+

FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



23.12.11

239. El asesinato de Danton


          El rumor de las olas o el humor de las bolas o el tumor de la Lola, ¿qué más da una cosa que otra? Al final de este siglo de carroñas crepusculares la música y la ética son indiferentes, como indiferente es el enredo de alegorías sin fin al que nos someten los artífices de la prosopopeya del poder. ¿Qué más da si el viejo topo sigue devorando jícaras y jícaras de ajoblanco? ¿Qué más da si todos los hermanos de los lobos se solazan con las codornices ancianas? Todo es lo mismo: las lomas donde se alzaba Bruno, los brincos que dábamos de dos en dos de manera diversa pero todos muy dinámicos, la concepción de la espina, los romanos de los mesones, los trapos en el río donde se bañaban los miembros de las bandas callejeras. ¿Qué más da si anacoluto o metonimia, si anábasis o diáspora, si gueto o pogrom, si sevicia o lascivia, si Cansino o Hayworth, si Dada o Mandela, si Luther o Lutero, si magenta o rosicler? La variedad es disonante, embaucadora e incita a la inmoralidad de parte. Quedamos exánimes en el piélago de dudas como quedaríamos enhiestos y crispados en el eterno revuelo de dichas sin fin concreto. Nacemos para elegir lo que importa poco (nada) que sea elegido. Lo que nos viene dado tan sólo nos importa si nos acrecienta el innoble y estulto afán de escoger entre más de una cosa o condición. No digamos nada de ser electos: ello conforma el súmmum de nuestra trasnochada e insulsa pústula de felicidad. ¿Qué más da si mañana no llega? ¿Qué más da si anoche no fue? ¿O si mañana fue anoche? En cualquier caso, algo o alguien debe importar a algo o a alguien, porque si no ¿qué son aquellas luces que centellean tras aquella rama vibrátil del álamo que se pliega con el viento sobre el tejado de la casa de mi padre?

8.12.11

238. La ley del aborto


          "Tengo todo el día para esculpir mi desdicha con el barro insano del lodazal en el que transcurren mis días". Este tipo de frases suele cariacontecer a mi joven tarántula, ella piensa que todo lo que me afecta de manera negativa es sin duda originado por su deletéreo veneno que va depositando, casi siempre sin querer, sobre mis miembros, en mis bolsillos, sobre la mesa del despacho, en los cajones de mi mesilla de noche... Yo soy un escribiente veleidoso, falaz, embustero, me acojo a las palabras como Tarzán se acogía a las lianas cuando deambulaba por la selva sin rumbo fijo, por el simple hecho de atravesarla, antes, claro está, de que Jane apareciera en su vida; entonces, su sin rumbo dio paso a la efemérides del amor y ya todo lo hacía por algo, su sin rumbo se convirtió en un con rumbo ardoroso y consensuado. Pero yo no soy Tarzán, y mi joven tarántula no se llama Jane. Ni cuando escribo jamelgo pienso en tierra de asnos, ni siento como un caballo, ni cuando escribo algodón mi alma flota vaporosa entre cúmulos de blanco semisólido. Yo contradigo, contradigo casi siempre y es por ello que paso la vida dando tumbos con mi tarántula a cuestas. De tanto tumbo, mi querido arácnido pierde a veces el norte, pero a veces soy yo el que lo pierde, y para entonces ya ella se ha hecho con el sextante, el astrolabio y el timón, y viramos a babor o a estribor buscando (y a menudo encontrando) el rumbo verdadero. Mi tarántula es muy lista y tiene un veneno que mata lo suficiente y embelesa lo necesario. Ya la siento venir escorada por el pasillo, ya asoma una de sus patitas por la puerta.

237. Los gorriones son imbéciles


          La tundra se llenaba los jueves de miles y miles de judíos ortodoxos. Un judío ortodoxo es lo más parecido a un muerto. El sabor de un judío muerto es muy parecido al que tiene la carne de lagarto. Los lagartos ortodoxos de la tundra son ambarinos en el crepúsculo y opalinos las otras horas del día. El amor que siento por mi novia es mensurable, pesa, posee unas medidas, tiene profundidad, velocidad, amperaje, impedancia y resistencia. Ella me tiene por un experto cazador, pero sólo soy un laborioso artesano de cometas. Su padre, que es tozudo y pequeño, no quiere que nos casemos, prefiere ofertarla a los caprichos del Condestable. En la tundra todo el mundo sabe que el amor es el espejo deformante del deseo y de la infamia; cada familia es la depositaria de un pariente amoroso y de un pequeño recipiente donde guarda las trampas para cazar lagartos. Mi novia mira a los judíos ortodoxos, que le provocan risa y recelo a partes iguales. Cuando nos casemos nos iremos de aquí para siempre, tendremos hijos alfareros e hijas azafatas de congresos, compartiremos nuestro amor con los vecinos, con los judíos y con los estibadores de Boston. La tundra y el Condestable sólo serán un vano recuerdo de juventud. 

25.11.11

236. Úteros innecesarios


          Cada vez son más las personas que me escriben pidiéndome un dinero que no poseo. Mi bondad antonomásica ha extendido su fama atravesando fronteras y llegando a otros continentes diferentes al que en la actualidad me hallo. Porque desde tiempos inmemoriales mi familia y yo hemos habitado en continentes, en algún continente. Mi bondad, decía, es conocida y muy bien valorada en muchos sitios. Yo sé de la existencia de muchos sitios. Tengo catalogados en carpetitas de esponja natural más de once mil sitios. Los sitios no son continentes, aunque también, pero yo catalogo sitios más pequeños. Las cartas que me escriben, sin embargo, sólo me piden dinero, no sitios. Si alguien me pidiera un sitio, le daría un lugar (para engañarlo, porque un lugar no es un sitio). Esto es broma. Sí que se lo daría. Tengo sitios repes en una carpetita de esponja natural en la que pone con letras de Dymo®: "Sitios repes para regalar". Yo no tengo más dinero que el que me dan las dos organizaciones paramilitares de mi bloque por tener "el pico cerrado", como ellos dicen. Creen que sé de sus crímenes y extorsiones, pero yo no sé nada; si así fuera ya me hubieran matado muchas veces. Su dinero sólo me da para comer y para comprar algún que otro sitio. Empecé a ser bondadoso un día de enero en una parte frondosa de Cisjordania. Antes de eso era ebanista y antes fui misericordioso en Sabadell. Quiero casarme pronto con alguien para poder ir a la Feria acompañado. Ya tengo caballo y un sitio. Me gustaría que fuera de aquí y que no fuera asesina ni costurera. A ser posible nacida en Santander o en Coimbra, pero que sepa bailar. Mientras tanto invento juegos de mesa complicados y hago bizcochos de mentira. Mi nombre es Florián, mi primer apellido es Barriga y mi segundo apellido es Caravaca.

22.11.11

235. Duelos y quebrantos y más duelos


          El 15 de diciembre de 1367, día de San Junípero Barcino, nacía Simón de Brabante, último rey de Pomerania antes de que este reino fuera anexionado por la Corona de los Habsburgo en 1399.

          De los datos aquí presentados hay tres ciertos y uno falso: puede que sea falsa alguna de las dos fechas, puede ser falso el nombre del santo o el nombre del mismo rey, o el de los invasores que se anexionaron el reino; ¿existe o existió Pomerania?

          En el segundo párrafo de este escrito hay un sólo dato que es falso. Pero es que en realidad sólo hay un dato, ergo ese único dato es falso, es decir, es falso que haya tres verdades y una falacia en el primero de los párrafos, por tanto, puede que en el párrafo primero todos los datos sean falsos, o todos verdaderos, o algunos falsos y otros verdaderos, pero ¿cuáles?

          En este último párrafo (el tercero) juro por la Orden de Malta, de Calatrava, del Santo Sepulcro y de los Rosacruces que no hay falsedad alguna. Por lo tanto, tan sólo éste se salva de la mentira, no así el anterior, el segundo, ni el primero. El juramento asegura la verdad del tercero, pero no dice nada de los anteriores párrafos, se crea la duda en el tercero de la veracidad de los anteriores, cabe la posibilidad de su veracidad, con lo que el segundo y el primer párrafo quedarían incólumes, libres de culpa y ciertos de pleno derecho. Pero siguiendo el camino volveríamos a entrar en el bucle de la duda infinita por causa y a consecuencia del honor que impregna el juramento del tercero de los párrafos.

