A mi entender, los jugos glandulares, al menos los que puedo considerar de mi propiedad, deberían tener la deferencia o la educación de atender a mis deseos, no por imperativo categórico (que también), sino porque su mera existencia y desarrollo natural como lo que son, jugos glandulares, lo deben sólo y exclusivamente a mi actividad fisiológica como ente enteramente corporal: ser vivificado, pero a la vez vivificante y dador de energía para las múltiples reacciones bioeléctricas y fisiológicas que tienen lugar para que, entre otras cosas, esas mismas glándulas y esas mismas secreciones, tan renuentes a la suave disciplina que les quiero imponer, se activen y se desarrollen con entera normalidad. Al sistema glandular humano, desde la glándula pineal hacia abajo, se le ha encarecido de manera cordial en numerosas ocasiones que deponga esa actitud antideportiva y esnob de la que se vanagloria ante los demás sistemas corporales. Su poco solidario estilo, su inveterado desprecio para con los demás tejidos celulares no dispone a otra cosa que a la inestabilidad orgánica general y a la confrontación de humores y aparatos. Es por ello que insistimos en la optimización de los mecanismos de control educativo por parte del sistema nervioso central, única posibilidad que encontramos para una mejora en nuestras pretensiones de autonomía personal, tanto física como espiritual.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
27.9.09
66. Desmayos republicanos
A mi entender, los jugos glandulares, al menos los que puedo considerar de mi propiedad, deberían tener la deferencia o la educación de atender a mis deseos, no por imperativo categórico (que también), sino porque su mera existencia y desarrollo natural como lo que son, jugos glandulares, lo deben sólo y exclusivamente a mi actividad fisiológica como ente enteramente corporal: ser vivificado, pero a la vez vivificante y dador de energía para las múltiples reacciones bioeléctricas y fisiológicas que tienen lugar para que, entre otras cosas, esas mismas glándulas y esas mismas secreciones, tan renuentes a la suave disciplina que les quiero imponer, se activen y se desarrollen con entera normalidad. Al sistema glandular humano, desde la glándula pineal hacia abajo, se le ha encarecido de manera cordial en numerosas ocasiones que deponga esa actitud antideportiva y esnob de la que se vanagloria ante los demás sistemas corporales. Su poco solidario estilo, su inveterado desprecio para con los demás tejidos celulares no dispone a otra cosa que a la inestabilidad orgánica general y a la confrontación de humores y aparatos. Es por ello que insistimos en la optimización de los mecanismos de control educativo por parte del sistema nervioso central, única posibilidad que encontramos para una mejora en nuestras pretensiones de autonomía personal, tanto física como espiritual.
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