"Tengo todo el día para esculpir mi desdicha con el barro insano del lodazal en el que transcurren mis días". Este tipo de frases suele cariacontecer a mi joven tarántula, ella piensa que todo lo que me afecta de manera negativa es sin duda originado por su deletéreo veneno que va depositando, casi siempre sin querer, sobre mis miembros, en mis bolsillos, sobre la mesa del despacho, en los cajones de mi mesilla de noche... Yo soy un escribiente veleidoso, falaz, embustero, me acojo a las palabras como Tarzán se acogía a las lianas cuando deambulaba por la selva sin rumbo fijo, por el simple hecho de atravesarla, antes, claro está, de que Jane apareciera en su vida; entonces, su sin rumbo dio paso a la efemérides del amor y ya todo lo hacía por algo, su sin rumbo se convirtió en un con rumbo ardoroso y consensuado. Pero yo no soy Tarzán, y mi joven tarántula no se llama Jane. Ni cuando escribo jamelgo pienso en tierra de asnos, ni siento como un caballo, ni cuando escribo algodón mi alma flota vaporosa entre cúmulos de blanco semisólido. Yo contradigo, contradigo casi siempre y es por ello que paso la vida dando tumbos con mi tarántula a cuestas. De tanto tumbo, mi querido arácnido pierde a veces el norte, pero a veces soy yo el que lo pierde, y para entonces ya ella se ha hecho con el sextante, el astrolabio y el timón, y viramos a babor o a estribor buscando (y a menudo encontrando) el rumbo verdadero. Mi tarántula es muy lista y tiene un veneno que mata lo suficiente y embelesa lo necesario. Ya la siento venir escorada por el pasillo, ya asoma una de sus patitas por la puerta.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.