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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



31.5.09

31. La indecisión


          Es por todos conocido el aforismo que se adscribe al ingenio del poeta alemán Hölderlin, que dice así. “Du musst dich mehr anstrengen, sonst schaffst du es nicht”, cuya traducción, algo libre, sí, pero también más hermosa es, aproximadamente, ésta: “Siente cómo ronronea el gato esperanzado en el regazo de la dulce abuela”. Hölderlin, el pobre, estuvo una buena temporada encerrado en un psiquiátrico de Tubinga, en donde ejercía su poder omnímodo el Dr. Sinclair, cuyas novedosas técnicas terapéuticas fueron experimentadas por primera vez en la persona de nuestro desdichado poeta. Duchas de orina galvanizada, dieta estricta de harina de almortas tostada, aplicación de electrodos rectales, inmersiones en lodos sulfurosos, lobotomías seriadas, y memorización rápida de epigramas en hebreo fueron algunos de los procedimientos utilizados por el Dr. Sinclair para la deseada curación de nuestro querido Hölderlin y que, ya se puede decir, obtuvieron un resultado aproximado a cero. A Sinclair no le gustaba la poesía. Era adicto a los solos de trompeta, a las setas de adviento, a los lupanares impostados y a la vieja literatura escolástica.

30.5.09

30. Amores decisivos



          Entre los mejores poetas de mi bloque se halla Li Tsu. Sólo ha escrito un verso, un octosílabo dedicado en su totalidad a la pasión que arrasa su alma: su amor turbulento por la afamada concertista de acordeón, Aglaya Popovna, hija de Theodor Popov, el actual subsecretario para Asuntos Delicados del Ministerio de Asunto Exteriores y, a la sazón, buen catador de jarabes mucolíticos. También vive en mi bloque un chino enamorado de una acordeonista rusa, hija de un político que tose mucho. Ambos chinos se parecen mucho, aunque no deben de llevarse bien pues nunca los veo juntos, y eso que viven en el mismo rellano. Los chinos son, en general, individuos muy peculiares. 

29.5.09

29. El mal de la flor


          El kan mongol Yaunibeg ordenaba catapultar cadáveres apestados sobre las ciudades que quería conquistar. Esto ocurría en el año 1343. La importancia histórica del hecho en sí es mínima, si se compara con las maniobras de Cagliostro en el Delfinado o con las exenciones de diezmos que Bonifacio X consiguió, mediante bula previa, para todos los eclesiásticos del Palatinado. La importancia y lo esencial de las cosas, como los bucles de Piluca, son como logaritmos neperianos, que por más que deducimos sus parámetros básicos, nos quedamos sin conocer la verdadera personalidad de su inventor. Facundo Niepper no sabía de logaritmos ni de nada, era la esencia de lo lerdo, pero ayudó mucho en la felicidad de las vacas del valle. Era guapo mozo, muy del gusto de las vacas, a las que no enseñaba logaritmos ni enseñaba nada, dada su condición de lerdo esencial. Los logaritmos Nepperianos fueron un hallazgo casual de Facundo, no le reportaron dividendo alguno, pero pasó a la historia del álgebra. Nunca descuidó la felicidad de las vacas del valle.

28.5.09

28. Microgramas


          Buenas tardes. Mi nombre es impronunciable, así que sería una pérdida de tiempo para mí y para ustedes el conocerlo. Ni yo mismo puedo pronunciarlo con una mínima corrección. Mis padres no podían llamarme, aunque lo intentaban con denuedo varias veces al día, y yo, claro está, no acudía porque aquel amasijo de sonidos gorjeantes no era capaz de asimilarlo con la idea que tenía de mi persona. Ellos no recordaban el origen de mi nombre, ellos no recordaban el día del bautizo, ellos no recordaban qué miembro de la familia fue al registro. Ante el espejo me observo cada día y cada día tengo más aspecto de llamarme Casimiro Martos de la Braña, pero ni por asomo ésos son los apellidos de mis padres. Sé que ése debería ser mi nombre y no el que tengo. Creo estar entrando en la vorágine de una depresión originada por esta crisis que podríamos llamar “nominal identitaria”. No sé lo qué hacer. Si a ustedes se les ocurre algo, por favor, no dejen de ponerse en contacto conmigo. Mis señas están impresas en el interior de la tapa de todos los botes de caldo concentrado de carne Bovril®.