          La conclusión a que nos conduce este silogismo lógico-histórico es evidente: los juramentos son elementos inconsútiles, intangibles, que hacen referencias a abstracciones anímicas como la dignidad o el honor, pero que para lo único que sirven es para alejarse de la verdad o para caer en veleidades metafísicas que, como ya hemos visto en la clase de hoy, no nos conducen nada más (y nada menos) que a la hora del recreo.

          Así que, chicos, salid en orden y disfrutad.

17.11.11

234. Una nación gitana


          Hace un día gris, un día de metrónomos oxidados, un día de noviembre antiguo. Siento que exudo otoños por todos los poros, que voy dejando a mi paso un reguero de nostalgias que estallan como pompas de jabón. Hace un día de plomo frío, áspero, un día de nubes mal encaradas, desafiantes. Hace un día de lluvia inexistente, un día para nacer de nuevo, para morir otra vez. De los abetos desciende el pavor de la colmena, el viento ondea verdores de jungla donde antes el amarillo quemaba el pico de los jilgueros. Noviembre pone nombre a cada torre, a cada veleta, despide a las cigüeñas con un desprecio certero y cubre con un sayo de hojarasca la vergüenza de un verano remoto e inaudito. Los números del cielo se entreveran con los signos de la tierra, los horizontes se rompen y enloquecen, los rumores de la mar se hunden a veces, a veces se hielan en un iceberg de grises desgarrados. Es el otoño, es el noviembre del presagio oscuro y helador del invierno, el mensajero inarmónico, disonante y horrísono de los días inexorables. 
          Hoy es un día gris, nuboso, desabrido, un día para acabar de una maldita vez con la esperanza.

16.11.11

233. Los pagarés de Judas


          Mi espeleólogo de cabecera afirma tener un globus hystericus alojado en su pecho cavernario, algo parecido a un santuario fluctuante lleno de malos presagios y rescoldos de pesadillas, que sube y baja como un ascensor a lo largo de su tráquea, de su esófago. El espeleólogo de cabecera, mi amigo Chimo M., que así se llama, se sienta a veces sobre el alféizar de mi ventana y llora sin medida, porque siente que su pecho va a estallar pronto, que va a quedar colapsado de tanto sube y baja de ese ascensor rebosante de angustia torácica. Me cuenta que a veces lo experimenta como algo tangible, algo que se pudiera coger con la mano, apretarlo, pero nunca soltarlo del engranaje de cables que lo mantiene apresado en el hueco retroesternal. Un psicólogo tabernario amigo suyo fue el que le dijo cómo se llamaba aquello que le pasaba: globus hystericus. Chimo no se tranquilizó con la información, sino que siguió ensimismado y preocupado. Sigue llorando un poco todos los días en el alféizar de mi ventana; cualquier día se va a caer, o se va a arrojar al vacío. Yo lo conmino a que practique su afición, a que se hunda en cuevas inexploradas, en grietas oscuras y tenebrosas escondidas en terrenos desconocidos. Chimo me mira y duda que allí encuentre lo que no encuentra en la superficie. Pero un deje de duda en su triste mirada me dice que piensa que puede que yo tenga razón.

          Me he acostumbrado a Chimo, a tenerlo cerca, me causa cierta ternura, aunque su pena ansiosa me contagia el alma de murciélagos inhóspitos y me hace partícipe de su insomnio milenario. No recuerdo cuándo nos hicimos amigos, lo recuerdo siendo los dos unos niños. Él tampoco recuerda cómo nos conocimos.

5.11.11

232. Bestiario 05


                    PÁXUR: Ente blanco y femenil, como de albayalde o yeso, algo vaporoso al andar, que deja cuando pasa una nube de sí abandonada, como de talco. Sus contornos neblinosos son los de una mujer fuerte y grande, una matriarca de gestos pausados y maternales. Tiene algo de un Don Tancredo lírico y móvil. De costumbres leves, apenas se comunica con algún ave pequeña y grácil, quizás algún colibrí o algún diamante de las islas. Su presencia no asusta, no inquieta, estorba lo justo y la estela de polvo blanco que nos deja en la ropa es fácil de quitar con un ligero movimiento de hombros. A los niños autistas les fascina y alguno pierde su inveterada renuencia a comunicarse y la llama con una sonrisa enroscada a su nombre: ¡Páxur!, ¡Paxuriña!... Pero sólo lentifica su paso, nunca deja de marchar, porque su naturaleza itinerante se lo impide. Huye de las ciudades y acude al llamado de los pueblos blancos, luminosos y encalados. Pocas veces se ven dos juntos, si acaso alguna mañana de enero bajo un almendro en flor o riendo (su risa es como un crepitar de alas de insecto) y revolcándose en la primera nieve de diciembre.

1.11.11

231. La azarosa vida de Pedro Infinito


          El espasmo geométrico del metrónomo que no se ve se interpone entre la pregunta y la respuesta. El revólver en el tapete mira equidistante a un punto intermedio entre los dos individuos sentados frente a frente. Ambos se miran a través de la rejilla de sus respectivas escafandras. El fuego de la chimenea a la espalda de uno de ellos (por ejemplo, el de la izquierda) va convirtiendo en puras brasas un buró estilo Regencia con muchos cajoncitos. Cuando llaman a la puerta de la estancia con dos golpes secos, uno de los buzos (por ejemplo, el de la derecha) emite un gorjeo largo y hace un leve intento de alcanzar el arma con una de sus manos (por ejemplo, la izquierda). El tiempo transcurre y nada se mueve a excepción de la barrita oscilante del metrónomo que no se ve y de las llamas de la chimenea que devoran poco a poco el espléndido buró. Dos nuevos golpes secos se oyen en la puerta por segunda vez. Ahora son los dos buzos los que gorjean a la vez y a la vez intentan en vano alcanzar el revólver. Del buró se desprende un cajoncito que deja al descubierto un resorte metálico. Otro cajoncito cae y puede verse desparramado su contenido: tres bolindres y un cortaúñas oxidado. Tras un estruendo de maderas reventadas, la puerta cede, el metrónomo se detiene, un buzo (por ejemplo, el de la derecha) es más rápido en hacerse con el arma, disponerla apuntando a la rejilla de su escafandra y dispararse un tiro. El gorjeo del otro buzo se hace más largo, más agudo, pavoroso. El visitante, que ha llamado dos veces dos veces a la puerta y más tarde la hace añicos, se dirige a la chimenea y sin miedo a las llamas pulsa el resorte metálico que había quedado al descubierto en uno de los cajoncitos, no sin antes coger los bolindres y el cortaúñas oxidado e introducirlos en su canonfolio.

          Lo que acontece entonces no se puede, no se debe contar.

22.10.11

230. Ridículos nocturnos


                    El lánguido arlequín bajó parsimonioso del cuadro y mató a Picasso con un pincel de pelo de vicuña del nº2. Picasso se encontraba de espaldas al cuadro desnudo de medio cuerpo para arriba girando entre sus manos un enmohecido grifo de cobre con el fin de adscribirle alguna utilidad espacial conformadora de un hecho plástico sorprendente y artístico. El bulbo raquídeo del artista quedó ensartado limpiamente. Luego, el arlequín lánguido y, ya también asesino, recorrió una tras otra todas las habitaciones de la casa, que se encontraba deshabitada y fría. Salió al jardín. Bajo un dalio enano se sentó y se quitó el sombrero. Pronto quedó dormido y se puso a soñar. Soñó que una bailarina, y otra bailarina, y otra, se arrojaban a un pequeño volcán de lava azul que las devoraba sin dejar rastro de ellas. Picasso, subido en un caballito de madera, tomaba apuntes y bebía pequeños sorbos de absenta en un vasito de porcelana china. Una música de piano desganada y misteriosa, como si una Gymnopedia de Satie fuera interpretada por un borracho virtuoso, dejaba notas confusas y placenteras por el aire. Más allá del pequeño volcán, un sol voluptuoso y móvil, como una grandiosa ameba, se deslizaba por un horizonte donde elefantes transparentes desplazaban su enormidad parsimoniosa hacia un desierto amarillo, brillante y metálico.

          El arlequín lánguido y asesino despertó alertado por el ruido de un suspiro entrecortado. Alguien, sin duda, había entrado en la casa mientras él dormía y soñaba. Un olor a cera ardiente le erizó la piel.

