El paseante suicida contaba mentalmente los días que le quedaban de vida antes de arrojarse a las vías del tren: trescientos once días. Se puede contar de otra manera que no sea mentalmente. Ejemplo: el paseante suicida contaba órficamente los días que le quedaban de vida antes de aherrojarse varias vieiras con las leznas enmohecidas pero flexibles de Sebas, el herrero loco del Albaicín. También se pueden contar cosas incontables, pero si el paseante o yo mismo las contásemos sería lamentable, muy lamentable, pues sumiríamos en el caos a algo o a alguien, quizá a usted, joven pulcro que a esto atiende con atención agradecible y positivamente ponderable. No haga caso a nadie que niegue lo aquí referido. Siempre haga caso a su madre, que nunca querrá verle reducido a la ridiculez de las mentiras, o a la medianía de la mediocridad inherente a la chusma que nos rodea. Sea ejemplo viviente de la ferocidad de su bonhomía. Honraremos su memoria cuando fallezca, pero la deshonraremos cuando desfallezca.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
15.5.09
17. K-141
El paseante suicida contaba mentalmente los días que le quedaban de vida antes de arrojarse a las vías del tren: trescientos once días. Se puede contar de otra manera que no sea mentalmente. Ejemplo: el paseante suicida contaba órficamente los días que le quedaban de vida antes de aherrojarse varias vieiras con las leznas enmohecidas pero flexibles de Sebas, el herrero loco del Albaicín. También se pueden contar cosas incontables, pero si el paseante o yo mismo las contásemos sería lamentable, muy lamentable, pues sumiríamos en el caos a algo o a alguien, quizá a usted, joven pulcro que a esto atiende con atención agradecible y positivamente ponderable. No haga caso a nadie que niegue lo aquí referido. Siempre haga caso a su madre, que nunca querrá verle reducido a la ridiculez de las mentiras, o a la medianía de la mediocridad inherente a la chusma que nos rodea. Sea ejemplo viviente de la ferocidad de su bonhomía. Honraremos su memoria cuando fallezca, pero la deshonraremos cuando desfallezca.
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