+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



25.11.10

185. La pesca del ampiflón


- ¿Me acerca la bandeja de petisúes, Baronesa?
- Debería alejársela, Conde. Me preocupa su peso.
- A mí me preocupa su simpleza de carácter y sus pelos, querida Baronesa.
- Su grosería marcha a la par que sus kilos, Conde.
- Y la pobreza de sus ralos cabellos es directamente proporcional al aumento de los pelos de su ya frondoso bigote.
- Es usted insoportable, no comprendo cómo lo puede aguantar la condesa.
- Probablemente por mi fortuna y porque de mí depende toda su familia.
- Ni por todo el oro del mundo viviría yo a su lado.
- Yo, ya ve usted, sí que viviría por dinero con usted; por mucho dinero, claro está; sería la única manera.
- De joven era usted mucho más contenido y elegante.
- Usted, querida Baronesa, en cambio, de joven era tan vieja como lo es ahora. Siempre fue usted una anciana.
- ¿Qué le hace a usted, Conde, ser tan cruel con todos los que le rodean?
- Quizás el hecho de que los veo a todos como moscas zumbando alrededor de un pastel que ni les pertenece ni jamás alcanzarán a probar. Forman un insoportable enjambre de mediocridad y monotonía exasperante.
- ¿Se considera usted mejor que todos ellos?
- Sin duda, Baronesa, sin duda. Y usted, ha de reconocer, prefiere mi compañía a la suya, aunque me cisque una por una en todas sus convenciones, en las suyas y en las de ellos, y desprecie la repugnante sociedad que han montado en esta agreste y bella región; bella hasta que aparecieron todos ustedes con su séquito de inanes saltimbanquis.

          (¿Continuará?)