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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



16.4.10

131. La dulzura de las redes inalámbricas


          Describe Dante en su Comedia el rapto de Cunizza por el trovador Sordello. No recuerdo si esta aventura aparece en el apartado dedicado al infierno, al purgatorio o al cielo, porque yo no hago distingos entre estas tres ideas que me parecen las tres sinónimas de estulticia. Sí defiendo con pasión la estética visual del averno dantesco, muy por encima del conceptualismo aburrido del purgatorio y de la cursilada sublime del apartado celestial. Sordello era un mal poeta y Cunizza una mala hija. En Verona no era algo extraño el rapto de una doncella, ni tampoco era extraña la audacia de los trovadores en asuntos de amor cortesano. En Verona, ciudad infectada por un turismo menudo y corrosivo, hay que caminar con la cabeza alta, mirando los gallardetes de los pináculos de las torres balconadas. Verona es sus balcones, como Delft es sus ventanas. Sordello no era Romeo, qué más hubiera querido. Su pasión duró lo que duró su apresamiento y destierro. Cunizza tampoco era Julieta, aunque le fue mejor que a ella, se casó dos o tres veces y tuvo durante su larga vida dos o tres docenas de amantes. Yo sí soy Dante. Soy con más exactitud Edmundo de Sales Tamayo, su reencarnación número treinta y dos contando a partir del original. Si quieren ustedes conocerme, vivo en Santiago de Chile, en el barrio de La Chimba, al norte de la ciudad. Allí tengo una ferretería en el 17 de la Avenida Cardenal Caro, "Ferretería Alighieri", para lo que gusten.