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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



3.1.10

99. Un jurisperito peruano


          Wenceslao IV de Bohemia, monarca del siglo XIII, oía veinte misas diarias. Este dato histórico es real, no un invento de un desmedido hagiógrafo e incompetente cuentavidas. Es así, Wenceslao era un monarca acumulativo, serial, sumatorio. "Lo más, si mucho, infinita veces excelente", como solía decir en los bailes. Él hubiera querido hacerlo todo mucho, esa era su máxima en la vida. Bebía veinte litros diarios de agua, con lo que orinaba unas sesenta veces al día. Almorzaba poco, muy poco, pero treinta veces al día. Utilizaba una vestimenta diferente cada hora. Mientras pudo, realizó el coito con la reina Ulpiana diez veces diarias y con su concubina Casilda Grögman, otras diez. Esta iterativa actividad lo llevó a un pronto colapso nervioso. A los veintiocho años fue encerrado en el castillo de Vishù, cerca de la desembocadura del Dvina, donde permaneció hasta su muerte que ocurrió el día de su quincuagésimo cumpleaños. En el transcurso de su encierro escribió ciento once veces el mismo libro, que versaba sobre las diferentes maneras de arrancarse los pelos de todo el cuerpo, práctica en la que llego a ser un consumado experto. La reina Ulpiana, que ocupó el trono tras el forzoso internamiento del rey, apenas le hizo dos o tres visitas. Casilda, la pobre amante del monarca orate,  fue decapitada por una cuestión baladí por mandato de Ulpiana a los pocos días de su entronización como reina de Bohemia.