Me acaban de traer a la morgue. He tenido un accidente mortal. Conducía el Hispano Suiza de tía Brígida y he chocado de frente con el carrito de helados de Tinín; creo que lo he matado. No importa mucho porque Tinín es tonto y como heladero minorista era un desastre. Siempre que le pedías un cucurucho de vainilla con bosta, o te lo ponía sólo de vainilla o sólo de bosta. La verdad es que Tinín iba por su sitio. Pero yo sí que iba mareado. Había quedado a comer con el Notario Vargas y con el procurador Estébanez, y tras las firmas nos pusimos hasta el culo de Calisay®. Dentro de un rato me va a hacer la autopsia Nicolasito Méndez, el hijo de Tato Méndez, el ferretero, que hay que ver que buen estudiante le salió el chico: forense a los treinta años. Los siento por tía Brígida. El Hispano Suiza ha quedado para la chatarra. Pero ya no podemos hacer nada. Por cierto que aquí hace un frío que pela. Tinín tiene que estar aquí al lado. Él está más acostumbrado al frío. Yo espero que la autopsia no duela. Lo peor de estas cosas son los trámites, creo yo. Tengo ganas ya de que pase todo y poder descansar en la tumba tranquilito, después de la ambulancia, del hospital, la morgue, el tanatorio, la Misa, qué coñazo.
Ahora me está entrando sueño, un sueño raro.
Espero que Tinín me perdone.