27.5.09

27. El collar de Artemisa


         En la enagua de Alfonsina vive una familia de palabras muy blancas y muy almidonadas. Han quedado adheridas allí sin que Alfonsina se dé cuenta. A veces el viento de otoño le desprende alguna y se la lleva en volandas por encima de las olas hacia alguna isla solitaria. La familia de palabras se va haciendo más y más numerosa con el paso de los días. Les gusta jugar al escondite entre los pliegues, y se balancean divertidas con el cadencioso caminar de Alfonsina. Les encanta cuando la niña las lleva de paseo por la orilla de la playa. Algunas gotitas saladas se entremezclan con ellas y entonces se ponen a hablar de versos y de peces. Nube, Esperanza y Horizonte casi nunca se separan. Otras, que siempre están charla que te charla, son Luz, Lluvia y Azucena. A Sol, Amor y Amistad les gusta caminar en solitario, como a Soledad, Sueño y Arco Iris. Alegría, Risa y Sonrisa son hermanas y andan siempre detrás de Corazón, Vino y Valor. Alfonsina a veces, cuando se sienta a leer bajo el limonero en las quietas tardes del verano, oye un rumor, un susurro de algarabía que siente cercano, como si un enjambre de sonidos dulces y envolventes le hiciera cosquillas en las rodillas.

26.5.09

26. Recuerdos de ultramar


          La punta de un alfiler es una vasta superficie brillante donde se enfrentan minúsculos caballeros. En su afán de victoria dilapidan sus fortunas y disponen de la vida de sus vasallos, a los que dirigen a una muerte inútil, huérfana de gloria. La punta de un alfiler es también un lugar inhóspito, donde tan solo se distingue en el horizonte algún monasterio en el que monjes harapientos oran sin cesar mientras recolectan la miseria de su huerto. La baja Edad Media se asienta en la punta de un alfiler como la Prehistoria reside en el iris elongado de los gatos. El Tiempo busca refugios, escondites, perseguido por la Distancia que no cesa su asedio al sempiterno reloj de la Historia. El Renacimiento, tan propenso a las veleidades del Arte, se aloja en el azogue de cualquier espejo veneciano. Mi tiempo, tu tiempo, se halla en proceso de búsqueda. ¿Acabará buscando refugio en la recámara de un revólver? ¿En un fino tacón de rojo charol? ¿En un beso de amanecida?

25.5.09

25. Saurios


         Cierta y nocturna mañana de un abrileño mes de octubre recibí un paquete sin remitente que alarmó grandemente mi sosegado y pulcro bienestar hogareño. Al comenzar a abrirlo, no sin sentir un escalofrío descendente desde la nuca al recto, reparé en que todas las estatuas de los palacios de Venecia dirigen su mirada hacia puntos opuestos a donde se halla erigido il Campanile. Cuando esto me contaron los buzos de bajura de la isla de San Gregorio lo eché en saco roto, en pozo de olvido. No pensé jamás de nuevo en ello. Pero ahora el hecho cobraba una nueva dimensión que, sin duda, cambiaría mi percepción de las cosas. Aparté el paquete, retiré el mantel de la mesa, dispuse mis utensilios de trabajo y me corté una capa negra de fina estameña que me quedaba perfectamente, dándome un aire decimonónico y esnob, decadente y dandy. Una vez dispuesto en mi landó ordené al cochero me condujera al club, donde Lord Applewood y Lady Mapplewood iban a recitar unos sonetos inéditos de Claridge, encontrados en su residencia, más concretamente en su alacena, tras unos tarros de confitura de batata albana. En el club encontré, además, al astronauta Effing, al talador Douglas, al fonopeda Tillson, al especiero Burmann, al mago Fizz, a la tasadora Isobel, al eunuco Tonino, al zapatero Castellani, al ciclista Simonetto, a la zahorí Gisella y al encofrador Eusebio.
          Me gustan estas reuniones.