16.10.11

229. Un drama con enanas


          La mujer a la que amé, me ha abandonado. Ha sido todo tan rápido... Veníamos de la carpintería de Chomón. Un manto oscuro fruncía el sotobosque en esa hora crepuscular tan incierta. Ella, a mi lado blandía su ballesta y tarareaba un fragmento oscuro del Impromptu de Músorgski. Apenas me miraba, apenas me dirigía alguna palabra de naturaleza cinegética. Al llegar al otero 19 divisamos el estandarte de los Vangi y ella me besó. Sus besos, de natural húmedos, casi viscosos, eran ahora ríspidos y terrosos. Supe que sus fantasías erraban muy lejos de mí. Me arrodillé ante ella, suplicante, me aferré a la parte oblonga de la ballesta, enjugué con mis lágrimas el orillo de su túnica de tafetán, arañé con mis uñas las suyas, pero nada pude conseguir, su amor era ya de otro. Ahora vago sucio y sudoroso por la tundra ventosa de la soledad infinita, bebo mis propios zumos, y como mis rencores mezclados con los excrementos secos de las fieras que me divisan expectantes. Lloro al unísono con la urraca y me estrello de desdicha con el cóndor del abismo. Nada me conforta en este magma de lamentos sin fin. Hablo con Chomón y con la menor de los Vangi que trabaja en la carpintería del primero. La contrató porque es hacendosa y al tener el síndrome de Brungüer no ha de pagar la seguridad social de la desdichada. Se llama Estela. Juega muy bien al trompo.

14.10.11

228. Una severa hidrocefalia


          Tengo el prurito intelectual (hoy, no otro día) de hacer amigos. Suelo ser amigo de los amigos de mis amigos, no de mis amigos, a los que detesto todo el tiempo. Tan solo los soporto por el buen gusto que tienen para elegir sus amistades, que serán tarde o temprano las mías. A ellos, a mis amigos, los aparto cuanto antes de mí. Me aburren y soliviantan los humores de mi alma dulce, poco dada a la épica de camaradería a la que intentan sustraerme. Con los amigos de mis amigos, en cambio, me hallo cómodo, protegido de la carantoña moral y el abrazo insurrecto. Pero hoy (sólo hoy, no otro día) me siento con la perentoria necesidad de hacer al menos un amigo. Éste ha de ser un ser especial, lógicamente, porque una condición imprescindible, sería su carencia absoluta de amigos; de no ser así buscaría enfebrecido su agenda de direcciones para acaparar la amistad de todos sus amigos y conocidos. Pero entonces, su carencia de gente cercana que lo quisiera denotaría una casi segura bajeza moral de su condición, sería con gran probabilidad un individuo zafio, intelectualmente primario e incluso violento y soez, de costumbres atrabiliarias y conducta venal. Pero, aun así, sería mi amigo, lo querría como no se quiere a un hermano; velaría por su recuperación social, lo alejaría de las drogas, del sexo mercenario, del lumpen de extrarradio, de ciertos abogados; le daría buenos consejos (al menos dos), excelentes alimentos orgánicos y espirituales, le buscaría una buena mujer que tejiera sus calcetines en invierno y le emancipara del alma la desdicha de ser la hez de la tierra. He de darme, pues, mucha prisa pues sólo tengo el día de hoy para mi empeño, y ya está empezando a oscurecer más allá del parral de la tita Lola.

13.10.11

227. El glande más grande de Flandes (Versión Beta)


          De nuevo estoy frente a un cuadro. Es un cuadro de El Bosco, un cuadro en el que en su parte superior e inferior se lee la siguiente frase en letra gótico-flamígera: Meester snyt die keye ras, myne name is Lubbert das (Maestro, extráigame la piedra, mi nombre es Lubber Das). La piedra en cuestión (y que da nombre a tan extraño cuadro) es la piedra de la locura. El maestro lleva un gran embudo en la cabeza y un cántaro colgado del cinto de su túnica. Hurga con su escalpelo el cráneo del pobre Lubber, que sentado y atado a una silla, despierto y con la boca semi-abierta, soporta la cruel intervención. Al lado del maestro, un monje con otro recipiente en su mano izquierda conversa con Lubbert, quizás dándole el ánimo necesario, quizás aumentando su tortura con dislates premonitorios. La escena es observada por una mujer tocada con un libro rojo en la cabeza, a lo mejor una monja, a la que nada le dice lo que ve, a tenor de la inexpresiva y aburrida expresión de su rostro apoyado en su mano derecha, y ésta, a su vez, apoyada en una alta y redonda mesa. Toda la escena transcurre al aire libre, en donde pueden otearse un valle, unas lomas y tres poblaciones en lontananza. Nuestros ojos se afinan entonces en la incisión cefálica que le están practicando a nuestro desdichado Lubbert. Todo, de momento, se vuelve entonces diáfano y esclarecedor: el maestro está extrayendo un pequeño tulipán del cerebro del pobre infeliz, un tulipán igual a otro que descansa sobre la mesa antedicha. La mueca de extrañeza provocada a priori por el cuadro queda congelada en nuestro rictus de suficiencia ante tamaña muestra de infantilismo metafísico. La tela, pues sólo vale la experiencia de un dibujo algo vacuo para la época y de una arquitectura conceptual tan banal como fuera de contexto plástico.

17.9.11

226. A la sombra de un flamboyán


          Es indudable que ya no doy más de sí. A mis cincuenta y pico de años ya no seré más de lo que soy. Si acaso cada vez seré menos de lo que soy. Me miro en el pomo bruñido de la puerta de mi despacho (nunca me miro en los espejos) y me veo cada vez más convexo, con la frente más pronunciada, con un tono de cara más cobrizo, con un aspecto cada vez más evidente de llamarme Eliseo y trabajar por cuenta ajena para alguna empresa licorera de Alicante. No conseguí dar el salto, no obtuve el beneficio que otorga el contacto con los tiempos adecuados y los lugares idóneos, no me ungí con los balsámicos afeites de la amistad adecuada ni con los sobrios ungüentos de la oportunidad, la adulación o el descaro propiciatorio. Y ya es tarde para casi todo lo que se puede asir de manera segura y duradera. Ya no sirve mirar hacia arriba sino es para mensurar diferencias imposibles de salvar. La lista de cosas que no tendré es extensa, prolija, escarnecedoramente acumulativa.

          Todo esto es absolutamente cierto.

          Tengo cincuenta y cuatro años. Poseo una inteligencia que se va adaptando cada día a unas circunstancias complicadas, adversas y retadoras, pero que en una atmósfera de prudente silencio las voy superando sin derramar demasiada sangre. A veces me reconozco en alguna luna de escaparate y me sonrío como si el personaje que me mira fuera alguien con el que me gustaría entablar ciertos lazos de amistad. Incluso últimamente me gusta mi nombre y la firma que lo suscribe. He conseguido en la vida mucho más de lo que consigue la inmensa mayoría de mis congéneres sin necesidad de nadie, ni de sus bendiciones ni de sus hipotéticos apoyos. También, en ciertas noches calurosas, me creo con las fuerzas suficientes de subir escalas diferentes de las habituales, y que conducen a ciertos estados de libre felicidad. Si mido la extensión de mis posesiones obtengo una cifra muy superior a la que obtengo si cuantifico mis carencias.

          Todo esto es también absolutamente cierto.

13.9.11

225. Un nuevo apocalipsis


          Estimada Manoli:

          No te quiero. Lo siento, pero las cosas son como son. No me gusta tu nombre, ni tus dientes, ni tu bolsito verde de felpa, ni tu concepción mariana del hecho cósmico, ni tu pastel de batata, ni la impronta que tu porte deja en los batallones de arqueros, ni la risa agónica de tus hermanas. No me gusta Portugal, Manoli, ni me gusta la barbarie de tus dedos, ni cómo descorchas el chacolí, ni el halo que nimba tu iris de mulata sedienta, ni tu canto de sirena antigua, ni la arrítmica mojiganga de tus nalgas. No me gustas, Manoli. No me gusta el tono de tu queja, ni el quejido de tu tono monocorde, ni tu blusa transparente, ni lo opaco de tu vientre. No me gusta a lo que hueles los lunes de madrugada. No me gusta a lo que sabe el mosto viejo de tus besos, ni me gustan los grosores de tus venas, ni el aire que por ti pasa, ni tus recuerdos futuros; ni siquiera me gusta el piñonate que hacías, ni el sereno tumulto de tus miembros bajo el agua. No me gusta, no; ni tan siquiera tus largas efemérides, tus límites, tus trenzas doradas, los trazos de tu escritura, la miel oscura de tus lágrimas. No te quiero, Manoli; no te quiero y nunca te podré querer. 

