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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



30.4.10

135. Por un Vaticano laico


          Mi nombre es Skotos, aunque en ciertos lugares soy conocido como Érebo, y soy un dios primordial, concretamente soy el dios de la oscuridad y las sombras. Parece ser que mi padre es Chronos y mi abuelo Caos. También parece ser que me casé con mi hermana y que tengo un hijo que se llama Éter. Será verdad. Al menos dicen que Hesíodo así lo ha escrito en sus Teogonías. A mí todo esto me trae al pairo. Rodeado de tinieblas, viviendo inmerso en un mar de pétreas brumas, acosado por agujeros negros de insondable invisibilidad y derramando niebla y oscuridad por doquier, ustedes podrán imaginarse la abulia contumaz en la que vivo, la solidez de la desidia en la que me hallo y el aburrimiento ontológico al que estoy sometido. No tengo amigos y aunque tengo esposa, no la veo, ni ella a mí. Mi hijo no viene a verme porque no me ve, y para colmo de males, tampoco puedo hacer ruido, ni hablar, ni gemir, ni gritar. Mi espanto me lo como a solas, en silencio y a oscuras. Todo el mundo me conoce, eso sí, pero no me implora nadie, ni me hace ningún acto votivo, ni tan siquiera me ha consagrado nadie una ermita y mucho menos un templo. Estoy muy enfadado con mi vida. Sé que voy a acabar mal. Algo he de hacer, porque es muy posible que me vuelva loco. Pónganse ustedes en mi lugar.