24.5.09

24. El honor de Sandie Shaw


          Pipino, padre de Carlomagno, medía 137 centímetros. Plinio, autor de la famosa Historia Natural, cayó por el cráter del Vesubio y murió. El papa Juan XI gustaba de pintar aves con sus largas uñas, a las que dejaba crecer y crecer para tal fin. Hugo Von Hofmmansthal era asiduo al café Procope de París en donde siempre pedía una copa de ajenjo a la que añadía un botón de porcelana de una blusa de su madre. Lina Sarastavja, primera bailarina del ballet Bolshoi entre los años 1916 y 1917, fue madre de veintidós hijos, todos vivos y todos varones. Charles Bourges, alcalde de la ciudad francesa de Angers durante los tiempos de la ocupación alemana, coleccionaba batutas robadas, llegando a tener dos al final de su vida. Sarita Yanes, hija de Sebatian Yanes, el insigne comediógrafo boliviano, se casó con el hombre más pobre del Perú, el poeta Segismundo Expósito. Boris Illich Kalkuin escapó de un campo de trabajo en Siberia el 4 de febrero de 1951 a las 16.40; a las 16.41 le pegaron un tiro; murió en Siberia el 4 de febrero de 1951 a las 16.42. Toro Loco (Crazy Bull) era el hermano menor de Toro Sentado (Sitting Bull); huyó de la reserva a la edad de setenta años, llegando hasta Canadá, donde se estableció en Bubble Canyon; allí montó una cadena de ferreterías, todas ellas pero que muy bien surtidas, sí señor.

23.5.09

23. La Horda Dorada


         Soy de Benavente, provincia de Zamora, España. Cuando me doctoré en el Instituto de Investigación de Metales No Ferrosos de Pekín no sabía qué hacer. Mi padre siempre quiso que fuera novillero y mi madre, estraperlista. Estaba ofuscado, sin dinero, a las afueras de Pekín, hambriento y con mi título de Doctor. Muy a mi pesar pensé en enamorarme de alguien, en transcribir mis afectos a un idioma erótico de fácil comprensión para aquellas jóvenes orientales que, montadas en sus bicicletas, me sonreían en cada esquina. Y así fue cómo me casé con Siu Li, muchacha dulce como un colibrí garrapiñado, prudente como los relojeros de Dresde, de una belleza tenue como el ámbar gris, y ligera como su bicicleta. Trabajaba en la manufactura de peonzas, y yo daba clases de castellano en la universidad a un nutrido grupo de funcionarios sordomudos. Tenemos un hijo llamado Lu-hi Matallana. Pero no soy feliz y pienso acabar con mi vida el jueves. Aquí no hay futuro, y en mi país huele cada día más a pis. Siu Li se está poniendo gorda como las adivinas de la antigua Bizancio, despótica como el sátrapa de los bosques, indecente como una canzonetista sarda. Lu-hi es tonto.

22.5.09

22. Multipropiedad


          Serían las seis de la tarde cuando el obeso señor Trackmann entró en su despacho. Los limones esparcidos por el suelo como gotas ácidas de canarios embravecidos; los pequeñitos semáforos desvencijados y arrancados de cuajo dispuestos en cruz sobre los anaqueles de libros como crucifijos multicolores; los matraces intactos colgando del artesonado del techo como lágrimas de laboratorio; los pífanos incrustados en las paredes como puñaladas ardorosas. Las dobleces de corazón y el lado oscuro del alma del señor Trackmann lo habían conducido a esta situación. Su vida era hasta entonces un continuo deambular por las almenas de la procacidad, de la insidia magna, de la tiranía ilimitada. La sed de su sevicia necesitaba trasegar ríos de sangre inocente para ser calmada. El señor Trackmann era muy malo. “Trackmann” significa en alemán, en su primera acepción, “poseedor de una notable maldad”. En su segunda acepción significa “el que con dos celemines de estiércol reforesta dos estadios de pinsapos reales en noche de luna llena”. “Trackmann” no tiene tercera acepción, es una palabra sin acepción tercera, como yo.

