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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



7.5.09

5. La canción del verano

       
          Hoy es la búsqueda de oquedades lo que me trama el alma de metralla industrial y no otra cosa. Ayer fue el estrépito de mil pistolas derrengadas en odres de mantequilla albana y mañana será el piafar de caballos inconexos destruyendo esternones de estorninos enfurecidos y blasfemantes. Cuando todo pase, aún quedará el viciado aire de los estercoleros en donde se juegan hasta las pestañas los ministros del ramo de los países integrantes de la OCDE, de los países intrigantes de la DOCE, de los países ingratos de la DCOE, de los países instigadores de la OEDC, de los países ágrafos de la EOCD. Entonces cantaremos aquella cancioncilla de tierno recuerdo que comenzaba así: "L...." ¿La recuerdan ustedes? Sí, hombre, la cantaba mucho aquel artista de variedades, Marianito Bofarull Segrés, el niño prodigio que con tan sólo once días versificaba profundos alejandrinos en la incubadora, y que a las once semanas de vida murió en un prostíbulo de los arrabales comidito por las pústulas primerizas de la sífilis terciana. La copla, con su ensamblante bodrión de cuerna alba, es como la posesión feroz de los tractores soviéticos, que nunca deja nada al azar de los pogroms ni a la dicha de los guetos deslizantes. Me traigo los recuerdos a manojos de los anaqueles de los dispensarios de los conventos de claustros reformados por insalubres grupos de arquitectos mellados y borrachos. Luego dispongo estos recuerdos, ya traducidos en cuartillas, y me los como adobados con pimienta amarilla, vinagre criollo, pimentón del Bierzo y comino del mar Egeo.