Buenas tardes. Mi nombre es impronunciable, así que sería una pérdida de tiempo para mí y para ustedes el conocerlo. Ni yo mismo puedo pronunciarlo con una mínima corrección. Mis padres no podían llamarme, aunque lo intentaban con denuedo varias veces al día, y yo, claro está, no acudía porque aquel amasijo de sonidos gorjeantes no era capaz de asimilarlo con la idea que tenía de mi persona. Ellos no recordaban el origen de mi nombre, ellos no recordaban el día del bautizo, ellos no recordaban qué miembro de la familia fue al registro. Ante el espejo me observo cada día y cada día tengo más aspecto de llamarme Casimiro Martos de la Braña, pero ni por asomo ésos son los apellidos de mis padres. Sé que ése debería ser mi nombre y no el que tengo. Creo estar entrando en la vorágine de una depresión originada por esta crisis que podríamos llamar “nominal identitaria”. No sé lo qué hacer. Si a ustedes se les ocurre algo, por favor, no dejen de ponerse en contacto conmigo. Mis señas están impresas en el interior de la tapa de todos los botes de caldo concentrado de carne Bovril®.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
28.5.09
28. Microgramas
Buenas tardes. Mi nombre es impronunciable, así que sería una pérdida de tiempo para mí y para ustedes el conocerlo. Ni yo mismo puedo pronunciarlo con una mínima corrección. Mis padres no podían llamarme, aunque lo intentaban con denuedo varias veces al día, y yo, claro está, no acudía porque aquel amasijo de sonidos gorjeantes no era capaz de asimilarlo con la idea que tenía de mi persona. Ellos no recordaban el origen de mi nombre, ellos no recordaban el día del bautizo, ellos no recordaban qué miembro de la familia fue al registro. Ante el espejo me observo cada día y cada día tengo más aspecto de llamarme Casimiro Martos de la Braña, pero ni por asomo ésos son los apellidos de mis padres. Sé que ése debería ser mi nombre y no el que tengo. Creo estar entrando en la vorágine de una depresión originada por esta crisis que podríamos llamar “nominal identitaria”. No sé lo qué hacer. Si a ustedes se les ocurre algo, por favor, no dejen de ponerse en contacto conmigo. Mis señas están impresas en el interior de la tapa de todos los botes de caldo concentrado de carne Bovril®.