20.5.09

21. Vitriolo de estaño


          Éramos once los convocados a la reunión. Cada uno con su cosechadora Rickman B-142 en su versión reformada. Todos con nuestro atuendo habitual de trabajo y nuestra escarapela bien visible. Todos con las nalgas prietas de pura tensión nerviosa. Por la ventana penetraba el aroma de los alhelíes y los melones. También penetraba por la ventana el presidente del comité de festejos, pero de manera equivocada. Este señor, nacido en Ostende y criado en una floristería de Túnez, intentaba socavar el honor de la hija de Vargas el tabernero, que vivía dos casas más allá de aquélla en la que estábamos celebrando nuestro siniestro conciliábulo agrícola. El rumor de las olas y la algarabía de los pelícanos y gaviotas no se oían, no penetraban por ventana alguna. Un sinfín o un sin fin o un sifn in o un Sinn Féin de libélulas castrenses sí penetraba en formación, pero por la otra ventana. Al final optamos por cerrar las ventanas e informamos al presidente del comité de festejos de lo que allí se cocinaba, le pareció óptima nuestra asamblea y los fines que pretendíamos conseguir con ella. Se le rellenó la ficha de ingreso, extendió un cheque por la cuantía de la cuota anual y quedó admitido como socio de pleno derecho. Más tarde la luna iluminó los campos, la noche se extendió como los presagios y unas alas nerviosas de murciélagos despavoridos arañaron por aquí y por allá la tenue neblina que se iba alzando desde la superficie del pantano.

19.5.09

20. Resonancia magnética


          El explorador Mungo Park, escocés de profesión, descubrió que al sur del río Zambeze las almas de los negros que allí habitaban tenían forma, y se veían a una distancia de dos coma cinco (2,5) jukis. Algunas almas eran ovoides y azules como ciertos huevos de pascua, otras eran vermiformes, largas, serpenteantes y negras como mambas de pozo, y otras eran semejantes a pequeñas capillas cistercienses pero más tendenciosas. La tribu de los Xixi estaba en lucha perpetua con la tribu de los Xuxu. Nadie pudo explicar al explorador con falda y gaita, mostacho prominente y ojos verdes la causa de esta guerra sin fin, aunque comenzó a sospecharlo cuando acudió a la fiesta de bienvenida que ambas tribus le tributaron en una tregua pactada ante el hecho insólito de su llegada. Su esposa, Clarissa, pertenecía al coro de la congregación cuáquera de Birmingham y entonó en el acto festivo un popurrí de melosos himnos compuestos por el reverendo Morton, acompañándose para la ocasión con las notas de su vieja vihuela, instrumento medieval del que la dama era una consumada experta. Ella también comenzó entonces a sospechar la causa de las enconadas disputas inter-tribales aquella luctuosa noche.

17.5.09

19. Mi-Do-Sol-Fa-Sol-Do-Mi

          
          Si miran a la derecha verán una bandada de alcaravanes solteros que emigran, como todas las primaveras, a lugares de mayor disipación y deturpación moral. Si miran a la izquierda quizás puedan entrever entre la maleza oscura de sus cabellos el verde frondoso de sus ojos y el fragor de sus pestañas. De frente nos damos de bruces con la sinoplia atemperada de las huestes alcalareñas en su rito iniciático. Cuando lleguemos de regreso al hotel no olviden las damajuanas en el portaequinoccios. Tienen toda la tarde libre para realizar las últimas compras. Mañana embarcaremos a las 8 AM en el buque “Ombuc” que nos llevará, a través del río, a los más deslumbrantes manglares de la jungla hasta llegar a la desembocadura, donde ejecutaremos al azar a uno de los pasajeros de primera clase. El horario de las clases de gallego se anunciará por los altoparlantes del barco. Al carecer éste de restaurante, se les entregará a la entrada una bolsa pícnic cedida por el hotel. El menú consta: de primer plato, anos de lobo en salsa alemana; de segundo, delicias de pejepalo; y de postre, nada. A la llegada a la ciudad de Thornsville serán alojados en el Episcopalian Inn. Allí volveremos a vernos. Disfruten.

16.5.09

18. Las primeras catedrales


          Reconforta saber que nuestros ruidos digestivos no son el signo demoledor que para los antiguos egipcios constituían los referidos sonidos. Un habitante de Tebas hace tres mil años enmudecía, empalidecía, turbábase al oír como una porción de aire, producto de la descomposición orgánica de los alimentos en su aparato digestivo, se desplazaba de un tramo a otro de su colon. Para él era una llamada de la muerte que le avisaba de la veleidosa y efímera porción de vida que le había tocado vivir y de su pronta unión a los ejércitos de la muerte.
          En el antiguo Egipto las sirenas de las fábricas de relés para automoción (las mejores del Mediterráneo) se oían en un radio de dos mil estadios, estadio más, estadio menos.
          Los vendedores de pebeteros y sahumerios al por menor formaban cofradía, y una vez al año peregrinaban a la caverna negra de Im-Ahl-Asur, donde se les aparecía Fray Isidoro de Nápoles y el hijo de Aminhoteph II, el primer faraón eunuco y zurdo. Como piezas de un gran puzle sideral, los sacerdotes de palacio los esperaban de vuelta y después de merendar se unían ambos grupos (vendedores de pebeteros y sacerdotes) y bailaban lo que sabían. Era un clamor de alegría y entusiasmo verlos holgar de esa manera. Luego llegaron los judíos y se formó la que se formó.

