Es por todos conocido el aforismo que se adscribe al ingenio del poeta alemán Hölderlin, que dice así. “Du musst dich mehr anstrengen, sonst schaffst du es nicht”, cuya traducción, algo libre, sí, pero también más hermosa es, aproximadamente, ésta: “Siente cómo ronronea el gato esperanzado en el regazo de la dulce abuela”. Hölderlin, el pobre, estuvo una buena temporada encerrado en un psiquiátrico de Tubinga, en donde ejercía su poder omnímodo el Dr. Sinclair, cuyas novedosas técnicas terapéuticas fueron experimentadas por primera vez en la persona de nuestro desdichado poeta. Duchas de orina galvanizada, dieta estricta de harina de almortas tostada, aplicación de electrodos rectales, inmersiones en lodos sulfurosos, lobotomías seriadas, y memorización rápida de epigramas en hebreo fueron algunos de los procedimientos utilizados por el Dr. Sinclair para la deseada curación de nuestro querido Hölderlin y que, ya se puede decir, obtuvieron un resultado aproximado a cero. A Sinclair no le gustaba la poesía. Era adicto a los solos de trompeta, a las setas de adviento, a los lupanares impostados y a la vieja literatura escolástica.
+
FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
31.5.09
31. La indecisión
Es por todos conocido el aforismo que se adscribe al ingenio del poeta alemán Hölderlin, que dice así. “Du musst dich mehr anstrengen, sonst schaffst du es nicht”, cuya traducción, algo libre, sí, pero también más hermosa es, aproximadamente, ésta: “Siente cómo ronronea el gato esperanzado en el regazo de la dulce abuela”. Hölderlin, el pobre, estuvo una buena temporada encerrado en un psiquiátrico de Tubinga, en donde ejercía su poder omnímodo el Dr. Sinclair, cuyas novedosas técnicas terapéuticas fueron experimentadas por primera vez en la persona de nuestro desdichado poeta. Duchas de orina galvanizada, dieta estricta de harina de almortas tostada, aplicación de electrodos rectales, inmersiones en lodos sulfurosos, lobotomías seriadas, y memorización rápida de epigramas en hebreo fueron algunos de los procedimientos utilizados por el Dr. Sinclair para la deseada curación de nuestro querido Hölderlin y que, ya se puede decir, obtuvieron un resultado aproximado a cero. A Sinclair no le gustaba la poesía. Era adicto a los solos de trompeta, a las setas de adviento, a los lupanares impostados y a la vieja literatura escolástica.