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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



5.5.10

139. Ya tengo mi tricotosa


          Hay un humo espeso y gris que sólo lo producen los volcanes más vetustos y los alientos más dudosos. Lo expele el fragor del subsuelo y la boca amarga del hombre iluso. Son humos hermanos, pero de orígenes diversos y alejados. El humo goloso de la tierra no es el humo túrbido del hombre. La duda estalla en las lenguas de los mortales como pequeños krakatoas de ceniza iluminada, y deja un reguero de ominosa lava delicuescente que se petrifica en una nostalgia eterna de piedra pómez. Pero es el humo el que sube glorioso proclamando lo imposible de la vida, la atonía del amor, el fracaso de lo humano, la duda envolvente y opaca de las pasiones yertas y aburridas, la inanidad orgullosa del no ser en que ya estamos convertidos. El humo que revienta las costuras de la tierra es igual, apenas se distingue, pero la tierra expulsa sus tesoros de fuego, su exceso de vida interior, no como nosotros, que solo segregamos el asma humeante de nuestra angustia interrogada. Los volcanes nos invaden generosos y atroces, nos aniquilan con la verdad de su estruendosa totalidad. Sigamos, pues, con esta competencia leal y equilibrada, con esta etérea nube gris de preguntas sin respuestas hasta que el demiurgo encantador o el malévolo hechicero nos atraiga hacia un punto de fuga exacto como la misma muerte, como el eco de un volcán inflamado de deseo.