15.5.09

17. K-141


         El paseante suicida contaba mentalmente los días que le quedaban de vida antes de arrojarse a las vías del tren: trescientos once días. Se puede contar de otra manera que no sea mentalmente. Ejemplo: el paseante suicida contaba órficamente los días que le quedaban de vida antes de aherrojarse varias vieiras con las leznas enmohecidas pero flexibles de Sebas, el herrero loco del Albaicín. También se pueden contar cosas incontables, pero si el paseante o yo mismo las contásemos sería lamentable, muy lamentable, pues sumiríamos en el caos a algo o a alguien, quizá a usted, joven pulcro que a esto atiende con atención agradecible y positivamente ponderable. No haga caso a nadie que niegue lo aquí referido. Siempre haga caso a su madre, que nunca querrá verle reducido a la ridiculez de las mentiras, o a la medianía de la mediocridad inherente a la chusma que nos rodea. Sea ejemplo viviente de la ferocidad de su bonhomía. Honraremos su memoria cuando fallezca, pero la deshonraremos cuando desfallezca.

13.5.09

16. Un carnicero en Aberdeen


          La invité a cenar en un restaurante etrusco que se encontraba en la confluencia de las calles A y B. Era un local lujoso, quizá excesivamente lujoso para ella. La dama se llamaba Casiopea y había nacido muy cerca de allí, en la confluencia de las calles C y D, al lado de la antigua farmacia militar. De primero pedimos una soflama de almortas y de segundo, también. De postre nos dejamos seducir por la recomendación del maître, que nos sorprendió con una turba de batata gris. Casiopea se encontraba acalorada y sus pómulos adquirían tonalidades de crepúsculo. Apenas hablamos durante la cena, tan sólo nos sonreímos entre plato y plato. Pagué en dracmas nuevos y felicité al chef. Retiramos nuestras cometas del guardarropa y fuimos a echarlas a volar a la ribera del río. La noche era sin luna. Cuando nos cansamos de volar las invisibles cometas nos besamos. Del bolsillo interior de mi abrigo extraje una caja de petardos y se la obsequié como muestra de mi afecto y lealtad por ella. Casiopea, emocionada, aceptó el regalo y murió entre mis brazos a los cuarenta y tres años, rodeada de nuestros hijos y nuestros nietos. Es evidente que algo que comimos en la cena le cayó mal.

15. La verdadera fe


          La especularidad es la capacidad para sentirnos espejos. La cananidad, la de sentirnos cananas. La Comandancia de Marina, sin embargo, no es nada, como tampoco lo eres tú cuando sueñas con espejos y cananas. Los caminos que convergen no son sospechosos de conducir a los pecadores al mismo lugar. De ello se deduce que, al pecar, deberíamos divergir de los demás pecadores, de los demás actos pecaminosos, de los demás pensadores de bajura, y de la demonia Teresita.
          De cuantos sonetos compusieron los demócratas de Grecia, sólo queda uno. Se halla en una pequeña cajita negra, por cuya posesión luchan encolerizadamente las dos ramas de la familia Tanner desde hace trescientos once años. El próximo año hará trescientos doce y hace dos años, trescientos diez. Gestas Tanner fue el primer dueño de la cajita negra. Su hijo, Olof Tanner, fue el segundo, y así sucesivamente hasta llegar a Evita Tanner, su actual poseedora. Según la otra rama de los Tanner, la poseedora actual debería ser Tippy Tanner, sobrina del almirante Archibald W. Tanner, pero yo no entiendo de líos de familia, así que seguiré haciendo la compota de peras y membrillos, actividad ésta para la que creo haber nacido y de la que me siento ciertamente orgulloso. Me enseñó la receta tía Lily, persona a la que adoraba de niño y algunas veces de mayor. Su marido, el tío Francis era gitano y sólo comía despojos de matanza adobados. Mis primos eran pelirrojos y todos celíacos. La hora de la comida en casa de tía Lily era muy desconcertante, sin duda.

