La contienda tiene visos de eternizarse. Las fuerzas están tan equilibradas como la primera vez. Igual número de bajas en los dos frentes. Igual número de almas camino del Hades. Igual número de vísceras abonando el humus sobre el que discurre la penúltima batalla. La sangre fluye como río de lava pompeyana por los márgenes del campo de Agramante. El retumbo de las espingardas y el piafar de las cabalgaduras se confunden en el éter beligerante de la tarde guerrera. Nada queda al azar de la vesania de hombres, dioses y destinos. Los niños soldados, las mujeres soldados, las viejas y viejos soldados, todos meriendan pólvora y gemidos entreverados de odio. La alacena del diablo está bien pertrechada de sahumerios y espíritus enmohecidos. Está contento el diablo y excitado por el olor a carne todavía fluyente de linfa y vida. Así son los demonios de la guerra, asaltacamas abanderados de sueños rojos y salaces, y de una venalidad lacerante y ardorosa. La mies abrasada por la tea que nunca se consume; el fuego arrasador, el estallido solar de la guerra.
P.D.: El mendrugo depositado en la urna expoliada se somete a un proceso de vigilancia fiscal por parte de las autoridades del consistorio y, sin menoscabo de lo dictaminado con anterioridad por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se pasa a la segunda fase del experimento, es decir, a la fase de deturpación sísmica o flogginknipping, en la que dos ediles provectos y debidamente asimilados acuden al foro internacional correspondiente a ensamblar viudas con aparejo mostrenco.
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