Los grumetes de la Mesta castellana acordonaron el ínfimo recinto para la celebración del auto de fe. Leves alondras cifraban aéreos mensajes secretos en un tenue cielo azul de primavera. La obispa Juana cundía azufaifas tiernas en cestillos y artesas de manufactura gitana. Pero el hermoso domingo otoñal se vio de pronto quebrado, como si un rayo inesperado calcinara el bello sortilegio de festejo mediterráneo al que todos los labriegos pensaban asistir si aminoraba o decrecía el número de asesinatos que se cometía en la comarca de un tiempo a esta parte. Tremendo clamor el surgido por la noticia del noviazgo del Supremo con el Constitucional. Yo reclamo a mis alondras, a mis grumetes, a la obispa Juana, a todos los gitanos de la tierra, a los campesinos del mundo y a los asesinos en general que dejen en stand by los sextantes y astrolabios de su propiedad y me demanden la estima y el afecto que les debo y de los que me reconozco en deuda hacia ellos. ¡Que me los demanden, por Dios! ¿Me podría usted, por favor, calar aquel melón? Sí, aquél, el rayadito. Gracias.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
22.9.09
64. La senda ciega de la política sueca
Los grumetes de la Mesta castellana acordonaron el ínfimo recinto para la celebración del auto de fe. Leves alondras cifraban aéreos mensajes secretos en un tenue cielo azul de primavera. La obispa Juana cundía azufaifas tiernas en cestillos y artesas de manufactura gitana. Pero el hermoso domingo otoñal se vio de pronto quebrado, como si un rayo inesperado calcinara el bello sortilegio de festejo mediterráneo al que todos los labriegos pensaban asistir si aminoraba o decrecía el número de asesinatos que se cometía en la comarca de un tiempo a esta parte. Tremendo clamor el surgido por la noticia del noviazgo del Supremo con el Constitucional. Yo reclamo a mis alondras, a mis grumetes, a la obispa Juana, a todos los gitanos de la tierra, a los campesinos del mundo y a los asesinos en general que dejen en stand by los sextantes y astrolabios de su propiedad y me demanden la estima y el afecto que les debo y de los que me reconozco en deuda hacia ellos. ¡Que me los demanden, por Dios! ¿Me podría usted, por favor, calar aquel melón? Sí, aquél, el rayadito. Gracias.
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