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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



15.4.10

130. Receta clásica del pastel de alforfón


          "Créame, don Práxedes, hoy a todos se nos ve el plumero. Por mucho que simulemos estar abstraídos en nuestras cuitas de partido, la base republicana crece, ya lo creo que crece. Nos han zurrado en La Habana lo que nos zurrarán en Manila, y hay más de cuatro que se frotan las manos, como si esto no fuera con ellos. Pobre gente. En el fondo serán ellos los que sufran las consecuencias, porque ni usted ni yo, don Práxedes estaremos aquí para verlo".

          "Qué razón lleva usted, don Marcelino. Me muero de ganas de ver a su hijastra Manolita. Cuando regrese del taller le regalaré estos caramelitos de malvavisco que me ofrecen los ancianos del asilo de San Genaro, allá en Brihuega. ¿Hace mucho que no va usted a Brihuega? Yo voy todas las semanas. Voy a por los caramelos. A mí, he de confesárselo, Don Marcelino, me dan mucho asco los caramelos de malvavisco, y me dan también mucho asco los ancianos del asilo. Los ancianos, para que no den asco, han de ser ricos. Los ancianos pobres es que son asquerosos, ¿no le parece? Llevo años yendo al asilo de Brihuega a por los malditos caramelos, y ni sé por qué me los dan, ni por qué me tomo la molestia de ir tan lejos, si soy diabético y aborrezco los dulces en general. ¡Allí viene Manolita! Voy a ponerme bien el cachirulo, y usted, don Práxedes, temple de una vez la cítara, por Dios".