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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



14.7.11

210. El amor del coronel Cebolla


          Se me van pasando los días, las horas y los minutos. No tengo meses ni años. Soy Hortensia T. Lichmann y no conozco el nombre de las cosas más cercanas, conozco sólo el nombre equivocado de ciertas cosas lejanas y ajenas a mi condición de rea de muerte. Maté en dos ocasiones a gente desconocida, cuyo nombre no me decía nada. Soy Hortensia T., la del portentoso don, la hija de la noche, la ubicua, la reidora, la afrentosa, la hacedora de prodigios, la eterna musa del pecado, la de los dientes de porcelana, la del sexo seco e inaccesible. Soy Hortensia (Hidrongea macrophylla), como mi madre y como mi abuela. Soy descendiente de súcubas imperiosas que dormitaron con jenofontes y tácitos y trazaron los diagramas del futuro pavoroso. Soy la muerte venidera, soy mi propia muerte, soy la víctima siguiente, la que va a venir. Mi muerte no redimirá nada, gracias al cielo. Será una muerte blanca como la hortensia y negra como las agraces uvas de Tracia. Una muerte eternamente dolorosa y alegre como lo son todas las muertes. Maté para estar entre los muertos, viví para matar y morí para vivir. Sigo sin nombrar las cosas con la corrección necesaria. La palabra siempre viva. La muerte siempre Hortensia.