¿En qué drama de Strindberg sale un rinoceronte? ¿La Cantante Calva de Ionesco era en realidad una cortesana rusa exiliada en Zurich, de nombre Zhenya Mijáilova? ¿Qué relación había sospechado el rumano Tristan Tzara entre Ludmila Poliakova y el novelista Guillaume Apollinaire? Chaplin, Picasso y Pacabia coincidieron en Saint-Tropez en 1931. Aun siendo verdad esto último, seguimos sin saber en qué obra de Ibsen sale un cocodrilo. Boris Vian tiene en su haber la autoría de una novela dedicada a los lobos y otra a la música de jazz. La Najda de Breton ¿hizo o no hizo el amor con Breton? Thomas E. Louis era el típico americano en París en 1937. Gertrud Stein lo convirtió en su amante asiduo. Stein era lesbiana feroz, luego esto no se comprende. Un elefante blanco sale en una obra de teatro, pero no de la época a la que nos estamos refiriendo, sino a la época de la comedia pre-renacentista. Man Ray fotografiaba violines como espaldas de mujer o espaldas de mujer como violines. Hay material gráfico en el que De Chirico flirteaba con Domicheli en presencia de varios futuristas. Beckett, el aburridísimo Beckett, el irlandés anguloso y amargo, quiso parecerse a Joyce y sólo consiguió parecerse, eso sí, a otro dublinés, del que ahora no recuerdo el nombre. Tamara de Lempicka sí que entendió el juego de coloritos de su paleta y las formas primarias de la geometría de Braque. Las bailarinas del Bolshoi diezmaban su número en cada viaje a París. Orson Welles decía que no había cópula más sublime que la realizada con una bailarina clásica, juventud elástica de carne firme y envolvente, rítmica conjunción de vibración metronómica y pasional. Animales en funciones de tarde y noche, elefantes, cocodrilos, rinocerontes, exhaustos pero emocionados con los aplausos (a veces desmedidos). Berlín oscuro, Zurich a la espera ¿de qué?, Viena marchita, París viviendo en un jamás para siempre, Londres entre cloacas, entre estiércoles a medida. El resto no cuenta. Dresde observa en sus bares a gente sañuda que escribe. Los periódicos los lee la clase obrera. Marx, ya viejo, empieza a comprender el sabor a boniato de la plebe. Dalí delinea futuras galas entre lametones a cualquier régimen. Destrozando bicicletas, Duchamp empeora las cosas, o no. ¡Qué frío de guerra! Los cines se aturden atestados y los teatros son zoológicos inhóspitos. La chicas del folies, con su llanto, acaban con la moda del sombrero de copa. Los cuadros se manejan como moneda de cambio en las verdulerías de la orilla izquierda. Y los libros se comienzan a robar en grandes cantidades. Ya la gente no va a misa, del cabaret van a la guerra y de la guerra al bazar, donde Lubitsch, allá tan lejos, hace del agua de colonia una forma de vida. Los hombres duros se suicidan y ya no bailan. Y las flappers comienzan a tener hijos y a hablar pestes de la bohemia. Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, esos grandes financieros, abren sucursales en cada esquina. Y los negros con sus saxos conquistando la línea Maginot. Quizás no fuera de Strindberg la obra en la que sale un rinoceronte.
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FUMPAMNUSSES!
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
¿Qué es Fumpamnusses!?... Fumpamnusses! es todo y es la primera vez. Siempre hay una primera vez. Escribo pues, por primera vez, en algo que tiene que ver con el exabrupto digestivo de un sapo ("Blog") sin saber siquiera lo qué es (me refiero al Blog, aunque en el fondo tampoco sé muy bien lo que es un sapo.) Mi declaración de intenciones espero que sí quede clara: me limitaré a realizar las veces que crea oportuno un ejercicio brusco, continuado y compulsivo de literatura automática, de exorcismo necesario y suficiente de los restos de energía negativa o positiva, qué sé yo, o de encauzamiento de ideas, frases o palabras que mi mente quiera en ese preciso momento que queden reflejadas en este nuevo e inefable invento. Invito, pues, a este ejercicio a todos los interesados en el arte de la improvisación mecánica, maquinal, indecorosa y pueril. No esperen grandes ideas, no espero grandes ideas, sólo el placer de ver concatenadas ciertas imágenes que surgen improvisadamente y en plena libertad, quizás en extrema libertad, esperanzado en que no me suceda algo tan lamentable como aquello que le ocurrió a aquel pequeño electrodoméstico que, de tan libre y tan enamorado como estaba de Sir Douglas H. Silverstone, declaró la independencia de todas las anguilas del mundo y de ciertos huevos de Pascua de los alrededores de Castel Gandolfo.
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