La calidad de la rosa responde como el clamor de cacerolas; de ese furor alumínico se desprende lo magmático que de su aroma nos magnetiza. La cebolla, también. Pero regresando al origen de los alimentos cocidos, a los utensilios de goma y a la campiña huelvana, no vamos a conseguir mejores ungüentos ni disfraces más ajados. Tampoco la cebolla. Veo a los niños jugar en la piscina como pulpos presidenciales, como obreros cualificados captados por sectas pentecostales. Los niños, los pulpos y los obreros me sosiegan. Las cebollas, no tanto. Tiendo al llanto mientras tiendo los sudarios de los muertos más descuidados. Frecuento con frecuencia los juzgados. He sido juzgado un número primo de veces, he sido condenado un número natural de veces y he sido absuelto un número entero de veces. Soy feliz y dichoso como una cebolla.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
11.9.09
55. El polipasto
La calidad de la rosa responde como el clamor de cacerolas; de ese furor alumínico se desprende lo magmático que de su aroma nos magnetiza. La cebolla, también. Pero regresando al origen de los alimentos cocidos, a los utensilios de goma y a la campiña huelvana, no vamos a conseguir mejores ungüentos ni disfraces más ajados. Tampoco la cebolla. Veo a los niños jugar en la piscina como pulpos presidenciales, como obreros cualificados captados por sectas pentecostales. Los niños, los pulpos y los obreros me sosiegan. Las cebollas, no tanto. Tiendo al llanto mientras tiendo los sudarios de los muertos más descuidados. Frecuento con frecuencia los juzgados. He sido juzgado un número primo de veces, he sido condenado un número natural de veces y he sido absuelto un número entero de veces. Soy feliz y dichoso como una cebolla.
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