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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



13.9.09

57. El topo ameno


          La serigrafía, arte bicorne y enfrentado doblemente, y la elaboración de la horchata clásica, arte levantisco y asaz arriano, se confunden en los conceptos primarios de los ejecutores originarios y en los pseudoconceptos secundarios de los sucesores consecuentes. A mí no me gusta la horchata porque no lleva pescado y las serigrafías me saben a horchata desvencijada. Los masones de mi pueblo son delineantes en su inmensa mayoría, hijos de horchateros alicantinos, y de carácter huraño. Yo soy masona vieja. De muchacha sembraba chufas en los chalets de los ejecutivos de industrias serigráficas. Luego me amancebé con una muy viril lombriz de tierra que se llamaba William H. Logan. Con posterioridad a estos hechos, Logan me pidió en matrimonio. Ya viuda y sin hijos, comencé con mis negocios de importación-exportación de sustancias de mal aspecto y, la verdad sea dicha, es que no me va mal. Voy a morir en Alicante.

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