10.5.09

14. Animal Collective


          Sería conveniente invertir en bonos troceados de cererías toledanas o en cédulas hipotecarias de bancos suaves y rumorosos. Así preveríamos el futuro remoto, aquél que nos costará lo que le costó a Mr. Lauren diseñar sus laureados polos de sport para el caballero actual, deportista y hacendado, hedonista y directivo ambicioso, pero sobre todo locuaz contertulio y amante esposo.
          La lengua del Languedoc es de muy difícil comprensión para los cocineros, porque parte de sonidos muy alejados de los fogones. Los cocineros, la inmensa mayoría, saben o chapurrean el bable, porque el bable parte de sonidos muy cercanos a los fogones, a veces el bable parte del mismo interior de los fogones. La cocina asturiana es como la electrobotánica, o como el toreo de melón, o como un caballero joven con un polo gris mancebo sonriendo a una joven damita que huele pizpireta un ramito de violetas. Otras veces la cocina asturiana es otra cosa, pero yo no.

9.5.09

13. El kimono rosa


          Tradicionalmente, el hurbu macho deposita los huevos en unas cantimploras celestes que suelen hallarse en las tiendas de coloniales del extrarradio. Se necesitan dos machos y una hembra para la oviperación precisa, y tres hembras y un sacristán para una ovación imprecisa. Los aciagos días de monasterio y catequesis ya pasaron, sólo nos queda la salmodia intermitente de los monjes de canela. La tribu acompaña con su olor a misericordia. La tribu nos consuela de la ausencia cada vez más pesada, más compacta, como compacto es el plumaje del marabú austriaco de las marismas. Las señoras que no lo desean se abstienen de asistir a la asamblea, pero las que se emplean con denuedo, ésas sí van. Se escarnecen de fervor y se licuan como anguilas bimembres. Los señores que no se abstienen forman otra asamblea, pero inclinada, casi abatida, una suerte de colapso asambleario bifronte. Hombres y mujeres se enlodan de sabiduría sin abjurar, sin abdicaciones espurias, de manera luminosa, de cara al respetable, como el hijo de Tomás el Estratega, como la luna de mayo en Samarkanda.

8.5.09

12. Otra vez a Roma


          Se es un poco más cada día, o se es un poco menos cada noche, es lo mismo. A veces queremos ser no más, a veces queremos ser no menos, en estas ocasiones, lo que queremos ser es diferentes. Pero ser diferentes nos llevaría casi con toda probabilidad a no plantearnos ni esta posibilidad ni esta disyuntiva, o quizá sí, quién sabe.
          La verdadera historia, que es siempre mentira, que es siempre soñada, se resume en el grito proferido por una mujer dominicana recientemente asesinada, o por el estertor, último o penúltimo, exhalado por una abuela letona, a lo mejor vendedora en su juventud de piezas de tela robadas en el economato.
          Las milicias, que han jalonado el devenir de los tiempos, sólo sirvieron para que emanara la ponzoña, nunca fueron necesarias, los hombres hubieran conseguido llegar al exterminio sin necesidad de su costosa participación. La ecuación de la guerra y de su incógnita se guarda en las cuevas de guardarropía de la Escala de Milán, muy cerca de donde Mrs. Hartwood quedó desflorada por el insano Marqués de Lamartine, el mismo hombre que, años después, se arrojó al Etna en un intento absurdo de emular a Empédocles, filósofo éste, esnob hasta extremos siderales.

7.5.09

11. Madreselvas


          La lunática apareció en el bar de la estación a las ocho de la mañana como era su costumbre, ataviada con los harapos de costumbre y dejando ese tufillo agreste a basural y matojo húmedo. El arcipreste acabó con su caneco de anís de un sólo trago, pagó, se enfundó su guayabera imperial y tras soltar una blasfemia salió precipitadamente al frío andén. Monseñor, abjurando de su epidídimo, salió tras él, no sin antes abonar las tres últimas letras del piano al ditero Silas, que allí lo estaba esperando desde las tres de la madrugada. El perdonavidas de McKingley se hacía, como siempre, el loco tras su periódico atrasado, mientras el negro Freddy le limpiaba las botas con saliva y el mismo trapo de hacía treinta años. El bar quedó desgalichado con la salida de los dos eclesiásticos. La mosca Bruna dejó dos caquitas en la esquina superior izquierda del televisor Kolster, que dominaba la esquina superior derecha de la pared que enfrentaba la puerta del bar de la estación. La mosca Bruna había sido con anterioridad registradora de la propiedad en el condado de Shatesbury, la primera mosca registradora de la propiedad del Reino Unido. Pero abandonó tan prolijo quehacer por el de dejar caquitas en los ángulos superiores de televisores Kolster de bares de estación.

