En una chaise longue tornasolada de un verde ajado, casi gris, hierática, apoyada en su codo izquierdo y con la mirada perdida, inmóvil, reposaba Elizabeth Farren, futura condesa de Derby. A su lado, en un sillón Luis XV torpemente restaurado, se sentaba con cara de preocupada actitud Gonzalo Jiménez de la Espada, orientalista enjundioso y amante veraz de todo aquello que oliera a japonés. A su izquierda, en una austera silla estilo regencia se revolvía algo incómoda Marta Hegemann, pintora alemana expresionista de la Nueva Objetividad. Frente a ella, en una confortable silla de cuero beige modelo Barcelona disponía su voluminoso cuerpo Peter Senerchia, luchador profesional estadounidense, más conocido con el seudónimo de Tazz. En un chester de cuero negro de dos plazas, al lado de Tazz, se hallaban el uno al lado del otro, Luis Walton, empresario mexicano, radicado en Acapulco y Claudio Apolinar, obispo de Frigia, más concretamente obispo de la diócesis de Hierápolis. La amplia sala que los acogía presentaba un aspecto muy austero; paredes desnudas y pintadas de un blanco como el que se ve en la esclerótica de los caballos de Dresde. Tan sólo un cuadro ocupaba la parte superior de una de las paredes, justamente la que detentaba en su centro una chimenea de alabastro verdinegro. El cuadro, a treinta y cinco centímetros de la parte superior de la chimenea citada, la de alabastro verde, representaba en cuadrículas exactas, las veinticinco formas canónicas de golpear a un mudo. Frente a la chimenea, la de alabastro verde, se encontraba la puerta de entrada y, a la sazón, también de salida. Sir Nicholas Talmuddy no pudo acudir a la reunión. Ni Agnus Nïn. Tampoco pudo F.E.W. Nisroel. La vida sigue en el cuartel.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.