          Lo cual no quita para que tramitemos juntos el expediente de dominio y podamos quedarnos con la alquería de tu padre, con vista a la creación de un centro de explotación agropecuaria que intentaríamos subvencionase la Consejería de Agricultura y Pesca, siempre y cuando presentemos un proyecto coherente en cuanto a sostenibilidad medioambiental, adecuación presupuestaria y objetivos mensurables, todo ello, claro está, con vistas al desarrollo socio-económico de la zona y su entorno.

          Siempre tuyo, Manolito.

7.9.11

224. Bondades de Tánatos


          La epistemología, como las églogas matritenses de Darío Fons, es sublime o no según el filósofo que la desarrolle y según el campo de acción en el que se disponga a desarrollarla. Ahora bien, si fuera necesario y excluyente lo afirmado hasta ahora, no lo sería si lo contrario igualmente lo fuera, como si estuvieran ambos elementos no excluyentes del silogismo atrofiados en un innombrable y etéreo campo de significaciones, si no contrapuestas, sí dirimidoras de actos definitorios poco aseverativos. Lo penetrante de un concepto epistemológico, como lo desorbitado de un aforismo esópico de Fons, no es la notable nervadura intelectiva que subyazca en el proceso disquisitivo, sino la perfección que se logre en el ensamblaje expositivo de las diferentes cadenas de preceptos anteriores, cada una de las cuales ha de estar engrasada convenientemente en un sistema de conocimiento lo más alejado posible de las ideas neoplatónicas ya en desuso y más que periclitadas en las nuevas corrientes de pensamiento. La víscera palpitante de la escuela estructuralista, con Foucault a la cabeza, no quiso o no supo ver esta estela de conexiones relativistas en las fuentes modernas del conocimiento, dejando en manos de los nuevos próceres de las universidades alemanas y estadounidenses el hilo conductor hacia un postestructuralismo ciertamente inane, pero que se imponía como necesario, inoperante, sí, pero a la postre definitorio. Y es que la época épica del pensamiento humano, como diría Darío en su égloga XXVII, "recusum fortiunis agraburus septentione mudinis obsit".

2.9.11

223. El mundo de las hortalizas


          Nada más fácil que definir el erotismo: "¿Alguien ha percibido alguna vez en la lágrima de la esposa la imagen reflejada de la amante desnuda"? Bueno, pues algo así es el erotismo, quizás algo menos literario, pero por ahí van los tiros. El erotismo en los pueblos del interior es diferente, por no decir que es inexistente. Sólo los forasteros encuentran el erotismo en zonas rurales. Mi tío Luis lo encuentra incluso en las comarcas industriales del cinturón siderometalúrgico de la cuenca del Nervión. Erotómanos como él han sido (ha habido) muy pocos. Recuerdo de niño cuando me llevaba a la lonja de Llodio para ver descamar lucios a las pescaderas. Allí nos disponíamos al lado de una columna escogida y a una hora determinada; entonces un rayo de sol penetraba por el alto y redondo ventanal y se cernía sobre las planchas de granito pulido donde trabajaban aquellas rollizas y rozagantes operarias. El descamado de los pescados les cubría de pequeñas láminas tornasoladas el comienzo de sus grandes y lustrosos pechos que bamboleaban indolentes con el movimiento que le impelían los afanosos y vigorosos brazos de aquellas mujeronas oceánicas. De mi tío Luis aprendí todo lo que sé en este campo. Él me enseñó la mentira de lo evidente, la verdad de lo velado, el olor de los sonidos, el tacto que se mira, el aroma que se acaricia, el misterio que envuelve todo lo que apasiona, la gloria de lo efímero, el rumor de lo sublime que nunca llega, la felicidad fragmentaria que martiriza, la fiereza de la belleza que aplaca nuestra llama interior. Como dije al principio, nada es más sencillo de definir que el erotismo. ¿No es cierto?

1.9.11

222. Una gran reserva ovárica


          Manolito Puigcerdá... ¡Cagoenel! Tremendo, tú. A manos llenas extendía el drama por la provincia. Lo veías un día en el Tinell pisando la uva agraz y al otro en el Priorato adobando el trucho recio del Ter. Siempre dejando el rastro del Rosellón, que para ello se esforzó de joven y para ello se exilió en la Provenza. Allí aprendió la cartografía moral del Papa Luna, estudió los manifiestos secretos de los jázaros, experimentó la alquimia de Simón Beleno y se extasió con la ponzoña satánica del Libro Negro de O'Calladhe. Luego volvió a Vic con los ojos nuevos, rojos y febriles, pero nuevos. De diablo rosellonés se convirtió Manolito en demonio del Ampurdán. Creció en brazos del cierzo que arrasa y de los nubarrones que del Moncayo se avienen sobre los humedales del Vallés. Los demonios de Catalonia, que se reunían en San Feliú desde los tiempos de Raimundo Lulio, no cejaron en invitarlo a cada cónclave que celebraban, pero Manolito renegaba de servidumbres y pamemas de conciliábulos, y marchaba libre y ansioso por los senderos del Pirineo en busca de semillas de cardamomo, jengibre negro, hojas de melisa o piedritas de San Ginés para sus cocimientos y pócimas. Era mucho su saber y muchos años le costó el adquirirlo para ahora derramarlo en reuniones de diablotes y demoniones malolientes y rijosos. A él lo que le gustaba era medrar el moho de las campanas de las iglesitas de Sabiñánigo, estufar los ajuares de las mocitas del Penedés, virar las volutas de las orlas de los catedráticos en el paraninfo pontificio de Cadaqués, robar el palitroque del tambor del Bruch y sustituirlo por un fuet de Sort, despistar asturianos de regreso y enlodarlos en el delta del Llobregat, alarmar a los niños cantores de Olot enseñándoles a cantar como las niñas cantoras de Villasec. En fin, diabluras de un súcubo mediterráneo muy asimilado a la tierra que lo vio nacer y muy enraizado en sus costumbres milenarias. Hoy le dedican el castellet de Villanueva y la Geltrú y le imponen la barretina de bronce en la sala oscura del consistorio.

31.8.11

221. La máscara más cara


          La locura tiene en lo cotidiano tantas formas de presentarse que los instantes de cordura quedan velados y sumidos en la urdimbre algodonosa del delirio. Desde los distorsionados pensamientos que elaboramos ante nuestro reflejo en el espejo del baño al comienzo del día, hasta las errabundas fantasías que nos acompañan en la búsqueda del sueño al inicio de la noche, recorremos horas y horas ejecutando visajes, movimientos inconexos, hablando a los objetos cercanos, riendo como bobos cuando nadie nos ve, oliendo nuestras ventosidades con delectación, imaginando mundos que nunca nos pertenecerán y deseando el mal a nuestros congéneres. Actuando en fin como locos sin remisión, como orates de embudo en la cabeza, mirada estulta y lengua protruyente y ladeada.

          Repito:

          La cordura tiene en lo cotidiano tantas formas de presentarse que los instantes de locura quedan velados y sumidos en la urdimbre algodonosa del más preclaro razonamiento. Desde los precisos pensamientos que elaboramos ante nuestro reflejo en el espejo del baño al comienzo del día hasta los encumbrados proyectos que nos acompañan en la búsqueda del sueño al inicio de la noche, recorremos horas y horas ejecutando maduras expresiones, armoniosos movimientos, hablando a nuestros seres cercanos, riendo como hombres inteligentes ante todos, oliendo con asco las ventosidades de los demás e incluso las nuestras, imaginando mundos que nos pertenecen y deseando bienaventuranzas a nuestros congéneres. Actuando en fin como entes lógicos absolutos, como filósofos de nimbada cabeza, sabia mirada y lengua rica en prosodia y elocuencia.



