. San Andrés, desde la cruz de su martirio, intentó calmarle con dulces palabras y gestos faciales de luminosa ternura. Nada consiguió el santo apóstol de Cafarnaún; el elocuente mantuano reventaba en alaridos ante la ruda visión del anciano crucificado. Tras los ímprobos esfuerzos por darle sosiego, San Andrés no tuvo más remedio que desistir y se esfumó con la misma celeridad con la que hizo su aparición. Con la capacidad de deambular recuperada, Gaetano salió en estampida y no paró de correr hasta que llegó a la torre dell'Orologio, donde con resuello acezante y el vello del cuerpo erizado, apostató a voz en grito de más de once religiones, antes de volverse loco y tartamudo y de ser encarcelado de por vida de manera sumaria tras sus descabellados e interminables discursos a favor de la quema de todos los robledales de Lombardía.