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FUMPAMNUSSES!

¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.



28.6.09

43. Unto de yak


          Entre tú y yo sé que hay un abismo de besos inexistentes. Entre tú y yo sé que sólo hay un espacio físico que suele cubrirse con este tipo de frases tristes, tristes, pero tan hermosas... ¿verdad? Los claroscuros de tu mirada me dan cada día el misterio antiguo del cine mudo. La verdad de esos labios limpios dibuja la silueta de sonrisa de tu alma. Es así como aventuramos los poetas, con palabras impregnadas de otras palabras, apenas ensambladas alguna vez. A veces decimos nada con un estruendo de metáforas y, a veces, decimos todo con dos tímidos bisílabos. Las correntías de los minutos en una tarde de domingo nos calan a los poetas como monzones primaverales. Los poetas nos morimos en domingo, casi siempre, y casi siempre por la tarde. A los poetas no es que nos guste morirnos, no es que no le tengamos miedo a la muerte, es, simplemente, que consideramos una tarde de domingo algo mucho peor, más inhóspito que la propia muerte. Esto ha sido siempre así y queda registrado en varios idiomas y multitud de dialectos.

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