27.8.11

220. Quimeriadas


          Recuerdos de Tucumán, Neruda y sus abluciones, Monterroso aguzando baúles y sospechas, Roa Bastos sucumbiendo vicuñas en la altiplanicie y, mientras, los dictadores sangrando poblaciones indígenas y sometiendo pliegos almizcleros en los depósitos de Río de la Plata o Cartagena. Wilfred Leonardo nace versos jubilosos, Florina Violeta los oye como si oyera nacer iguazúes de lágrimas invertebradas. Ambos se aman en negro y lloran letras sonrojadas que riman en el aire con otras que inventa el guacamayo irritado. La jungla de manglares retorcidos los envuelve o los protege o los aísla del demonio caliginoso del trópico. La lluvia que no cede, el zumbar de los insectos venenosos, aromas de muerte salobre, de ponzoña terrenal, de cantos lujuriosos y sagrados. La luna ya no se ve, o sólo en ciertas oquedades de la costa, a veces nubes de grisalla la fulminan y la hienden con acertijos de muerte. Murciélagos que hipnotizan a la libélula precoz, feroces linces de la noche que persiguen salamandras azules, iguanas empedradas que observan a los hombres violentos y abominables. Todo acontece y nada sucede, el tiempo vuela sólido y se vuelve viento y humo, y el verde, el verde eterno enloquece y se abisma y arremete con la niebla y con la piedra labrada de los dioses innombrables. Los ríos se descuartizan y braman la letanía animal de su historial de asedios. Se revuelven los gritos homicidas con la lava sanguínea de la tierra nunca hollada. La ceguera de Borges se va poco a poco diluyendo en la clepsidra amarilla de la sinrazón cercana, en la desintegración pausada de un continente.

21.8.11

219. Un acercamiento a la prosa de Ken Follett


          Soy dibujante de cómics, bueno, en realidad soy un personaje de cómic que es dibujante de cómics. El que me dibuja, el verdadero dibujante de cómics, también es un personaje de cómic, aunque este hecho lo desconoce. La historieta diaria que ejecutamos tanto él como yo es sin duda muy divertida para cierto sector de la población, gente ociosa en su mayoría: políticos ágrafos, jurisconsultos cesados, ingenieros de pasado réprobo, funcionarios indolentes... Mi vida, como la del que ejecuta mis movimientos en las viñetas con su lápiz habilidoso, está llena de tropiezos físicos y morales, de caídas en el abismo de las pasiones y en los huecos de los ascensores. Desconozco si el que dibuja los movimientos de mi dibujante es un eslabón más de la cadena o es el que dicta la política comercial de esta editorial tan dada al secretismo en sus actividades. Yo, he de confesar, también diseño unas divertidas viñetas en las que un dibujante de cómics, ser atrabiliario y disforme, se ve enredado en alegres y extravagantes aventuras con los mismos personajes que diseña. Considero que al seguir esta tácita tradición no quedo expuesto, no sobresalgo, y permanezco inmerso en la cadencia sin fin que supongo sello característico de esta empresa en la que trabajo. Lo que me sorprende a menudo es la abstracción en la que vivo a veces. Ciertos días no veo los bordes de mi viñeta, no siento el trazo de mi silueta ni el relleno de color de mi cuerpo bidimensionado. En esos momentos me siento libre, me creo dueño de mi destino y me enternece el futuro de mi simpático personaje, al que entonces regalo un inesperado final feliz: una cita con su chica soñada o una pugilística victoria sobre su eterno y grosero rival.

20.8.11

218. Iluminaciones


          Translate this, please:

          "El 30 de octubre de 1863, el capitán Capullo de la Rosa, al mando del Cuarto Regimiento de Coraceros de la Reina entró en la ciudad de Komba, prendió fuego a todas las viviendas de paja y barro de los indígenas, mató a todos los varones, incluidos los niños, violó a todas las mujeres antes de matarlas, incluidas las niñas y las ancianas, degolló a todos los animales, cubrió de sal la tierra de los sembrados, emponzoñó los pozos, orinó y defecó sobre los símbolos totémicos de la tribu y, finalmente, obligó a las cincuenta y dos tribus colindantes a que le rindieran pleitesía y lo aclamasen como dios y emperador vitalicio, sometiéndolas a la esclavitud más espantosa, y todo ello inmerso en un clima de terror y vesania infernales."

          "In 30th october of the year 1863, Captain Blossom-Rose, boss of the Fourth of the Hearters of the Queen came into the Komba city, he burned all the houses of hey and grave of the indigeens, he killed all men, included children, he fucked all women before he killed all of those, included little girls and grand-mothers, he cut the throat of all animals, he put salt on the seed earth, he poisoned the water of the pits, he pissed and shited over the totemic symbols of the tribe and, finally, he ordered to the fifty-two tribes in the neighborhood bring him favour and claimed him like a god and imperator for all the life, and he put them down to pavorous slavehood, all in a weather of terror and helly vesany".

19.8.11

217. La ceguera como excusa


          En el barrio carmelitano de Saint-Tropez nació, vivió y murió Edmundo O'Banion, irlandés de raza nacido en Drury Lane, a las afueras de Hinckfolds, al noroeste de Dublín. Pasó prácticamente toda su vida en Fez, Marruecos, acogido por una organización sí gubernamental (OSG) de nombre muy difícil de recordar, muy difícil de pronunciar y de objetivos muy difíciles de definir. A los setenta y cinco años murió de un prolapso valvular inespecífico en la plaza del ayuntamiento de Minsk, Bielorrusia. Una vida muy intensa y fértil (ubérrima y prolija, diría yo). Edmundo fue estupendo, huérfano dos veces y aficionado a las peleas ilegales de monjas. Se casó igualmente dos veces consecutivas con la misma mujer sin saberlo. No tuvieron hijos en sus matrimonios, pero sí media docena de nietos muy lindos y todos ellos afamados queseros de bola. Edmundo enviudó, claro está, dos veces a la vez, y vivió retirado del mundo los últimos años de su existencia. Dejó escrito un extenso poemario, tres ensayos sobre la obra de Yun Jin y un tratado sobre la blasfemia en general. En Saint-Tropez tiene erigida una estatua ecuestre frente al palacio Petit-Maître, junto al museo municipal de fetiches. Le fue concedida por equivocación la Legión de Honor, galardón que fue recogido, también por equivocación, por el futbolista borgoñón del Paris Saint-Germain, Adolphe Gullon. Desde la muerte de Edmundo, Francia es más libre, Irlanda más pobre, Marruecos más sucio y Bielorrusia más borracha.

11.8.11

216. Vieiras y zamburiñas


          La tarea del escritor es, en síntesis, mirar atrás como si lo hiciera hacia delante. El cometido, su cometido, es la mentira encubierta, vivir inmerso en el disfraz de la verdad, verdad escueta o alambicada, pero falsa por sus tres lados, ya saben, el lado trágico, el lado mágico y el lado lógico. La verdad por escrito es la entelequia que nace en Maguncia tras los trabajos manuales de Gutenberg. Si sus quehaceres se hubieran dirigido a la fabricación de un horno de pan de eficiencia inigualable, no existirían ni el libro ni los escritores, sólo escribas, amanuenses y rico pan por toda Europa y otros lugares. Entre una barra de pan y un libro, no lo duden, elijan la barra; pero entre un libro y una noche con alguien, tampoco lo duden, elijan la barra de pan. Gutenberg no supo lo que iba a suponer su invento. Si lo hubiera llegado a sospechar se hubiera introducido en el primer horno panadero que hubiera tenido cerca. El conocimiento expandido hasta los últimos rincones de la tierra constituye la auténtica democratización de la estupidez humana. El conocimiento verdadero no se transmite, queda en secreto, si acaso fluye en un limitado grupo de elegidos ensamblados por el mismo vínculo existencial. Los masones primigenios eran constructores-artesanos, elaboraban con sus manos sistemas físicos concebibles que enajenaran sus músculos, mientras sus magines ecuménicos elaboraban las ideas no escritas ni difundidas en papel alguno. Y es que los masones han comido desde siempre mucho y rico pan.

4.8.11

215. Trasplante de auroras


El arco iris que nimba un horizonte infinito y gris.
El aroma penetrante del mar cercano.
Gaviotas como alondras, sus conductas desquiciadas por el fragor de la tormenta pasada.
Poco a poco volverán al compás sereno de su vuelo.
Una brisa húmeda envolviendo y amasando el último calor de septiembre.
Silencio.
Buques fantasmas en el cielo empedrado de nubes nerviosas.
Nadie en la arena fría, nada más allá de las olas.
Y en este ámbito deambulo descubriendo a cada paso planetas emocionantes algunos, de una tristeza nueva otros, pero todos solitarios.
En esta frontera móvil la mar levanta su falda de volantes y descubre al viento sus piernas de coral, su carne salobre y abisal.
Y yo la miro sobrecogido y algo avergonzado, y sigo hollando la arena con mis pies descalzos de peregrino.
No tengo santuario a donde llegar, mis pasos me llevan solos a paisajes que no busco ni rechazo, algunos me deslumbran y otros me asolan.
Pero sigo sin encontrar a nadie, a otro caminante.
Nadie sigue mis pasos.
No persigo nada ni a nadie.
Comienzo a tener frío, mucho frío.
Mis pies se hacen más lentos cada vez.
Va cayendo la noche, he de encontrar algún refugio.
El cielo se torna de un color metálico, como el de un revólver recién disparado.

