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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



16.5.09

18. Las primeras catedrales


          Reconforta saber que nuestros ruidos digestivos no son el signo demoledor que para los antiguos egipcios constituían los referidos sonidos. Un habitante de Tebas hace tres mil años enmudecía, empalidecía, turbábase al oír como una porción de aire, producto de la descomposición orgánica de los alimentos en su aparato digestivo, se desplazaba de un tramo a otro de su colon. Para él era una llamada de la muerte que le avisaba de la veleidosa y efímera porción de vida que le había tocado vivir y de su pronta unión a los ejércitos de la muerte.
          En el antiguo Egipto las sirenas de las fábricas de relés para automoción (las mejores del Mediterráneo) se oían en un radio de dos mil estadios, estadio más, estadio menos.
          Los vendedores de pebeteros y sahumerios al por menor formaban cofradía, y una vez al año peregrinaban a la caverna negra de Im-Ahl-Asur, donde se les aparecía Fray Isidoro de Nápoles y el hijo de Aminhoteph II, el primer faraón eunuco y zurdo. Como piezas de un gran puzle sideral, los sacerdotes de palacio los esperaban de vuelta y después de merendar se unían ambos grupos (vendedores de pebeteros y sacerdotes) y bailaban lo que sabían. Era un clamor de alegría y entusiasmo verlos holgar de esa manera. Luego llegaron los judíos y se formó la que se formó.

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