Y sin embargo no es ella. La miro a través de la mampara de tul y compruebo que no es ella, quizá su hermana, pero no ella. A través de la persiana de cáñamo vuelvo a comprobar que no es ella. Su madre me lo dijo, que no era ella, incluso su madrina me lo dijo. Los bueyes me velan su imagen durante unos segundos, casi la pierdo de vista; luego es el camión del butano el que me impide comprobar con detenimiento si es o no es ella. Más tarde el pelotón de fusilamiento, con la humareda que deja, nubla lo bastante el paisaje como para ya no verla más. La pierdo. La perdemos. Luego una explosión, un cuarto trasero de buey a cincuenta metros de altura estrellándose contra un edificio, un camión de butano calcinado, siete soldados heridos, cinco ajusticiados muertos de nuevo. El susto nos desnivela varias micras el hipotálamo hacia la izquierda. Entonces aparece ella de nuevo con su vestidito blanco de organdí. Ahora ya comprobamos con fehaciente certidumbre que no sólo no es ella sino que tampoco es otra. Es un ectoprisma holomántico de inmanencia sólo probable, pero muy mona.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
29.6.09
44. Relatos de halterofilia
Y sin embargo no es ella. La miro a través de la mampara de tul y compruebo que no es ella, quizá su hermana, pero no ella. A través de la persiana de cáñamo vuelvo a comprobar que no es ella. Su madre me lo dijo, que no era ella, incluso su madrina me lo dijo. Los bueyes me velan su imagen durante unos segundos, casi la pierdo de vista; luego es el camión del butano el que me impide comprobar con detenimiento si es o no es ella. Más tarde el pelotón de fusilamiento, con la humareda que deja, nubla lo bastante el paisaje como para ya no verla más. La pierdo. La perdemos. Luego una explosión, un cuarto trasero de buey a cincuenta metros de altura estrellándose contra un edificio, un camión de butano calcinado, siete soldados heridos, cinco ajusticiados muertos de nuevo. El susto nos desnivela varias micras el hipotálamo hacia la izquierda. Entonces aparece ella de nuevo con su vestidito blanco de organdí. Ahora ya comprobamos con fehaciente certidumbre que no sólo no es ella sino que tampoco es otra. Es un ectoprisma holomántico de inmanencia sólo probable, pero muy mona.
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