2.8.11

214. La carne de ternera


          Cuando yo nací nació él también, pero yo nací en un lugar tan distante de donde nació él como lo estaría el lugar donde él nació de aquél en el que nací yo. Al estar los dos, él y yo, en el mismo sistema espacial dimensional, las distancias, los tramos de recorrido continuo fueron y serían siempre vectorialmente similares. Por tanto, nacimos en una dimensión temporal (la más endeble metafísicamente hablando) similar y también era similar la dimensión espacial (similar no, exacta), pero nacimos en lugares diferentes. Lo que parecería una perogrullada, una idea fácil de entender por todas las categorías mentales, no es tan asequible a poco que hundamos el buril en la vitela. La dimensión témporo-espacial es de carácter laxo, baladí y muelle. No están unidas. La física dudó unas décadas y sigue sin aseverar la incompatibilidad de ambos conceptos; a la física le faltan redaños y un par de ecuaciones esclarecedoras. La incertidumbre y el caos están muy bien para ganar algún Nóbel, pero no ayudan a viajar en el tiempo; las branas y el nonión también pueden hacerte con la dirección de algún departamento en la Max Planck, pero no te transmutarán a Palermo desde Innsbruck en diez millonésimas de segundo. Por tanto el alcalde de Lozoya (era él a quien me refería, sí, aquél que nació en el mismo instante que lo hacía yo), mi compañero dimensional, mi atrabiliario émulo en ignotas coordenadas, ha de morir en parte cuando yo muera y en parte moriré yo cuando muera él. Creo que esto queda sumamente claro, al menos yo lo he entendido bastante bien.

25.7.11

213. La clave está en mi rebeca


          Tengo un hijo que pesa lo que su talla no mide y posee un coeficiente intelectual que tuerce dos o tres veces las velas de mi noche. Porque duermo todo lo mal que su existencia me pide, y me agrada pensar que su felicidad es el anverso de algo que no tengo o que no sé que tengo. Él crecerá en dudas y deseos y yo reduciré mi genio y mis fueros a la nada de su injusticia leve e inocente. Me pierde día tras día en un trasiego de palabras inconclusas y vanas, palabras que esconden frases hirientes, maliciosas y humanas, frases que dejan entrever pensamientos grandes e incompletos, pensamientos que demuestran los colores del hombre que será algún día. Mi hijo será futuro cuando yo sucumba al presente que lo aprisiona. Nos entendemos y nos comunicamos como lo hacen los estorninos con los fresnos centenarios. Puede que amemos las mismas cosas pero con quantums de amor diferentes. Nos echamos muy mal de menos y con trampas. A veces su risa me perdura mucho más que a él mi secular intemperancia. No sé si algo le he enseñado que le haya reportado un solo beneficio a su vida (creo que no), espero que tampoco haya aprendido vicios incontrolados o conductas sediciosas de mi mundo ambivalente. Con su sufrimiento me distraigo porque no lo considero, es algo que me deja sin anhelos. No lo contemplo como algo posible. El sufrimiento de mi hijo es algo indebido, no concertado, algo helador y enajenante. Algún día sé que nos veremos, mejor dicho, sé que algún día nos reconoceremos, no sé si en una dimensión aún no descubierta o en un refugio para desolados o en un recinto para gente que ríe. De cualquier forma no hará falta ni el abrazo.

22.7.11

212. ¿Es viable un socialismo zoomorfo?


          La espina de la lubina (Dicentrarchus labrax) se me clavo a las diez de la noche, a las doce acudí al hospital, allí me dieron un homenaje seguido de una cena a base de lubina y mero antiguo: la segunda espina de lubina pues, se me clavó alrededor de las doce y media de la noche; acudí a un segundo hospital de color celeste, allí me agasajaron de nuevo y de nuevo hubo lubina para amenizar los postres: se me clavó pues, una tercera espina de lubina a las dos de la madrugada, más o menos. Esto ocurrió hace tres días. Lo que me preocupa mucho es el poco interés que mi problema con las lubinas despierta en todos ustedes. Les importa muy poco. A mí me interesan todos sus problemas. Me preocupa que a Íñigo Maza Villapando se le duerman las muelas del juicio cuando pesca; me conduele el olor a masa frita que expelen a cualquier hora los poros de Ifigenia Juárez Lillo; mi tristeza se suma  a la de Dimas Tortajada Tortajada cuando no puede dejar de pellizcar bacinillas de loza en Pascua Florida; sufro mucho con los exabruptos soeces que ha de escuchar impenitente el tonto de Sigüenza, Manolillo López Toribio, cuando ha de bajarse (no lo puede evitar) los calzones en misa de doce; lloro cuando pegan a Mingo Pérez, el cantante gay de "Los Margaritos Locos" y lo dejan maltrecho en las cunetas de las carreteras de Lanzarote; y así podría seguir días y días, pero a ustedes, lo sé, les importa una higa mis problemas con las lubinas. ¿Por qué no les importa? Díganmelo, ¿por qué?

21.7.11

211. Bestiario 04


          CRONCK: De la estirpe de los estilitas célibes es, a su pesar, de aspecto seductor y ciertamente altanero en su porte. Algo caballuno nace de sus rasgos faciales, toscos pero tendentes a la pereza en la mirada de miope imaginativo y fantasioso. Es, claro está, homínido y tremendamente hábil para elevarse por fustes y columnatas; allí permanece horas y horas entre triglifos y metopas, asalamandrado en los tímpanos vetustos de los templos semiderruidos, vigilante y acigüeñado en los pináculos de las iglesias claustrales. Las mujeres se persignan tres o cuatro veces cuando lo ven y se confiesan indefectiblemente el domingo siguiente. Cronck y sus congéneres provocan sin quererlo y sin aprovecharse de ello tumultos hormonales en las mujeres que los contemplan. Visten con decencia antigua, no son beligerosos, rezan de continuo y de continuo sollozan; son esos sollozos los que provocan un estertor de pena honda en los corazones femeninos y los que en ciertas mañanas de primavera hacen que más de una mujer se arroje a un pozo tan hondo como la pena que las empoza el alma. Los Cronck no pueden evitarlo, pero cada vez que se enteran de algún suceso triste provocado por la simple existencia de sus vidas no se tiran a un pozo, claro, pero tapan con estiércol de buey varias chimeneas de fábricas cercanas. Los primeros griegos los echaron, los segundos también. Cuando murieron los terceros griegos, regresaron y subiéronse a los templos hasta el día de hoy. Hay censados unos once mil, aunque yo creo que hay más.

14.7.11

210. El amor del coronel Cebolla


          Se me van pasando los días, las horas y los minutos. No tengo meses ni años. Soy Hortensia T. Lichmann y no conozco el nombre de las cosas más cercanas, conozco sólo el nombre equivocado de ciertas cosas lejanas y ajenas a mi condición de rea de muerte. Maté en dos ocasiones a gente desconocida, cuyo nombre no me decía nada. Soy Hortensia T., la del portentoso don, la hija de la noche, la ubicua, la reidora, la afrentosa, la hacedora de prodigios, la eterna musa del pecado, la de los dientes de porcelana, la del sexo seco e inaccesible. Soy Hortensia (Hidrongea macrophylla), como mi madre y como mi abuela. Soy descendiente de súcubas imperiosas que dormitaron con jenofontes y tácitos y trazaron los diagramas del futuro pavoroso. Soy la muerte venidera, soy mi propia muerte, soy la víctima siguiente, la que va a venir. Mi muerte no redimirá nada, gracias al cielo. Será una muerte blanca como la hortensia y negra como las agraces uvas de Tracia. Una muerte eternamente dolorosa y alegre como lo son todas las muertes. Maté para estar entre los muertos, viví para matar y morí para vivir. Sigo sin nombrar las cosas con la corrección necesaria. La palabra siempre viva. La muerte siempre Hortensia.

