La guillotina, más concretamente la pieza de hierro colado y afilado que entraba en contacto con el cuello de los ajusticiados, hubo de ser cambiada once veces en seis meses, pues el desgaste a que era sometida la volvía roma e inoperante para su función cercenadora. Isabelle Laforeau, camarera de María Antonieta, consiguió del verdugo su último deseo, que no fue otro que el de disponer al revés su cuerpo para la ejecución, es decir, con los ojos mirando al cielo, para ver cómo se deslizaba la cuchilla hasta el último momento. Tenía veintidós años y un talento ciertamente enfermizo para llevar los juegos hasta su límite. En Versalles era la secreta alcahueta que organizaba los muy reservados encuentros entre los más salaces miembros de la corte. No es momento ni sitio para entrar en pormenores. Los más curiosos pueden leer sus memorias, en donde hallarán relatadas con una meticulosidad cercana a lo morboso, todas sus habilidades. Dejo aquí la reseña de la publicación: Diarie obscur d’une chambraise du Versalles. Ed. Bouchard, París. 1922. Hay traducción en castellano: Agricultura cristiana. Ediciones Pontificias. Salamanca. 1957.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
7.6.09
38. La hora azul
La guillotina, más concretamente la pieza de hierro colado y afilado que entraba en contacto con el cuello de los ajusticiados, hubo de ser cambiada once veces en seis meses, pues el desgaste a que era sometida la volvía roma e inoperante para su función cercenadora. Isabelle Laforeau, camarera de María Antonieta, consiguió del verdugo su último deseo, que no fue otro que el de disponer al revés su cuerpo para la ejecución, es decir, con los ojos mirando al cielo, para ver cómo se deslizaba la cuchilla hasta el último momento. Tenía veintidós años y un talento ciertamente enfermizo para llevar los juegos hasta su límite. En Versalles era la secreta alcahueta que organizaba los muy reservados encuentros entre los más salaces miembros de la corte. No es momento ni sitio para entrar en pormenores. Los más curiosos pueden leer sus memorias, en donde hallarán relatadas con una meticulosidad cercana a lo morboso, todas sus habilidades. Dejo aquí la reseña de la publicación: Diarie obscur d’une chambraise du Versalles. Ed. Bouchard, París. 1922. Hay traducción en castellano: Agricultura cristiana. Ediciones Pontificias. Salamanca. 1957.
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