Es trece de septiembre en algún lugar inhóspito de Croacia. Y sigue sin amainar. Estoy harto de este temporal de anémonas constante. Silbo una canción marinera que me enseñó un escocés de escaso entendimiento que se llamaba Busby, pero al que todos llamaban Busby. Su madre, sin embargo, lo llamaba Busby. La canción se silbaba con los ojos cerrados. Una mano debía apoyarse en alguna catedral prerrománica y la vestimenta debía ser poco llamativa, como la que usan varias mujeres de Quito. Las selvas están poco podadas en septiembre. Los campos de golf esperan a que once jesuitas vengan alguna vez a disputar un torneo. Los caimanes de los campos de golf nunca atacan a los sacerdotes. Yo conocí a una caimana que estuvo a punto de profesar la fe católica, pero al final se decidió por una práctica filantrópica afín, como era y es el padrinazgo de abuelas de Belfast. Lamento que mis enseres se subasten tan baratos en su puja de salida, no es culpa mía, el mercado impone sus reglas a todos. De cualquier forma unto de elixir bucal los espejos de la portería, por si acaso, no vaya a ser que el Príncipe venga a disponer y cuando el Príncipe dispone, todos sabemos lo que ocurre. ¡Viva la Francia libre!
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
7.5.09
6. Mudanzas
Es trece de septiembre en algún lugar inhóspito de Croacia. Y sigue sin amainar. Estoy harto de este temporal de anémonas constante. Silbo una canción marinera que me enseñó un escocés de escaso entendimiento que se llamaba Busby, pero al que todos llamaban Busby. Su madre, sin embargo, lo llamaba Busby. La canción se silbaba con los ojos cerrados. Una mano debía apoyarse en alguna catedral prerrománica y la vestimenta debía ser poco llamativa, como la que usan varias mujeres de Quito. Las selvas están poco podadas en septiembre. Los campos de golf esperan a que once jesuitas vengan alguna vez a disputar un torneo. Los caimanes de los campos de golf nunca atacan a los sacerdotes. Yo conocí a una caimana que estuvo a punto de profesar la fe católica, pero al final se decidió por una práctica filantrópica afín, como era y es el padrinazgo de abuelas de Belfast. Lamento que mis enseres se subasten tan baratos en su puja de salida, no es culpa mía, el mercado impone sus reglas a todos. De cualquier forma unto de elixir bucal los espejos de la portería, por si acaso, no vaya a ser que el Príncipe venga a disponer y cuando el Príncipe dispone, todos sabemos lo que ocurre. ¡Viva la Francia libre!
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