10. Fanny Riffle


          Es él sin duda alguna. No puedo equivocarme. Es él con toda seguridad. Si no lo fuera, las cisternas del gaseoducto no estarían nimbadas con los tremendos estertores de las últimas libélulas de la temporada. Ella también lo vio, un instante, pero lo vio con sus prismáticos de porcelana checa que le regaló su novio Matías, aquel que murió en la guerra por estar en el bando equivocado. Brígida también cree haberlo visto, aunque su visión está muy mermada por los tracomas continuos a que es sometida por los viajes frecuentes a la colonia saharaui donde esta afección es endémica, tú ya lo sabes. Debo recordarte que a través de valija diplomática te llegarán las cornucopias de fina estampa que robé en el Soho para ti. También le mando a tu madre los once pianos de pelusa que me encargó, y a tu hermano Andrew, el sello postal de las Islas Solomon con la efigie del Papa Neru que me solicitó tan insistentemente. Debo ya embarcar. Me despido con una angina especial que me llena el pecho de cobre y nafta, pero con la esperanza de una vuelta pronta a estas queridas tierras de salobre dulzor y verdorosa frondosidad donde he sido tan feliz como estrecho, tan dichoso como hirsuto, tan denostado como zaherido.

9. Es absolutamente verdad


          Las alacenas no son sitio vulnerable a la pereza de los loros, cacatúas, guacamayos y demás fauna carnavalesca. En pasajes escogidos por los dantistas menos cultos sólo se mencionan estos conceptos muy de tarde en tarde. Sí son mencionados los diferentes procesos industriales a que son sometidas las avellanas para ser utilizadas como esquirlas espirituales en los franciscanos jóvenes, como en el bello doncel de nombre Jerjes Nava Bru, ya coadjutor de acólitos lacayos, ya prefecto menor de canonjías mayores en la abadía de Pont de Vieux, Middlesex.
          Las aguas minerales que solían comercializarse en la zona del Bajo Metsz no eran de marcas conocidas. Las marcas más usuales eran: "Guacamaya Bru", "El Lorito Jerjes" y "El Agua del Pont Metsz", todas ellas muy ricas en sales cúpricas y argénticas. Beber agua es como respirar mazorcas en Hungría. Esto no es del todo tal y como lo digo, esto es una metáfora, difícil, pero metáfora al fin y al cabo, quizá sea una metáfora más allá de la metáfora: una meta-metáfora, para ser más precisos. Y ahora que ya saben todos ustedes algo más que ayer, dense un abrazo efusivo y azul y un beso esperanzado y claro como la alberca del tío Luis, recién encalada y adornada de geranios y madreselvas en las esquinas. Es hora de contar los accidentes. Es hora de escoger las lentejas para la olla de mañana.

8. No lo vamos a necesitar


          Es sin duda una lacra, la perdición de los hombres, la insidia de gobernantes y toreros. Si el Sumo Hacedor nos hiciera sufrir lo que nuestros gestores desean para nosotros, dejaríamos de oír el canto de las alondras voraces, y el piafar de los caballos ostreros, y la cándida voz de Cándida Barrueta, esquiladora audaz donde las haya, que en alguna ocasión esquiló once ovejas en el tiempo que se tarda en esquilar a doce. El protervo Segismundo estaba enamorado de ella hasta más allá de las fronteras de lo imposible, pero su amor era de azúcar, y las mozas de la aldea lo sabían, y mandaban osos caucásicos para que endulzaran sus rasposas lenguas con lametones al amor de Segismundo. El amor del joven se vio así desleído en saliva de oso y ya no pudo contenerse más y se quitó las vidas que guardaba en una cueva cercana a los Altos Hornos de Langreo. La comarca lloró el doble de lo que procedía por la muerte de Segismundo, el enamorado ovetense que, sin amor de esquiladora, yacía como aceituna sin hueso triturada por rueda de camión en autovía belga. Las coimas de El Almenar lloraron menos la pérdida, aunque compusiéronle a Segismundo unos versos pornográficos muy del estilo neocentista, que no es lugar éste para su exposición, dada la muy notable afluencia de chiquillos a estas amenas y vespertinas tertulias del parque.

