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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



11.1.10

102. Lejía o amoniaco


          El helado de cucurucho apareció por vez primera en la Feria de San Louis en 1903. Entre el pabellón dedicado al arte ecuestre prusiano y el arlequinado pabellón mudéjar de la Axarquía se ubicaba el puesto de helados de Milton O'Malley, norirlandés emigrado a Estados Unidos en 1895, experto en halterofilia seriada y poeta clásico de hexámetros algo laxos. Hacía helados sin saber por qué, pero los hacía sin parar, de manera que su stock era muy grande, uno de los más grandes de St. Louis, Missouri. Su vecino, Mortimer Callahan, era americano oriundo y hacedor de galletas malas (ciertamente arenosas, algo agrias y como pegajosillas). Mortimer vendía pocas galletas y O'Malley vendía suficientes helados para ir tirando, pero como hacía tantas unidades, ambos incrementaban sus respectivos stocages. Sus cobertizos lindaban en la calle Hastings, en el lado oeste de St. Louis. Cierto día, tras unas lluvias torrenciales, un corrimiento chiquito de tierras (a little running earth) quebró los paramentos de madera de ambos cobertizos lindantes, con la consiguiente mezcla del helado sobrante de O'Malley con las galletuzas incomibles de Callahan. El resultado, no obstante, satisfizo mucho a los perros de la calle Hasting, que no dejaban de lamer la, para ellos, suculenta mezcolanza. Los dos vecinos, con el impulso propio del pragmatismo norteamericano, probaron de aquella sustancia y observaron que era buena. Lo siguiente, como ustedes habrán imaginado, fue dar una forma adecuada al producto. El cono, tras muy diversas pruebas, salió vencedor del experimento comercial, siempre que el helado se dispusiera en la base del cono, ya que en su cúspide, se caía, y siempre que dicho cono se dispusiera con su base en posición superior y vertical, ya que de otra forma también la porción helada tendía a desplazarse hacia el suelo. No se hicieron millonarios, pero pudieron pagar los estudios de ingeniería de sus hijos y formalizar excelentes bodas para sus hijas. Dejaré para mejor ocasión el origen del término "cucurucho".