La autoridad de los objetos inanimados (me refiero a la autoridad moral) sobre los animados se mantiene sobre pilares lógicos desde los tiempos de Mary Chesnuts. Estos pilares son cuatro: la matemática, la tauromaquia, la siembra de alfalfa forrajera y la exégesis de los Libros del Mar Muerto. Esta estupidez la he escrito a las 10 horas, 15 minutos de un día luminoso de invierno, ya alejado de la Navidad. Si me pregunto por qué, me respondo que no lo sé, pero si me pregunto por qué los cristales aperiódicos de Schrödinger no huelen a mirra añeja, sé y conozco muy bien la respuesta: porque el tal Schrödinger tenía una madre ambidiestra y un padre optometrista. Mi problema mayúsculo, que bordea y penetra mi ser todos los días, es éste: conozco y sé lo que me importa un filamento de higo conocer y saber, pero lo que me interesaría saber y conocer, no. Sé que usted es de un pueblito de León donde hay dos asesinos que sólo usted conoce, pero no sé de qué color es mi páncreas. Atisbo en lontananza, pero con certeza, la formulación correcta de la ecuación de Fibonacci, pero no recuerdo, si es que alguna vez lo supe, el nombre completo del hermano mayor de la hermandad de Los Negritos. Sé quién es cateto y quién no con solo ver la angulación de sus pestañas, pero no quién era el astronauta de verdad de los tres que llegaron a la Luna. Me miro las piernas y me cuento las cicatrices cuyo origen conozco, un número muy inferior a las que desconozco. Miro a mi familia y creo reconocer a dos o tres miembros, los demás parecen seres inanimados y, por tanto, muy superiores a mí (me refiero a superioridad moral). En fin, ya son las 11 horas y debo afilar el machete, sacar punta a mis lápices, bruñir mi panoplia, terminar de apretarme los silicios y tomar mi jícara de gachas de avena, cereal que tiene, por si ustedes no lo saben, una enorme cantidad de propiedades.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.