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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



29.6.11

204. El noble intruso


          Y nombraron a tres hombres buenos para llevar a término el encargo del Alto Tribunal. El primero de ellos se llamaba Caracuel y reía como ríen los animales nocturnos cuando otean cualquier cosa menos el horizonte; el segundo se llamaba Icaza y lloraba como las mujeres de Buda cuando se quemaban los antebrazos con las ollas de té; el tercero se llamaba Antúnez y bebía aguardiente como los cazadores de erratas de las editoriales vaticanas. Los tres dispusieron de un día para sus deliberaciones. Sólo les ocupó un cuarto de hora llegar a un acuerdo. Rellenaron los documentos, los lacraron y estamparon el sello de la procuraduría. Caracuel dedicó el resto del día a reír, Icaza a llorar y Antúnez a beber aguardiente. Al final de la larga jornada les pagaron y cada uno marchó a su casa. El cadalso se levantó en pocas horas. La ejecución se llevaría a cabo al amanecer. Caracuel, Icaza y Antúnez asistirían a ella en calidad de agentes judiciales vicarios. Caracuel se vistió de teniente de húsares para la ocasión; Icaza vistióse con el uniforme de gala de los Carabineros; y Antúnez fue con su atuendo de Capellán Castrense. Tras la ejecución sumarial marcharon, como era costumbre, a casa de Lola Jaramillo a desentumecer sus conciencias y a que las pupilas de Lola sosegaran sus confusos sentimientos de culpa con besos y caricias mercenarios, pero que producían efectos similares a los verdaderamente amorosos.