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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



1.11.11

231. La azarosa vida de Pedro Infinito


          El espasmo geométrico del metrónomo que no se ve se interpone entre la pregunta y la respuesta. El revólver en el tapete mira equidistante a un punto intermedio entre los dos individuos sentados frente a frente. Ambos se miran a través de la rejilla de sus respectivas escafandras. El fuego de la chimenea a la espalda de uno de ellos (por ejemplo, el de la izquierda) va convirtiendo en puras brasas un buró estilo Regencia con muchos cajoncitos. Cuando llaman a la puerta de la estancia con dos golpes secos, uno de los buzos (por ejemplo, el de la derecha) emite un gorjeo largo y hace un leve intento de alcanzar el arma con una de sus manos (por ejemplo, la izquierda). El tiempo transcurre y nada se mueve a excepción de la barrita oscilante del metrónomo que no se ve y de las llamas de la chimenea que devoran poco a poco el espléndido buró. Dos nuevos golpes secos se oyen en la puerta por segunda vez. Ahora son los dos buzos los que gorjean a la vez y a la vez intentan en vano alcanzar el revólver. Del buró se desprende un cajoncito que deja al descubierto un resorte metálico. Otro cajoncito cae y puede verse desparramado su contenido: tres bolindres y un cortaúñas oxidado. Tras un estruendo de maderas reventadas, la puerta cede, el metrónomo se detiene, un buzo (por ejemplo, el de la derecha) es más rápido en hacerse con el arma, disponerla apuntando a la rejilla de su escafandra y dispararse un tiro. El gorjeo del otro buzo se hace más largo, más agudo, pavoroso. El visitante, que ha llamado dos veces dos veces a la puerta y más tarde la hace añicos, se dirige a la chimenea y sin miedo a las llamas pulsa el resorte metálico que había quedado al descubierto en uno de los cajoncitos, no sin antes coger los bolindres y el cortaúñas oxidado e introducirlos en su canonfolio.

          Lo que acontece entonces no se puede, no se debe contar.