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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



13.1.10

104. A la Legión le gusta el aguardiente


          Tremendo error fue no dar la bienvenida a la Reina Alfonsa. Cuando era Regente, en espera de la mayoría de edad del príncipe Graciano, bien que los Manoteros se plegaban ante ella y ante las exigencias de los Asambleístas Moderados. Pero quién iba a esperar la muerte del principito, ¿verdad? Y a manos de su propia ama de cría, la nefasta Condesa Mónica. Pero, aunque reaccionamos con prontitud llamando al General Manuel para que regresara de su exilio, los hechos se sucedieron con demasiada rapidez, de forma vertiginosa. El Levantamiento de los Alféreces Desmedidos, la rebelión de la Guarnición Granaína, el acuartelamiento de las Cigarreras Ilustradas y, por último, el asesinato masivo de la población gitana manacorí. Realmente no tuvimos tiempo para el rearme, ni tan siquiera para lustrar nuestros correajes ni dar de comer a las bestias. Por eso, sigo sosteniendo que deberíamos habernos postrado ante Su Majestad Alfonsa. Una pequeña humillación salva, a veces, muchas cabezas. Manuel perdió el generalato, sí, pero nosotros perdimos el honor. Con matar a la Condesa Mónica no conseguimos más que encolerizar al sector más conservador. Debimos analizar con mayor detenimiento nuestras conductas, nuestras filias y fobias, y sacar conclusiones más reflexivas del preclaro emblema de nuestra invicta bandera: "Más algo llega ternera todavía, el cáñamo muy caro, ostia".