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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



23.12.11

239. El asesinato de Danton


          El rumor de las olas o el humor de las bolas o el tumor de la Lola, ¿qué más da una cosa que otra? Al final de este siglo de carroñas crepusculares la música y la ética son indiferentes, como indiferente es el enredo de alegorías sin fin al que nos someten los artífices de la prosopopeya del poder. ¿Qué más da si el viejo topo sigue devorando jícaras y jícaras de ajoblanco? ¿Qué más da si todos los hermanos de los lobos se solazan con las codornices ancianas? Todo es lo mismo: las lomas donde se alzaba Bruno, los brincos que dábamos de dos en dos de manera diversa pero todos muy dinámicos, la concepción de la espina, los romanos de los mesones, los trapos en el río donde se bañaban los miembros de las bandas callejeras. ¿Qué más da si anacoluto o metonimia, si anábasis o diáspora, si gueto o pogrom, si sevicia o lascivia, si Cansino o Hayworth, si Dada o Mandela, si Luther o Lutero, si magenta o rosicler? La variedad es disonante, embaucadora e incita a la inmoralidad de parte. Quedamos exánimes en el piélago de dudas como quedaríamos enhiestos y crispados en el eterno revuelo de dichas sin fin concreto. Nacemos para elegir lo que importa poco (nada) que sea elegido. Lo que nos viene dado tan sólo nos importa si nos acrecienta el innoble y estulto afán de escoger entre más de una cosa o condición. No digamos nada de ser electos: ello conforma el súmmum de nuestra trasnochada e insulsa pústula de felicidad. ¿Qué más da si mañana no llega? ¿Qué más da si anoche no fue? ¿O si mañana fue anoche? En cualquier caso, algo o alguien debe importar a algo o a alguien, porque si no ¿qué son aquellas luces que centellean tras aquella rama vibrátil del álamo que se pliega con el viento sobre el tejado de la casa de mi padre?