7. Operación "Pez Martillo"


          En Laos me vi perdido. No más que en el pasillo del consistorio o en las baldosas de mi celda monacal. No estuve allí más de dos o tres horas, pero mis pulmones se llenaron rápidamente de las cenizas de escribientes incinerados sin más, por el simple hecho de serlo y estar allí en aquel momento. Si hubieran sido secretarios de embajada y hubieran estado en Mindanao, no los hubieran incinerado, tal vez fusilado o descuartizado con versos de malos poetas, pero nunca incinerado. Me voy a poner a dieta un lunes de éstos porque me lo piden todos los canónigos que veo. Las ciruelas son de un color lívido porque les gustan a todos los canónigos. Los canónigos son feligreses cárdenos que de hartazgos sucesivos de ciruelas claudias se ennoblecen ante la curia y son adornados con pequeños ascensos en el eterno escalafón eclesial. Comenzaré el próximo lunes. Satisfaré mis ansias con comestibles bélicos, y mis lamentos con pan ácimo de convento. Mis antepasados, que eran marionetas deshechas y viscosas, me lo agradecerán al menos.

6. Mudanzas


         Es trece de septiembre en algún lugar inhóspito de Croacia. Y sigue sin amainar. Estoy harto de este temporal de anémonas constante. Silbo una canción marinera que me enseñó un escocés de escaso entendimiento que se llamaba Busby, pero al que todos llamaban Busby. Su madre, sin embargo, lo llamaba Busby. La canción se silbaba con los ojos cerrados. Una mano debía apoyarse en alguna catedral prerrománica y la vestimenta debía ser poco llamativa, como la que usan varias mujeres de Quito. Las selvas están poco podadas en septiembre. Los campos de golf esperan a que once jesuitas vengan alguna vez a disputar un torneo. Los caimanes de los campos de golf nunca atacan a los sacerdotes. Yo conocí a una caimana que estuvo a punto de profesar la fe católica, pero al final se decidió por una práctica filantrópica afín, como era y es el padrinazgo de abuelas de Belfast. Lamento que mis enseres se subasten tan baratos en su puja de salida, no es culpa mía, el mercado impone sus reglas a todos. De cualquier forma unto de elixir bucal los espejos de la portería, por si acaso, no vaya a ser que el Príncipe venga a disponer y cuando el Príncipe dispone, todos sabemos lo que ocurre. ¡Viva la Francia libre!

5. La canción del verano

       
          Hoy es la búsqueda de oquedades lo que me trama el alma de metralla industrial y no otra cosa. Ayer fue el estrépito de mil pistolas derrengadas en odres de mantequilla albana y mañana será el piafar de caballos inconexos destruyendo esternones de estorninos enfurecidos y blasfemantes. Cuando todo pase, aún quedará el viciado aire de los estercoleros en donde se juegan hasta las pestañas los ministros del ramo de los países integrantes de la OCDE, de los países intrigantes de la DOCE, de los países ingratos de la DCOE, de los países instigadores de la OEDC, de los países ágrafos de la EOCD. Entonces cantaremos aquella cancioncilla de tierno recuerdo que comenzaba así: "L...." ¿La recuerdan ustedes? Sí, hombre, la cantaba mucho aquel artista de variedades, Marianito Bofarull Segrés, el niño prodigio que con tan sólo once días versificaba profundos alejandrinos en la incubadora, y que a las once semanas de vida murió en un prostíbulo de los arrabales comidito por las pústulas primerizas de la sífilis terciana. La copla, con su ensamblante bodrión de cuerna alba, es como la posesión feroz de los tractores soviéticos, que nunca deja nada al azar de los pogroms ni a la dicha de los guetos deslizantes. Me traigo los recuerdos a manojos de los anaqueles de los dispensarios de los conventos de claustros reformados por insalubres grupos de arquitectos mellados y borrachos. Luego dispongo estos recuerdos, ya traducidos en cuartillas, y me los como adobados con pimienta amarilla, vinagre criollo, pimentón del Bierzo y comino del mar Egeo.