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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



12.1.10

103. La fornicatriz Eudora


          Era yo, sí, era yo, bella Brenda, era yo disfrazado de tu tul azul. Era mi tenuecilla persona la que rodeaba tus sonrosadísimas morbideces, era la garza gasa que envolvíate como una segunda piel. Era yo, también yo, el céfiro mariposero que hacía vibrar tus pestañitas de negra seda, era mi disfraz de vientecico mañanero, era yo el que ululaba en las cuevecitas nacaradas de tus orejitas. ¿No me sentiste?, ¿no me intuiste?, oh, bella Brenda, Brendita, mía, capullito de jacinto de jardincillo japonés, mi bien dorado, mi cajita de música celestial, mi delicada ambrosía, mi néctar imaginado. Mira, mi querido colibrí, como te acaricio la nariz. Mira, dulce caramelito, como beso tu escotito. Cómo juego con tus rizos, cómo revuelvo tus cejas, como erecciono el vello de tu cuellito con mi aura traviesilla, porque soy un duendecillo adherido a tu olorcillo a canela, a genista y a clavito de Ceilán. Soy y seré tu reo para siempre en la celda que dispongas para mí, oh Brenda bella, Brenda sabia, Brenda linda. ¡Quiéreme, lucerito, ámame, corazoncito! Siente los alfileritos de mi amor cómo punzan con delicadeza y pudor en tu almita de inocente virgencita. Si nos casamos algún venturoso día, será tanta la felicidad que tendremos, que saldrá esa felicidad nuestra por las ventanas de nuestra preciosa casita y coloreará de alba luz los campitos y las aldeítas cercanas. Ya lo creo que sí.