Lamento pensar en las sirenas que aturden esta tranquila mañana de verano. Los policías, sanitarios y bomberos, inmersos en ellas durante las décadas de su vida laboral, experimentan en el momento de su jubilación ciertas atrofias corticales mínimas, pero que les obligan a desarrollar determinadas conductas patológicas, a mostrar frecuentes actitudes anómalas que paso seguidamente a referir. El policía, a partir de los sesenta años, no puede pronunciar la palabra "altramuz", y presenta una urticaria de muy difícil tratamiento al oír la palabra "espárrago". Un conductor de ambulancias jubilado comienza a sentir un odio injustificado por la literatura uruguaya y, en general, por todo lo guaraní. El bombero retirado, a su vez, sufre un exceso de salivación (sialorrea) cuando acude a cualquier tablao flamenco, o cuando se halla en presencia de obispos extremeños. Estos hechos, constatados en diversos estudios de campo, son meramente observacionales, no habiéndose obtenido, hasta el momento, ninguna relación causa-efecto. Yo, que soy médico de Protección Civil y tengo sesenta y cuatro años, veo con claridad todas las tardes, a la hora del crepúsculo, a San Felipe Neri haciéndome la cena en la cocina con un delantal de la Expo’92. Noto, además una cierta e inexplicable atracción por las gusanas de Adviento.
+
FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
24.6.09
42. Todos culpables
Lamento pensar en las sirenas que aturden esta tranquila mañana de verano. Los policías, sanitarios y bomberos, inmersos en ellas durante las décadas de su vida laboral, experimentan en el momento de su jubilación ciertas atrofias corticales mínimas, pero que les obligan a desarrollar determinadas conductas patológicas, a mostrar frecuentes actitudes anómalas que paso seguidamente a referir. El policía, a partir de los sesenta años, no puede pronunciar la palabra "altramuz", y presenta una urticaria de muy difícil tratamiento al oír la palabra "espárrago". Un conductor de ambulancias jubilado comienza a sentir un odio injustificado por la literatura uruguaya y, en general, por todo lo guaraní. El bombero retirado, a su vez, sufre un exceso de salivación (sialorrea) cuando acude a cualquier tablao flamenco, o cuando se halla en presencia de obispos extremeños. Estos hechos, constatados en diversos estudios de campo, son meramente observacionales, no habiéndose obtenido, hasta el momento, ninguna relación causa-efecto. Yo, que soy médico de Protección Civil y tengo sesenta y cuatro años, veo con claridad todas las tardes, a la hora del crepúsculo, a San Felipe Neri haciéndome la cena en la cocina con un delantal de la Expo’92. Noto, además una cierta e inexplicable atracción por las gusanas de Adviento.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario