En Laos me vi perdido. No más que en el pasillo del consistorio o en las baldosas de mi celda monacal. No estuve allí más de dos o tres horas, pero mis pulmones se llenaron rápidamente de las cenizas de escribientes incinerados sin más, por el simple hecho de serlo y estar allí en aquel momento. Si hubieran sido secretarios de embajada y hubieran estado en Mindanao, no los hubieran incinerado, tal vez fusilado o descuartizado con versos de malos poetas, pero nunca incinerado. Me voy a poner a dieta un lunes de éstos porque me lo piden todos los canónigos que veo. Las ciruelas son de un color lívido porque les gustan a todos los canónigos. Los canónigos son feligreses cárdenos que de hartazgos sucesivos de ciruelas claudias se ennoblecen ante la curia y son adornados con pequeños ascensos en el eterno escalafón eclesial. Comenzaré el próximo lunes. Satisfaré mis ansias con comestibles bélicos, y mis lamentos con pan ácimo de convento. Mis antepasados, que eran marionetas deshechas y viscosas, me lo agradecerán al menos.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
7.5.09
7. Operación "Pez Martillo"
En Laos me vi perdido. No más que en el pasillo del consistorio o en las baldosas de mi celda monacal. No estuve allí más de dos o tres horas, pero mis pulmones se llenaron rápidamente de las cenizas de escribientes incinerados sin más, por el simple hecho de serlo y estar allí en aquel momento. Si hubieran sido secretarios de embajada y hubieran estado en Mindanao, no los hubieran incinerado, tal vez fusilado o descuartizado con versos de malos poetas, pero nunca incinerado. Me voy a poner a dieta un lunes de éstos porque me lo piden todos los canónigos que veo. Las ciruelas son de un color lívido porque les gustan a todos los canónigos. Los canónigos son feligreses cárdenos que de hartazgos sucesivos de ciruelas claudias se ennoblecen ante la curia y son adornados con pequeños ascensos en el eterno escalafón eclesial. Comenzaré el próximo lunes. Satisfaré mis ansias con comestibles bélicos, y mis lamentos con pan ácimo de convento. Mis antepasados, que eran marionetas deshechas y viscosas, me lo agradecerán al menos.