Tomemos posiciones con el disimulo que nuestra superioridad intelectual nos presta, con la distinguida prestancia que nuestro elegante pensamiento nos proporciona y con la sutil perspicacia que nos otorga nuestro emblema de clase. La piedad de los normandos no es la piedad de los sajones. El blasón que nos envuelve nos protege pero, a la vez, nos impele hacia los actos más valerosos y prudentes. Huyamos de astrólogos y nigromantes, de los ritos órficos y feéricos de las brujas que nos asolan. Porque la piedad de los normandos no es la piedad de los sajones. Si con nuestros hechos probados y acendrados en el crisol de la bondad caballeresca no merecemos las loas de nuestros mayores, si con el temple acerado de nuestra castidad sin fisuras y nuestro ardor no exento del látigo de la pasión no conseguimos conquistar las alturas iniciáticas de una justa beatitud, es que el Todopoderoso mira para las frondosas copas de los pinos de otra senda, y entonces seremos nosotros los que habremos permanecido en la senda equivocada. Porque la piedad de los norjones no es la piedad de los samandos.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
22.6.09
40. Exposiciones
Tomemos posiciones con el disimulo que nuestra superioridad intelectual nos presta, con la distinguida prestancia que nuestro elegante pensamiento nos proporciona y con la sutil perspicacia que nos otorga nuestro emblema de clase. La piedad de los normandos no es la piedad de los sajones. El blasón que nos envuelve nos protege pero, a la vez, nos impele hacia los actos más valerosos y prudentes. Huyamos de astrólogos y nigromantes, de los ritos órficos y feéricos de las brujas que nos asolan. Porque la piedad de los normandos no es la piedad de los sajones. Si con nuestros hechos probados y acendrados en el crisol de la bondad caballeresca no merecemos las loas de nuestros mayores, si con el temple acerado de nuestra castidad sin fisuras y nuestro ardor no exento del látigo de la pasión no conseguimos conquistar las alturas iniciáticas de una justa beatitud, es que el Todopoderoso mira para las frondosas copas de los pinos de otra senda, y entonces seremos nosotros los que habremos permanecido en la senda equivocada. Porque la piedad de los norjones no es la piedad de los samandos.
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