13.7.11

209. Fucking times


          En una chaise longue tornasolada de un verde ajado, casi gris, hierática, apoyada en su codo izquierdo y con la mirada perdida, inmóvil, reposaba Elizabeth Farren, futura condesa de Derby. A su lado, en un sillón Luis XV torpemente restaurado, se sentaba con cara de preocupada actitud Gonzalo Jiménez de la Espada, orientalista enjundioso y amante veraz de todo aquello que oliera a japonés. A su izquierda, en una austera silla estilo regencia se revolvía algo incómoda Marta Hegemann, pintora alemana expresionista de la Nueva Objetividad. Frente a ella, en una confortable silla de cuero beige modelo Barcelona disponía su voluminoso cuerpo Peter Senerchia, luchador profesional estadounidense, más conocido con el seudónimo de Tazz. En un chester de cuero negro de dos plazas, al lado de Tazz, se hallaban el uno al lado del otro, Luis Walton, empresario mexicano, radicado en Acapulco y Claudio Apolinar, obispo de Frigia, más concretamente obispo de la diócesis de Hierápolis. La amplia sala que los acogía presentaba un aspecto muy austero; paredes desnudas y pintadas de un blanco como el que se ve en la esclerótica de los caballos de Dresde. Tan sólo un cuadro ocupaba la parte superior de una de las paredes, justamente la que detentaba en su centro una chimenea de alabastro verdinegro. El cuadro, a treinta y cinco centímetros de la parte superior de la chimenea citada, la de alabastro verde, representaba en cuadrículas exactas, las veinticinco formas canónicas de golpear a un mudo. Frente a la chimenea, la de alabastro verde, se encontraba la puerta de entrada y, a la sazón, también de salida. Sir Nicholas Talmuddy no pudo acudir a la reunión. Ni Agnus Nïn. Tampoco pudo F.E.W. Nisroel. La vida sigue en el cuartel.

11.7.11

208. La seguridad ante todo


          Soy ácaro de felpudo, y me llamo Jonás. Soy huérfano de padre y mi madre es una liberal asimilada a la facción más radical, es casi una ácara ácrata. Mi niñez fue variopinta, aunque nunca salí de este asqueroso felpudo. Tengo amigos de aquella época, pero todos son judíos. Mi juventud no estuvo mal, aunque me enamoré de una acarita que me dio calabazas, me abandonó y marchó lejos con un acarón enorme de grandes bigotes y cuernos ensortijados, muy rico y poderoso. Sufrí mucho y me hice ácaro de una secta mendicante. Los ácaros guardamos pocas relaciones estables entre nosotros, nos place más el contacto afectivo con especies distintas y distantes. De hecho, a mí me sacó de la cosa ésta de los frailes mendicantes una ladilla preciosa muy procaz (nunca supe qué diablos hacía la sensual criatura en el manto lanudo del hermano Petrucciani y nunca se lo pregunté, habiendo otro tipo de ubicaciones más acorde con sus característica raciales); el caso es que me sacó de la orden limosnera a base de quiqui limpio. No me enamoré pero me sirvió para olvidar y para madurar notablemente. Ya tengo edad de formar una familia y creo que eso es lo que voy a hacer. Pero es que me atraen muy poco las ácaras que conozco. He vuelto al felpudo. Me presentaron el otro día a una pioja exquisita, de muy buena familia, y con unas tetas...

207. Los orígenes del mondadientes


          La inspiración se fue a las 18 horas cuarenta y seis minutos del día 4 de febrero de 2010. Desde entonces soy un contingente de vísceras que topa y retopa con las esquirlas de la grisura. No espero que regrese, como no regresa nunca el segundo amor. Tengo empezada mi gran obra, apenas unas cuartillas; también llevo mediada la peor; las dos quedarán inconclusas. Al marchar la inspiración a no sé dónde la acompañó el entusiasmo; es la causa de que no sufra la ausencia y que me rodeen estímulos indolentes, ligeros y vagos. Es más lenta mi frecuencia respiratoria, sudo con menor profusión y siento lo justo para no ceder a la melancolía, aunque la desidia intenta seducirme con vaporosa insistencia. La enorme extensión de conciencia, antes habitada por mil ideas fervientes y restallantes, ahora es un vasto erial sin apenas una brisa que la altere. Lo que se va no ha de volver. Nada regresa. Todo se proyecta hacia fuera. Es el sino molecular de todo lo que es, el big bang que se expande glorioso. Mi inspiración anda tan lejos como los clamores tribales del hombre prehistórico. Fue divertido mientras estuvo conmigo e hicimos grandes cosas juntos. Es por tanto el momento de convertirse en cínico, de usurpar el genio con el método, de disfrazar de excelencia lo anodino, de glorificarse en el símbolo, de ensalzar el disimulo, de inventar palabras y frases hueras, de darle forma a la nada con la nada y de ganar montañas y montañas y montañas de dinero.

206. La caspa de Hugo


Estoy hasta los prepucios de la música cubana.
Estoy hasta los prepucios de la mística cubana.
Estoy harto de los prepucios de la mística cubana.
Estoy harto de los negocios de la mística cubana.
Estoy harto de los negocios de la mística arriana.
Me voy harto de los negocios de la mística arriana.

El Trío Matamoros y Beny Moré.
El Beny Matatríos y Los Moros Moré.
El Moré Benymoros y El Trío Mata.
El Matabenys y el Moré Morostrío.
El Morosbeny y el Trío Matamoré.

Cuando salí de Cuba.
¿Cuándo salí de Cuba?
Cuando de Cuba salí.
Salí de Cuba. ¿Cuándo?
¿Cuba? ¿Cuándo? ¿Salí?

Y luego llegó Fidel.
Y egolu gollé Delfí.
Y güelo guelló Felid.
Y luoge logel Lifed.

30.6.11

205. Metáforas blanditas


          Érase una vez que se era un escarabajo azul que quería convertirse en un escarabajo que pareciese azul, pero que en la medida en que el observador de escarabajos se acercara o acercase, en realidad fuera de color magenta. Su deseo se hizo realidad gracias al hada Martita Pleguezuelo que se encontró con el protagonista de nuestro cuento en un enclave misterioso del Bosque Encantado nº 2. Mortimer, el juglar atolondrado, perdido en dicho enclave de dicho Bosque, llegó a observar el hecho inaudito de la conversión del escarabajo azul en escarabajo que pareciera o pareciese azul pero que en realidad era de color magenta. Lo vio y lo glosó en unas letrillas a las que posteriormente puso música (o musicó, o musicalizó) y dio a conocer por todos y cada uno de los pueblos del contorno. El escarabajo, nuestro escarabajo protagonista, oyó una noche la bella, salmodiosa y alegre cancioncilla de Mortimer. ¿Cómo sabía el juglar atolondrado el hecho inaudito que le aconteció con el hada M. P. en un enclave misterioso del Bosque Encantado nº 2? Marchó, pues, con raudo afán en busca del juglar, al que no pudo alcanzar dada la enorme velocidad que desarrolla un juglar caminando (más aún si éste es atolondrado): 127m/min., en comparación a la de un escarabajo medio, independientemente de su color: 0,73m/min. Con el hada tampoco pudo dar pues la destinaron al Bosque Encantado nº 3, hecho que el escarabajo desconocía. Y colorín colorado, este cuento tan poco esclarecedor y que nada aporta a la mejora del género humano en ningún sentido, ha acabado.

          (Dedicado al mayor de los hermanos Grimm, de nombre Jacob, el que siempre iba con gorrito).

29.6.11

204. El noble intruso


          Y nombraron a tres hombres buenos para llevar a término el encargo del Alto Tribunal. El primero de ellos se llamaba Caracuel y reía como ríen los animales nocturnos cuando otean cualquier cosa menos el horizonte; el segundo se llamaba Icaza y lloraba como las mujeres de Buda cuando se quemaban los antebrazos con las ollas de té; el tercero se llamaba Antúnez y bebía aguardiente como los cazadores de erratas de las editoriales vaticanas. Los tres dispusieron de un día para sus deliberaciones. Sólo les ocupó un cuarto de hora llegar a un acuerdo. Rellenaron los documentos, los lacraron y estamparon el sello de la procuraduría. Caracuel dedicó el resto del día a reír, Icaza a llorar y Antúnez a beber aguardiente. Al final de la larga jornada les pagaron y cada uno marchó a su casa. El cadalso se levantó en pocas horas. La ejecución se llevaría a cabo al amanecer. Caracuel, Icaza y Antúnez asistirían a ella en calidad de agentes judiciales vicarios. Caracuel se vistió de teniente de húsares para la ocasión; Icaza vistióse con el uniforme de gala de los Carabineros; y Antúnez fue con su atuendo de Capellán Castrense. Tras la ejecución sumarial marcharon, como era costumbre, a casa de Lola Jaramillo a desentumecer sus conciencias y a que las pupilas de Lola sosegaran sus confusos sentimientos de culpa con besos y caricias mercenarios, pero que producían efectos similares a los verdaderamente amorosos.

