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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



1.5.10

136. El arco, el violín y la flecha


          ¡Ay, Ponciano! Si ya te lo dije: no te juntes con orientales, pero tú, como el que oye llover. El que se une a indios, chinos o malayos es como el que escamotea orinales de loza en casa rica, que ni tuerce la brizna, ni tunde la banasta, pero tú tienes que escarmentar en cabeza propia, que no apropiada, con esos bucles afeminados que te has dejado, que parecen guedejas de israelita loco. ¿A qué vino el conciliábulo con ellos en casa, nada más y nada menos, que del turco Ahmed? ¿Es que estás tan impregnado de opio que ni el recuerdo de tu hermana te adecenta la conducta? Eres un tártaro sin honor y no conoces la inocencia de tu etnia en asuntos de diplomacia. Si no te saludo la próxima vez que nos veamos, no vayas a ofenderte, que yo sí profeso la honorable religión del arraigo. Ahora marcho hacia las tierras del norte, donde me esperan las hordas amigas. Cuando coma los gusanos de la tundra me acordaré de ti. Cuando malgaste mi tiempo y mi dinero con las mujerzuelas de Övrinka, me acordaré de tu improbable y desmesurada dicción desdentada de molicie alcohólica y de tu aliento mentolado de mentiras. Ya a tu vida, Ponciano, le queda poca cuerda para llegar al agua negra del fondo del pozo. Aligera tu morral de pecados y pensamientos saturnales y dispón lo que quede de tu alma desmañada en racimos de perdón inmaculado. Hazme caso, maldito P.