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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



15.7.10

161. Impresiones de un vencejo


          Ayer me encontré con un imbécil. Amigo, buena persona, pero imbécil. Mientras tomábamos una taza de café, vertió una serie de opiniones sobre diversos temas: políticos, sociales, ciudadanos, incluso deportivos y taurinos. Mis alarmas fueron gradualmente disparándose al comprobar que su discurso, su enfoque al analizar ciertas cuestiones más o menos enjundiosas, su toma de posición frente a ciertos temas coincidía plenamente con mi discurso, con mi análisis, con mi enfoque y mi posición frente a esos mismos problemas. Era como si el imbécil repitiera todos y cada uno de mis pensamientos, de mis opiniones, de mis querencias, filias y fobias intelectuales. Una vez que se hubo marchado me quedé perplejo y asustado. Como en un espejo me había sentido reflejado, me había visto a mí mismo exponer mi pensamiento de una manera inequívoca y llana. Era el discurso que me definía, que me representaba ante los demás, pero la persona que lo había expuesto no era yo, sino un soberano imbécil. ¿Qué nefasta consecuencia debía sacar de este encuentro? Por más ecuaciones que diseñé para definir el suceso el resultado final siempre era que a = b, siendo a yo y b el imbécil. Así que desde ayer soy miembro numerario del selecto club de los imbéciles, para servir a Dios y a todos ustedes.