La especularidad es la capacidad para sentirnos espejos. La cananidad, la de sentirnos cananas. La Comandancia de Marina, sin embargo, no es nada, como tampoco lo eres tú cuando sueñas con espejos y cananas. Los caminos que convergen no son sospechosos de conducir a los pecadores al mismo lugar. De ello se deduce que, al pecar, deberíamos divergir de los demás pecadores, de los demás actos pecaminosos, de los demás pensadores de bajura, y de la demonia Teresita.
De cuantos sonetos compusieron los demócratas de Grecia, sólo queda uno. Se halla en una pequeña cajita negra, por cuya posesión luchan encolerizadamente las dos ramas de la familia Tanner desde hace trescientos once años. El próximo año hará trescientos doce y hace dos años, trescientos diez. Gestas Tanner fue el primer dueño de la cajita negra. Su hijo, Olof Tanner, fue el segundo, y así sucesivamente hasta llegar a Evita Tanner, su actual poseedora. Según la otra rama de los Tanner, la poseedora actual debería ser Tippy Tanner, sobrina del almirante Archibald W. Tanner, pero yo no entiendo de líos de familia, así que seguiré haciendo la compota de peras y membrillos, actividad ésta para la que creo haber nacido y de la que me siento ciertamente orgulloso. Me enseñó la receta tía Lily, persona a la que adoraba de niño y algunas veces de mayor. Su marido, el tío Francis era gitano y sólo comía despojos de matanza adobados. Mis primos eran pelirrojos y todos celíacos. La hora de la comida en casa de tía Lily era muy desconcertante, sin duda.
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