Pocos herejes en África tan oscuros como Sabelio. Nacido en libia a mediados del siglo III, se sabe que su madre era nubia, y de su padre sólo se conoce su afición por la leche de camella, de la que bebía grandes cantidades directamente de la ubre del animal; este hecho le hacía muy popular por los alrededores de la que hoy conocemos como Trípoli y que en aquella época se llamaba Oea. Sabelio creció feliz, aunque ligeramente avergonzado por la extraña conducta alimenticia de su padre. Pero su madre le llenó de amor y supo inculcarle los tres valores fundamentales que los nubios establecen prioritarios para alcanzar la perfección del cuerpo y del alma: a) Procura que los que te rodean no te amenacen con lanzas; b) Sé tú, en todo caso, el de la lanza; y c) No mezcles los dátiles con el adobo de ñu. Sabelio nunca olvidó los tres preceptos maternos, y marchó a Roma a ciscarse en el misterio de la Santísima Trinidad, algo que no gustó en las catacumbas, donde seguían reuniéndose por costumbre y tradición los cristianos hermanos en Cristo. Y el primero de los papas Calixtos, es decir, Calixto, le persiguió todo lo que pudo. Posteriores ciscadores Trinitarios le hicieron sombra. Hasta hubo algún heresiarca que preconizó que la Santísima Trinidad constaba de nueve elementos, tres elementos divinos, tres humanos y tres adimensionales. Pero en fin, Sabelio, excomulgado y pobre como una rata volvió a Oea. Allí se enteró de la muerte de su madre. A los pocos días y con un hambre insoportable encontró a su padre que gustoso le ofreció una de las ubres de la camella bajo la que se encontraba. Y Sabelio mamó, y ya para siempre, de las solícitas y plácidas camellas del desierto libio.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.