El pasado año debí morir. Si no ha sido así es porque la Ley de Incompletitud de Gödel está dañada en alguno de sus presupuestos ecuacionales. Sin embargo, Heisenberg (sus restos) estará dando pequeños saltitos de alegría, pues a su Principio de Incertidumbre le he concedido con mi supervivencia un quantum de visceralidad con el que no contaba. Una vez dicho esto, no sé ahora qué hacer con mi vida, con mi fábrica de bartolillos, con los reostatos que tanto trabajo me costó reunir, con mis pecados, a los que tanto debo, con mis fracasos dorados, con mis solares vejaciones, con mis indultos, con mis carcajadas en el abismo, con mis amigos inexistentes, con mis máscaras y muecas, con el hijo que tuve, con el que tengo y con el que tendré, con mis piedras volcánicas, con mis dehesas ensombrecidas, con mi llanto que no cesa, con mis libros olvidados, con mis asignaturas aprobadas, con mi cuerpo cariacontecido, con mis ojos absortos, con los vientos helados, con mis helados ardores, con mis máquinas del tiempo, con todos los insectos que me rodean, con los cobradores de renta antigua, con mis jóvenes desdichas, con mi cetro y mi corona de oropel. Pero sobre todo qué haré con mi lucha constante con los números, con las letras, con los símbolos...
+
FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
3.1.12
240. Legumbres diseminadas (Ensayo póstumo)
El pasado año debí morir. Si no ha sido así es porque la Ley de Incompletitud de Gödel está dañada en alguno de sus presupuestos ecuacionales. Sin embargo, Heisenberg (sus restos) estará dando pequeños saltitos de alegría, pues a su Principio de Incertidumbre le he concedido con mi supervivencia un quantum de visceralidad con el que no contaba. Una vez dicho esto, no sé ahora qué hacer con mi vida, con mi fábrica de bartolillos, con los reostatos que tanto trabajo me costó reunir, con mis pecados, a los que tanto debo, con mis fracasos dorados, con mis solares vejaciones, con mis indultos, con mis carcajadas en el abismo, con mis amigos inexistentes, con mis máscaras y muecas, con el hijo que tuve, con el que tengo y con el que tendré, con mis piedras volcánicas, con mis dehesas ensombrecidas, con mi llanto que no cesa, con mis libros olvidados, con mis asignaturas aprobadas, con mi cuerpo cariacontecido, con mis ojos absortos, con los vientos helados, con mis helados ardores, con mis máquinas del tiempo, con todos los insectos que me rodean, con los cobradores de renta antigua, con mis jóvenes desdichas, con mi cetro y mi corona de oropel. Pero sobre todo qué haré con mi lucha constante con los números, con las letras, con los símbolos...