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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



2.9.11

223. El mundo de las hortalizas


          Nada más fácil que definir el erotismo: "¿Alguien ha percibido alguna vez en la lágrima de la esposa la imagen reflejada de la amante desnuda"? Bueno, pues algo así es el erotismo, quizás algo menos literario, pero por ahí van los tiros. El erotismo en los pueblos del interior es diferente, por no decir que es inexistente. Sólo los forasteros encuentran el erotismo en zonas rurales. Mi tío Luis lo encuentra incluso en las comarcas industriales del cinturón siderometalúrgico de la cuenca del Nervión. Erotómanos como él han sido (ha habido) muy pocos. Recuerdo de niño cuando me llevaba a la lonja de Llodio para ver descamar lucios a las pescaderas. Allí nos disponíamos al lado de una columna escogida y a una hora determinada; entonces un rayo de sol penetraba por el alto y redondo ventanal y se cernía sobre las planchas de granito pulido donde trabajaban aquellas rollizas y rozagantes operarias. El descamado de los pescados les cubría de pequeñas láminas tornasoladas el comienzo de sus grandes y lustrosos pechos que bamboleaban indolentes con el movimiento que le impelían los afanosos y vigorosos brazos de aquellas mujeronas oceánicas. De mi tío Luis aprendí todo lo que sé en este campo. Él me enseñó la mentira de lo evidente, la verdad de lo velado, el olor de los sonidos, el tacto que se mira, el aroma que se acaricia, el misterio que envuelve todo lo que apasiona, la gloria de lo efímero, el rumor de lo sublime que nunca llega, la felicidad fragmentaria que martiriza, la fiereza de la belleza que aplaca nuestra llama interior. Como dije al principio, nada es más sencillo de definir que el erotismo. ¿No es cierto?