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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



7.5.09

8. No lo vamos a necesitar


          Es sin duda una lacra, la perdición de los hombres, la insidia de gobernantes y toreros. Si el Sumo Hacedor nos hiciera sufrir lo que nuestros gestores desean para nosotros, dejaríamos de oír el canto de las alondras voraces, y el piafar de los caballos ostreros, y la cándida voz de Cándida Barrueta, esquiladora audaz donde las haya, que en alguna ocasión esquiló once ovejas en el tiempo que se tarda en esquilar a doce. El protervo Segismundo estaba enamorado de ella hasta más allá de las fronteras de lo imposible, pero su amor era de azúcar, y las mozas de la aldea lo sabían, y mandaban osos caucásicos para que endulzaran sus rasposas lenguas con lametones al amor de Segismundo. El amor del joven se vio así desleído en saliva de oso y ya no pudo contenerse más y se quitó las vidas que guardaba en una cueva cercana a los Altos Hornos de Langreo. La comarca lloró el doble de lo que procedía por la muerte de Segismundo, el enamorado ovetense que, sin amor de esquiladora, yacía como aceituna sin hueso triturada por rueda de camión en autovía belga. Las coimas de El Almenar lloraron menos la pérdida, aunque compusiéronle a Segismundo unos versos pornográficos muy del estilo neocentista, que no es lugar éste para su exposición, dada la muy notable afluencia de chiquillos a estas amenas y vespertinas tertulias del parque.

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