23.6.11

203. La mitra de hule


          Es necesario que digamos "no" tres veces al día: una por convicción, otra por necesidad y otra más por veleidad o capricho. Son necesarios en nuestra vida la ofensa recibida, el estupro consentido y un acto de cobardía ilimitada. En el enamoramiento hemos de experimentar un primer amor, un amor maduro y un primer amor maduro, por ese orden. Tendremos tres hijos: uno será perverso, otro posesivo y un tercero deficiente. Las fases de nuestra existencia las dominarán la insidia/envidia en primera instancia, el egoísmo/astucia en segunda instancia, y el odio/locura en tercera y última instancia. Igual que nacemos tres veces, a saber: el nacimiento a la vida, el nacimiento a la muerte y el nacimiento a la duda, igualmente moriremos tres veces, a saber: la muerte física, la muerte metafísica y la muerte ecuménica. Podría continuar enumerando tríos de circunstancias vitales que dibujan nuestra existencia, pero NO voy a hacerlo. Este "NO" es de la tercera categoría, un no veleidoso, un capricho de negatividad. Me quedan todavía dos más antes de que den las doce.

17.6.11

202. Yo soy menonita


          Me fijo en el frunce de tu entrecejo y en la bóveda dorada de tu frente, asimilo poco a poco los surcos por donde sudas y lloras, me recuerdo en tus orejas pequeñas rodeadas de frondosa placidez, tu nariz quebrada e insolente, tus ojos decidores y ahora brillosos, que sufrieron y que muy pronto reirán, tu boca enmarcada que nunca cesa, me sumo en tu cuello, en el que quepo y sueño, tus pechos que duermen primaveras y recuerdan rotundas victorias; me observa severa la discreción de tu sexo, oscuro y sabio, sabedor de pocas e importantes cosas; tu espalda sinuosa, agreste, de simetría deslazada, esa espalda que aturde valentías y caricias; y tus nalgas sellan mis manos a su piel de tacto enajenado; si tus brazos de ternura poderosa me someten como a un niño, tus piernas dulces y peligrosas me doblegan como a un hombre, este hombre que besa tus pies de porcelana antigua, este hombre cegado por la luz de tus manos musicales, de tus manos hacedoras de milagros.

16.6.11

201. Emi, Goti y Cañamón


          Santo Domingo Savio, santito italiano nacido muerto a los 14 años, fue, es y será ejemplo de precocidad napolitana e intelectiva. Nacido muerto en Porto Allegrini, cerca de Rimini, cursó estudios de kindergarten en Polentza di Mare y acometió los grados parvularios en la Scola Annormale del Pater Piocopolo, en Mennara. Desde la fecha de su nacimiento, el occiso Dominguito olía mal, pero hacía milagros, muchos de los cuales fueron incomprendidos en su época. Llenaba de pobres las puertas de los conventos de la Lombardía; creó de la nada miles y miles de menesterosos que iba depositando en los claustros y abadías mencionados. Curaba la afonía de las canzonetistas más promiscuas y salaces, disolvía sinagogas a mucha distancia, promovía disidencias en palacio, amaestraba zarigüeyas y tapires, trocaba el haz en envés y hacía que los leprosos bailaran motetes y gigas. El día de su segunda muerte, acaecida un lunes de otoño en San Pietro della Bregna Preta, todo Nápoles se puso en fiesta y el Etna exhaló una nube casi mágica de un color entre cobalto y cromo, que adquirió en el firmamento la forma de una góndola llena de cuervos y damajuanas. Dios lo acogió en su seno a las 14.25 y ya estaba en el cielo a las 16.31. Fue beatificado y santificado por el Papa Sancho Nono en el año mil y pico.

4.6.11

200. Mi tío Samuel


          La vergüenza de Tota Oña, marquesa de las Vaguadas, era una vergüenza antañona, medieval, casi carolingia, yo diría incluso que era una vergüenza mesolítica. Y no es para menos, y verán ustedes porqué: resulta que Tota tonteó una primavera con Queco Ostiz, barón de L'Orville-Leduc, allá en la época coincidente con su más tierna juventud, cuando iba con su madre, la condesa de la Bastilleira, a pasar los meses calurosos a Farnadeiros, villa lucense lindante con San Xiao do Camiño. Allí, y tras el devaneo gallego con Queco, una galerna de las que hacen época dio un vuelco a la vida de Tota: dos mil marineros de bajura murieron en la tempestad, millones de pulpos aparecieron rotos y maltrechos muy lejos de la costa, cerca de Cacabelos, provincia de León, el maestre de los gremios coraleros de Baloira apareció degollado en la taberna de Mariazorriña, y la totalidad del mejillón huesudo desapareció como especie y como manera de entender la vida. No es, por tanto, necesario insistir en cómo la vergüenza acompañó desde entonces la triste vida de Tota y la de todos los que la rodeamos y malquisimos.

23.5.11

199. La fiebre de la muchacha en la era


          Si descontamos los átomos de caricias que no llegaron a la plenitud de los besos verdaderos que podrían haber sido, negaríamos la verdad que nos asola en las noches enhebradas de desdicha y sinsabor, que son casi todas. Es por lo que el filósofo y el matemático se niegan de espaldas y se ofrecen las armas de su duelo a ciegas, demorando lo inevitable del encuentro con antifaces y mentiras de oropel. El gramático sale indemne del furor de la palabra, clama al Verbo y se niega una y mil veces ante la Cifra. El artista disimula en el claror amanecido o en la grisura cenicienta de la cueva. La ciencia del alquimista erosiona los moldes ancestrales con fórmulas inasibles. El poderoso comerciante deambula, pasea, compra esclavos y cosas. El amor gentil, con su prosapia erotizada y los aromas agónicos del deseo, se diluye en las estribaciones de desiertos apenas velados, apenas sospechados. Y el guerrero, que no quiere serlo, vela la morada de todos en una larga noche, la noche en que los átomos se despedazan al estrellarse en todas y cada una de las caricias soñadas.

16.5.11

198. Carla Bruni es maragata


          Los grises de esta tarde de primavera son tan verdes como esperanzadores eran los azules casi marinos de tus ojos de de un malva luminiscente. Mezquino eternamente será quien así no lo admita y mezquino quien lo admita eternamente. Tus ojos, bella Mora, me tienen atado a este vergel de desdichas, como si tu aspecto de cristiana ortodoxa no emancipara cien mil seminaristas de todas las Galicias que en el mundo haya. Tienes ojos, Zoraida mía, que suenan como címbalos de guirlache cortesano. Te amo tanto, Morita acanallada, que domaría ricos caballeros para que cruzaran la Santa Cruzada de tus muslos veraniegos, y luego los mataría antes de que culminaran la matanza de tu carne aquilatada, y tan mía esa carne como tuya, como de todos los que nada tienen y todo tienen. Menos tus ojos, musa de oro plateado, tesoro de los dioses, todo me parece extraordinario, de tan acostumbrado que estoy a los instantes luminosos que me ofrecen. Te amo sucia, te amo polvorienta y riscosa, te amo estampada de todos los pecados que te gustan, te amo empedrada del deseo enajenado de tu raza y mi destino.

2.5.11

197. Minutos musicales


          El aborigen togolés que llevo dentro me indica que lo exponga, es decir, que lo ponga en el exterior, que lo saque fuera de mí, que mi esqueleto lo suelte, que mis músculos lo liberen tendinosamente hablando, que en fin, sea liberado todito todo de mi ser corpóreo, que dicho sea sin ofender, lo deje en paz y libre de una puta vez. Es un aborigen que me fue introducido el día de mi primera comunión, ceremonia oficiada en 1961 por el cardenal Larraona en la iglesia de San Antonio María Claret de Sevilla, muy cerca del estadio Benito Villamarín, donde el Real Betis Balompié gana todos los partidos que juega desde el año 8 después de Cristo. El aborigen me lo introdujo el Padre Pimentel con una panoplia bicúspide del tres tras la ceremonia canónica y me fue  posteriormente clampado por el hermano Truman con una sonaja de almortas bendecida por Pío IX. El aborigen lleva por nombre Arturo Ngóoh y es, claro está, negro como el alma de Alma Truman, hermana del hermano Truman, que era prostituta a tiempo parcial en las abadías de Sierra Morena, en donde era conocida como Alma Truman, la hermana del hermano Truman, el de las sonajas clampantes.